Se puede producir fácilmente con una impresora 3D

Así funciona ‘Sarco’, la cápsula de suicidio ‘Made in Australia’

Un invento del médico Philip Nitschke, al que algunos han bautizado como “el Elon Musk del suicidio asistido”

Sarco: La persona entra, digita un código y gracias a un dispositivo portátil la cápsula se llena de nitrógeno.
Sarco: La persona entra, digita un código y gracias a un dispositivo portátil la cápsula se llena de nitrógeno. PD

Da hasta ‘yu-yu’. La primera máquina para cometer suicidio, que se puede producir fácilmente con una impresora 3D, ya se vende en Australia.

El médico australiano Philip Nitschke es el inventor de Sarco, el primer dispositivo del mundo para suicidarse.

El aparato ha sido diseñado para ayudar a morir a las personas que lo deseen de manera indolora y en cuestión de minutos.

El controvertido invento de Nitschke, al que algunos han bautizado como “el Elon Musk del suicidio asistido”, está diseñado para ser impreso en 3D y ensamblado en cualquier parte del mundo.

La máquina tiene forma de cápsula y también sirve como ataúd.

El dispositivo podrá ser utilizado legalmente en el estado de Victoria (cuya capital es Melbourne), que no hace muchos meses legalizó la eutanasia en determinadas condiciones para pacientes que sufren enfermedades terminales.

«Sarco», tal el nombre de la novedosa máquina, consiste en una cápsula tipo sarcófago, montada sobre una plataforma.

La persona entra, digita un código y gracias a un dispositivo portátil la cápsula se llena de nitrógeno, al tiempo que se reduce el nivel de oxígeno a aproximadamente un 5%.

El candidato a la muerte queda inconsciente y fallece sin experimentar dolor, lo que el médico ha comparado con “la sensación de despresurización de una cabina de avión”.

«La muerte virtual será percibida como un movimiento hacia el cielo».

Para poder usar el dispositivo la persona deberá completar un formulario online, con el objetivo de evaluar sus facultades mentales.

Si supera la prueba obtendrá un código válido durante 24 horas.

Por el momento, los pacientes residentes no solo necesitan el permiso de su médico tratante sino que deberán sufrir una enfermedad terminal y tener un diagnóstico que prevea menos de seis meses de vida.

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