Palo Alto (California) – Kate Chan, una comercial digital de 30 años que reside en Silicon Valley, se acercó por primera vez a las aplicaciones de citas con una mezcla de curiosidad y esperanza de que estas plataformas pudieran ayudarla a encontrar a alguien de su agrado.
Pero después de seis meses de pruebas, de salir con muchachos que ella pensaba que eran aburridos u obsesivos con el trabajo, ella ha vuelto a las «citas a la vieja usanza»: sin pantalla. Ahora conoce a chicos durante reuniones sobre bricolaje o mientras practica la escalada en el gimnasio.
«No quería confiar más en los algoritmos», dice. «Cuando se trata de eso, realmente tengo que ver a esa persona cara a cara, para obtener esa intuición que no tienes de forma digital», agrega.
Los solteros de Silicon Valley, el corazón de la ambición tecnológica de Estados Unidos, pasan gran parte de sus vidas en silenciosa devoción por el poder del algoritmo todopoderoso, impulsados por la creencia de que la tecnología puede resolver los peores males del mundo.
Pero cuando se trata de los algoritmos del amor, muchos dicen que están perdiendo la fe. Se preguntan si el valle, un lugar infamemente inhóspito para el romance y con el desequilibrio de género más grande del país, ha demostrado ser demasiado desconcertante incluso para sus propias aplicaciones de citas. Pero también les queda una duda fundamental: tal vez los misterios humanos de la química y la atracción no son problemas que los big data puedan resolver.
Fuente original: Drew Harwel, Infobae/Leer más
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