La generación MP3 se aisla

(PD).- Los reproductores MP3 e iPod se han convertido, en menos de una década, en uno de los productos de la industria del ocio más vendidos de la historia.

En 2007, Apple alcanzó los 100 millones de iPod vendidos; iTunes es la mayor tienda del mundo de canciones, discos y programas pregrabados (podcasts) pensados especialmente para estos dispositivos portátiles, presentes, según un estudio del Ayuntamiento de Madrid, en casi el 20% de los hogares españoles.

Tanto es así que, en los últimos meses, los expertos han empezado a preguntarse si su abuso, más allá de las posibles pérdidas auditivas, acarrea riesgos psicológicos y puede convertirse en un problema social.

El abuso de estos aparatos provoca el aislamiento de los más jóvenes, tanto en el entorno familiar como entre los amigos.

Además, puede inducir a la aparición de ansiedad, afectar a la autoestima y magnificar algunos miedos de la adolescencia. De todas formas, el problema fundamental es la falta de autocontrol en una edad en la que los padres deben ejercer su función de guías.

Los MP3 no son sólo el símbolo de millones de adolescentes. Desde finales de los noventa, han entrado a formar parte de nuestra vida cotidiana cuando nos desplazamos en el metro o practicamos algún deporte, por la calle, en el trabajo, incluso en el coche.

Y los estudios prevén que, ahora que las compañías de telefonía móvil han empezado a implementar ese dispositivo en los celulares, su difusión crezca cada vez más. Tanto es así que, en febrero, un senador demócrata de Nueva York, Carl Kruger, propuso, por razones de seguridad, multar con 100 dólares (68 euros) al que cruzara una calle con un teléfono móvil, un reproductor de música o consola de videojuegos portátiles encendidos.

La iniciativa no prosperó, mientras que, por ejemplo, sí tuvo éxito otra, impuesta por la federación estadounidense de baloncesto (NBA). ¿El resultado? Algunos jugadores estrella tienen prohibido encender su iPod cuando faltan 20 minutos para los partidos: «Para no aislarse, perder la concentración y acordarse de que no van a jugar solos».

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