Internet pone en crisis a la Industria Porno

(PD/Agencias).- Las nuevas tecnologías están transformando los gustos de los consumidores de productos «guarros», pero no se trata sólo de eso. La clave, como subrayan llorosos los productores de porno, es que los vídeos gratis, las descargas en la red y los aficionados están llevando a los profesionales tradicionales a «la ruina total».

Resulta paradójico que se culpe a la Red de arruinar el negocio, cuando la palabra «sexo» es la más buscada en Internet, el 12% de las páginas web son «para adultos», el 35% de las descargas tiene que ver con «cochinadas», cada segundo hay 35.000 personas regodeándose con escenas calientes y circulan por la Red millones de correos electrónicos con propuestas, fotos o sugerencias picantes, pero las cosas son como son.

Subraya Juan Cruz Sierra en El Periódico que, en un principio, la red fue una bendición para el sector, al crear un mercado global del que se podía disfrutar desde el anonimato de un ordenador.

Pero ahora, cuando el ciberespacio ofrece vídeos cortos, de bajísimo presupuesto, realizados por aficionados y, lo más importante, absolutamente gratis o a precios ridículos, la industria pornográfica establecida, tanto la internacional como la española –radicada sobre todo en Cataluña–, está perdiendo dinero a espuertas.

Cada vez menos gente compra DVD de sexo, estas pérdidas no se ven compensadas por los nuevos ingresos a través de internet y los profesionales tratan de encontrar una fórmula mágica que les permita hacer frente a este fenómeno. Se trata del fin de una era.

MERCADO AGÓNICO
«Estamos en la ruina total», reconoce Conrad Son, director, actor, músico, escritor y miembro del reducido star system del cine para adultos hecho en España.

«¿Acaso se ofrecen películas porno en el top manta?», pregunta. No. «Eso demuestra que no es negocio. Nadie nos compra. Ahora lo que se lleva son los vídeos muy cortos colgados en la red, con dos personas en el sofá de su casa, sin diálogo, sin ambientación, sin calidad, grabados por aficionados, como se podría grabar la comunión de tu hermano. Están matando el mercado».

No hay cifras que permitan calcular a cuánto asciende esa ruina total, esa matanza del mercado de la que habla Son, pero en EEUU, donde está ocurriendo lo mismo aunque a una escala mucho mayor por las enormes dimensiones que tiene allí esta industria, sí las hay: de acuerdo con AVN, una revista del sector, las ventas y alquileres de DVD pornográficos supusieron en Norteamérica 2,7 miles de millones de euros en el 2006, cuando el año anterior ha-
bían llegado a 3,2. Y todo indica que este curso los ingresos seguirán cayendo en barrena.

LA PREOCUPACIÓN DE VIDAL
El conocido actor y director Nacho Vidal, protagonista de más de 1.500 películas de sexo, está «muy preocupado». «Lo teníamos bien montado y ahora nos han cambiado todo el asunto. Si antes ganábamos 100, ahora ganamos 15», explica. «El largometraje porno está obsoleto.

Internet ha pasado a ser una ventana, más que de pornografía, de diferentes morbos y fetiches aquí Vidal ofrece varios ejemplos difícilmente reproducibles en estas páginas. De barbaridades, en definitiva».

Las nuevas tecnologías, tal como lo ve Vidal, no solo han desencadenado que cualquiera que cuente con una cámara y dos personas dispuestas a practicar sexo ante ella pueda entrar en la industria, sino que también están cambiando los gustos de los consumidores.

Siempre se ha dicho que la pornografía es excitante porque no tiene nada que ver con la vida de aquellos que la consumen –si cada fiesta se convirtiera en una orgía a partir de la segunda copa, ¿quién querría ver esas mismas escenas en una pantalla?–, pero parece que ahora la distancia entre sexo real y sexo pornográfico es más amplia que nunca.

Y también, como consecuencia lógica de esta incesante pérdida de ingresos, los presupuestos de las películas pornográficas, ese género que para algunos está en extinción, son cada vez más exiguos.

José Play, director y trabajador de IFG, la mayor productora y distribuidora de cine para adultos en España, lo describe así:

«Hace tres años contratábamos una mansión y cuatro Ferrari para rodar una película. Ahora, en cambio, nos conformamos con una pequeña casa en la montaña».

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