Lo tremendo, lo acongojante, lo preocuopante es que crecer ya no significa crear empleo
Erik Brynjolfsson y su compañero Andrew McAfee llevan el último año y medio argumentando que los grandes avances tecnológicos son los responsables del bajo crecimiento de empleo de los últimos 10-15 años.
De corroborarse su hipótesis, tanto la teoría económica como las políticas gubernamentales deberán ser repensadas. Así destruye empleo la tecnología, según el MIT Technology Review.
El futuro, de acuerdo con estos académicos, se presenta negro para muchos trabajadores de cuello blanco. Las innovaciones tecnológicas van introduciéndose en cada vez más campos: manufacturero, minorista, eclesiástico, derecho, servicios financieros, educación, medicina…
En algunos sectores, la entrada de robots, nuevo software o máquinas que sustituyen a personas es más que evidente desde hace muchos años.
Pero la teoría de Brynjolfsson y McAfee va más allá: creen que el cambio tecnológico está destruyendo empleos más rápidamente de lo que los está creando, contribuyendo al estancamiento de los ingresos medios y fomentando la desigualdad en EEUU.
No lo han estudiado, pero creen que lo mismo sucede en otros países tecnológicamente desarrollados.
La clave de este fenómeno está en la productividad, uno de los indicadores favoritos de los economistas a la hora de medir el crecimiento y la creación de riqueza.
Crecer ya no significa crear empleo
Brynjolfsson gusta de utilizar un gráfico que muestra como el crecimiento de la productividad y del empleo iban de la mano durante muchos años después de la Segunda Guerra Mundial.
El patrón era simple: las empresas generaban más valor de sus empleados, lo que suponía que el país en conjunto se volvía más rico, fomentando la actividad económica y creando más empleo.
Sin embargo, a partir del año 2000, los caminos empezaron a divergir, con la productividad aumentando de manera robusta al mismo tiempo que el empleo languidecía.
Para el año 2011, la brecha ya era significativa, mostrando que el crecimiento económico ya no generaba un incremento paralelo del empleo. Brynjolfsson y McAfee lo llaman «el gran desacomplamiento», y aseguran que la tecnología es la fuerza detrás de este cambio de paradigma.
Como analiza el MIT Technology Review, esta teoría es alarmante, ya que amenaza la fe que tienen la mayoría de los economista en el progreso tecnológico.
Los autores creen que la tecnología tiene beneficios, ya que mejora la productividad y hace más ricas a las sociedades, pero al mismo tiempo alertan de su lado oscuro: elimina la necesidad de muchos tipos de empleo y además deja a estos trabajadores en una situación mucho más precaria que antes.
Brynjolfsson apoya su teoría con otro gráfico que muestra como los salarios medios siguen cayendo incluso aunque el PIB se dispare.
«Es la gran paradoja de nuestra era».
«La productividad está en niveles récord, la innovación nunca ha sido tan rápida y al mismo tiempo tenemos una caída de los ingresos y menos empleos. La gente se está quedando atrás porque la tecnología avanza tan rápido que nuestras habilidades y nuestras organizaciones no son capaces de seguirla».
Ambos no se consideran luditas. De hecho, sus críticos aseguran que son demasiado optimistas con los avances tecnológicos.
Brynjolfsson se defiende asegurando que cuando empezaron a escribir Rage Against The Machine, el libro de 2011 en el que se explica su teoría, querían explicar los beneficios de las nuevas tecnologías.
Sin embargo, durante su investigación descubrieron que esas mismas tecnologías estaban reduciendo la demanda de muchos tipos de empleados humanos.
Un cambio sutil pero de gran escala
Las tecnologías a nivel industrial tienen efectos evidentes, e incluso los nuevos avances, como el coche sin conductor de Google, anticipan que el salto podría suceder en los próximos años.
Y es que todavía está por explotar un cambio menos dramático, pero que puede tener un impacto mucho mayor en el empleo: el de los servicios profesionales.
Tecnologías como la web, la inteligencia artifical, el big data y la mejora analítica, todas ellas hechas posibles gracias al incremento de la capacidad de los ordenadores, están automatizando muchos tareas rutinarias.
Incontables trabajos tradicionales de cuello blanco, como en correos o servicios de atención al cliente, han desaparecido.
Es lo que W. Brian Arthur, investigador en el Xerox Palo Alto Research Center y exprofesor de Stanford, llama «economía autónoma».
El cambio es mucho más sutil que la idea de robots haciendo trabajos humanos: engloba «los procesos digitales en relación con otros procesos digitales y creando nuevos procesos», permitiendo que todos nosotros hagamos muchas más cosas con menos gente, haciendo que sus empleos se queden obsoletos, explica Arthur.
«Las versiones digitales de inteligencia humana» están sustituyendo cada vez más incluso esos trabajos que una vez parecía que necesitaban de humanos. «Va a cambiar cada profesión de una forma que apenas todavía hemos visto».
McAfee, un entusiasta de las tecnologías, es pesimista sobre el futuro y no cree que los empleos que se están destruyendo vayan a volver.
De hecho, cree que irá a peor y seguirá creciendo la desigualdad en las próximas décadas.
«Me gustaría equivocarme, pero una vez que se desarrollen todas esas tecnologías de ciencia-ficción, ¿para qué se necesitará a la gente?»