Algún día me sentaré junto a mi hijo (o hija) y le explicaré esto mismo antes de que se ponga a jugar a nuestra Playstation 5 o Xbox 1080, porque las antiguallas de su padre no se tocan
Nos facilita la lista Roberto Pastor, que con regularidad de metrónomo facilita anaísis espléndido en el blog Game Over.
Pastor es de los que siempre ha sostenido que tener hijos y seguir jugando a videojuegos era totalmente compatible.
A pesar de ello y tras avisar que no sienta precendente, en esta ocasión aadopta -según sus propias palabras- en la piel de un sensei, esos de larga perilla canosa y cuyas palabras hacen sentir estúpidos a sus alumnos, y nos facilita un resumen de lo que ha sacado en claro de su experiencia como jugador:
1. Los videojuegos son ficción.
En serio, insisto. Los videojuegos son ficción. Hijo, no debes creer, tras jugar a Super Mario, que estampando tu cabeza contra un bloque de hormigón descubrirás una brillante moneda dorada o una escurridiza y graciosa seta. La imaginación de un niño de cierta edad le lleva a tomar por reales cosas que no existen (como Papá Noel, ups, siento que lo hayas descubierto de esta forma).
Por otro lado, esto es algo que deberían tener claro los medios de comunicación generales, esos que apuntan a los videojuegos como la causa de los males del mundo y ponen el grito en el cielo por la crudeza de las imágenes de estos. Sí, ya lo sé, esos mismos “periodistas” son los que programan imágenes de muertos REALES a la hora de comer, cuando estamos todos en la mesa.
2. Lo importante no es la máquina, son los juegos.
Cuando presentan una nueva consola siempre nos abruman sus características técnicas. Que si chip Cell, que si chip Valhalla, que si puede mover tantos millones de polígonos en pantalla simultáneamente, etc.. Sí, todo esto es importante, pero no es lo más importante. Da igual que tu máquina pueda mover montañas si las montañas son de mierda. Lo que vas a ver son los videojuegos y si estos no son de calidad, la consola está avocada al fracaso absoluto.
3. Nunca seas seguidor de una marca.
Hijo mío, a las empresas de videojuegos les importas un carajo. Esas empresas sólo siguen a una cosa, el mercado. Así que si el mercado se pone en contra tuya y da prioridad a juegos en los que imaginas ser una diseñadora de moda, te pasará como a tu padre. Y de nada sirve pensar, “maldita sea los de -inserta nombre de compañía traidora, o directamente Nintendo- con lo que yo he dado por ellos en el pasado.”
Decepciones, eso es lo que te llevarás en algún momento por seguir fielmente a una marca. Así que no te cierres en banda y no tengas miedo en elogiar a las compañías rivales de vez en cuando o incluso saltar a sus brazos.
4. Los videojuegos no son el mal.
Mi querido hijo, si algún día matas a alguien, habré fracasado como padre. No habré sabido encauzarte por el buen camino, no habré visto las malas señales o habré sido un cobarde por no haber intervenido a tiempo. Pero nunca diré que los videojuegos tienenla culpa. Yo soy tu padre, es mi deber controlar el uso que haces de los videojuegos y detectar si no están ejerciendo el efecto deseado, que es conseguir que te diviertas.
5. Moderación con las horas de juego.
Así, que a colación a lo que decía antes, voy a recuperar algo que me enseñaron mis padres: hasta que no acabes los deberes, no tocas la consola. Losjuegos son un lujo y, en ciertos casos, un premio por un trabajo bien hecho. Sí, sé que es difícil resistirse a la tentación de jugar, créeme cuando te digo que sé de lo que hablo, pero has de ser fuerte y es inaceptable sacrificar tus obligaciones por los videojuegos.
6. No entres en guerras estúpidas.
¿Qué se han metido contigo porque tienes una Playstation 5? Ay, hijo mío, te voy a contar una historia. Hace muchos años, existían dos empresas llamadas Sega y Nintendo. Cada una sacó consolas a la venta y, por aquel entonces, sólo podíamos tener una consola en casa (afortunados eran los que podían tener dos). Y así se crearon dos bandos, los segueros y los nintenderos, los cuales nos echábamos los trastos a la cabeza con argumentos que en retrospectiva son absolutamente estúpidos.
Así que hazte un favor y pasa olímpicamente de los que te juzgan por la consola a la que juegas. Son personas que realmente no querrás tener a tu lado.
7. Los videojuegos son un arte.
Cuando tu padre decía esto le miraban como a un apestado y un loco. Lo curioso es que las miradas provenían de personas que JAMÁS habían tocado un videojuego ni con un palo. Gente que no se había fascinado con la cantidad de personas que trabajaron en una superproducción jugable, que trabajaron duramente para que cada detalle de la historia, la jugabilidad y el diseño de un videojuego fuera lo mejor posible. Independientemente de la calidad del producto final, si eso no es un arte, que venga Moore y me lo diga.
8. No te avergüences por haber aprendido algo de un videojuego.
A veces, en el desarrollo de un videojuego hay un proceso de documentación exhaustivo que busca dar un trasfondo sólido en el que cimentar una historia a la que poder jugar. Tu padre aun se acuerda cuando, jugando a Assassin’s Creed Brotherhood descubrió algunos hechos históricos que luego se animó a investigar por su cuenta.
Así, que puedo decir que aprendí cosas de los videojuegos y no me da vergüenza reconocerlo. Tú tampoco deberías. Deja que los videojuegos planten la semilla de la curiosidad en tu mente e investiga por tu cuenta, disfrutarás más de las horas de juego.
9. Nunca desprecies un videojuego que no has jugado.
Hijo mío, estamos en España, y aquí es deporte nacional poner a parir lo que no conocemos. En el mundo de los videojuegos no hay excepción a esto y escucharás muchos “argumentos” basados enla ignorancia. Argumentos que, pueden ser válidos con un sutil y sencillo cambio. En vez de decir “Los juegos de tipo -introducir género odiado, o directamente los “Imagina ser…”- son una mierda” di “No quiero jugar a los juegos de tipo -lo de antes- porque es un género que no me atrae en absoluto”.
Si aun así te reprochan esta actitud di que eres tú quien elige en qué inviertes tu tiempo, no otro. Y si aun así siguen los reproches, cambia de amigos.
10. No tengas miedo de pedirle a tu padre que juegue contigo.
Estoy aquí, hijo mío. Llevo jugando a los videojuegos mucho tiempo, desde que era tan pequeño como tú. Los sigo jugando ahora y me siento muy orgulloso de ello. No voy a achicarme ante ignorantes miradas de desprecio y voy a seguir jugando durante muchos años más. Así que dejemos de hablar y enciende la consola, que te voy a dar una paliza al Street Fighter.