En el futuro la inteligencia artificial mediará en el 85% de las relaciones comerciales.

Muy pronto los robots tomarán las decisiones

Las máquinas alcanzarán la complejidad del cerebro humano en 2060

Muy pronto los robots tomarán las decisiones
La evolución del hombre, desde el mono al robot. PD

La máquina en sí misma podrá rediseñarse por sí sola para aprender más rápido

A un niño de cinco años se le enseñan cinco fotos de gatos y a la sexta imagen ya sabe reconocer a un minino. Para que un ordenador aprenda a identificar a este animal, antes hay que mostrarle cientos de miles de imágenes de felinos domésticos.

Este simple ejemplo ayuda a entender el grado de complejidad y riqueza de nuestro cerebro, frente al nivel alcanzado por el mejor sistema de inteligencia artificial.

Para hacerse una idea, si en nuestra cabeza tenemos 100.000 millones de redes neuronales, el ordenador más complejo creado hasta la fecha apenas llega al millón de conexiones. Este otro ejemplo nos indica todo lo que queda por hacer para que la inteligencia artificial emule a la mente humana.

Como explica Carlos Bueno en ‘El Economista’ este 19 de julio de 2017, al mismo tiempo, hay que reconocer que en algunas facetas ya hemos sido superados.

 Basta recordar cómo Deep Blue derrotó al campeón mundial de ajedrez, Gary Kasparov, hace exactamente 20 años. Más recientemente, un sistema de inteligencia artificial arrasó en un campeonato de póker.
Igualmente, entre otros logros, el traductor de Google nos permite pasar un texto de mil palabras de un idioma a otro en apenas un segundo, cuando nosotros tardaríamos -con mayor o menor destreza- una hora. Esto es así porque ha ido aprendiendo de las propias correcciones que los usuarios de esta herramienta iban introduciendo sobre los textos.

Uso diario

Lo cierto es que, lo queramos o no, la inteligencia artificial está presente ya en un sinfín de aplicaciones que usamos a diario, desde el sistema de reconocimiento de voz de los buscadores o herramientas de seguridad con valores biométricos del móvil hasta el mencionado traductor, gestores de contenidos en plataformas digitales como Netflix o Spotify…

Solo bastan tres datos para mostrar la progresión que se espera experimentarán estos sistemas: para el año 2018, se prevé que el 75% de los desarrolladores incluirá alguna función de inteligencia artificial en sus herramientas. Según Gartner, en 2020 -en apenas tres años- el 85% de las interacciones que se produzcan entre los clientes y las organizaciones será sin personas. Y para 2025, se pronostica que la inteligencia artificial facture unos 100.000 millones de dólares (86.500 millones de euros).

«A día de hoy, hay mucha confusión sobre lo que es en realidad la inteligencia artificial. Muchos piensan que es una caja negra en la que se meten documentos, archivos, imágenes… y que por arte de magia empieza todo a funcionar y a dar autoservicios». Lo explica Marco Piña, director de ventas y movilidad de Nuance en Iberia.

Esto de la inteligencia artificial no es para nada algo nuevo. El cine de ciencia ficción se ha encargado de mostrar múltiples ejemplos y de adelantarse mano a mano con las novelas de Isaac Asimov, entre otros autores. Sus orígenes se remontan a mediados del siglo pasado.

De hecho, en nuestro país, existe desde los años 80 la Asociación Española de Inteligencia Artificial, que agrupa a 600 investigadores en la materia. Para su presidenta, Amparo Alonso, en los últimos tiempos ha saltado a la industria y por eso está tan de moda.

«Comprobamos que en muy poco tiempo se ha multiplicado por 10 el número de personas involucradas en estas herramientas.

«La inteligencia artificial nos puede ayudar a empoderarnos como personas, a tener más capacidades con nuevos servicios, para tener tratamientos médicos a la carta, luchar mejor contra el cambio climático, reducir la pobreza del mundo… y también otras cosas malas, claro. Todo tiene su doble vertiente».

Aprendizaje más rápido

Según Esther de Nicolás, technical evangelism manager de Microsoft, el cambio radical que se está produciendo ahora está marcado por «la accesibilidad y la democratización de estas herramientas».

«Nunca antes en la Historia de la Humanidad habíamos tenido ese poder, que estuviera a disposición de cada ciudadano, de cada empresa, herramientas tan ricas para cambiar las cosas».

Por ejemplo, ya hay sistemas de reconocimiento de imágenes que son capaces de detectar el cáncer con más precisión que el oncólogo más atento. También se habla de que por ejemplo Cortana podría en un plazo de tiempo no muy extenso hacernos de secretaria en una reunión, que permaneciera activado durante un encuentro y que al finalizar resumiera por nosotros los principales puntos abordados.

Echando una mirada al futuro, Carlos Clerencia, director general de Intel España y Portugal, barrunta que «estas máquinas podrán emular al cerebro humano para el año 2060 o 2070».

«La máquina en sí misma podrá rediseñarse por sí sola para aprender más rápido. Será capaz de revisar sus propios algoritmos en cuestión de horas. Porque, al final, todo se resume en algoritmos que van corriendo en una máquina».

Para Ramón López de Mantaras, director del Artificial Intelligence Research Institute (IIIA-CSIC), «si no dotamos a futuras inteligencias artificiales y robots de sentido común, no lograremos que las máquinas lleguen a tener una inteligencia parecida a la humana».

«Por muy inteligentes que lleguen a ser las máquinas, su inteligencia será distinta de la nuestra y ajena a nuestros valores. Por este motivo, es necesario reflexionar si realmente queremos dotar de autonomía completa a futuros sistemas de inteligencia artificial».

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