Encadenados a la mentira

¿Podemos permitirle todo a la tele? ¿Por qué algunas mentiras, emitidas por televisión, nos dan igual? ¿Está el engaño televisivo socialmente asumido e incluso bien visto? ¿Todo vale en televisión? Las mentiras en televisión se repiten y son difíciles de reconocer por parte de sus responsables. El jueves, la reina de la mentira televisiva fue al programa ‘Encadenados’.

El divertido y necesario programa que emite Localia me invitó a compartir unas palabras con Leticia. En pocos minutos debía contar mi experiencia en el programa ‘Mentiras Peligrosas’ que presentó Leticia Sabater, esputarle sus mentiras y sus fraudulentos modos. Me sorprendió mucho que una profesional del medio, como ella misma se reconoce, confesase que su programa era un reality show más. Seguidamente, entré por teléfono y, tras acreditarme por este medio, le dejé clara la diferencia: Un reality refleja la realidad, transparente y sin pautas, de unos personajes (conocidos o no).

Su programa mezclaba un falso talk show con un improvisado Pressing Catch. La historia que viví, aunque no se la pude recordar a ella (antes verdugo, ahora víctima) tan detallada como me hubiese gustado, resulta reveladora y tremendamente divertida. Descubrí en primera persona las mentiras y engaños a los que son sometidos los espectadores y me permití poner a prueba mi capacidad de improvisación y el límite del equipo de Canal 7.

A la entrada me encontré con un guión de cuatro páginas escrito a máquina y un redactor que me estaba indicando quiénes iban a ser mi novia y mi amante. Me dijo que el programa era en directo y que faltaban dos horas para contar nuestra historia. Lo primero que le pregunté fue cuánto se cobraría: Alrededor de 45 euros. Mi novia y mi amante, que a la vez era la hermana de mi novia, eran muy simpáticas en la realidad. Los tres nos estábamos descojonando mientras improvisábamos cómo podríamos atizarnos para calentar la inaudita historia. En ese momento, un ser chillón y teñido entró en la sala. Era Leticia Sabater.

Con aires de prepotencia cogió su guión y, mascando chicle con la boca abierta, empezó a leerlo por encima con uno de los redactores (sólo había dos). Se acercó a nosotros y nos dijo que gritáramos mucho, que nos pegáramos, que quería “camorra”. Entonces yo, que me estaba empezando a emocionar, le dije claramente que la historia me parecía pobre y que deberíamos crear un poquito los personajes. Había que intentar comprobar hasta dónde se podía llegar en un programa de esas características. Se me ocurrió que como mi personaje era un poco apocado, sumiso y maltratado por las mujeres, podría sufrir alguna enfermedad real. Algo que sin estar en la escaleta de frases del guión pudiera verse en acción y sirviese para acrecentar el espectáculo: ataques de asma en directo, por ejemplo.

Leticia lo calificó cómo “chachi”, “superguay, muy bien, sí señor, asmático”. Claro que Leti no sabía que ella misma acabaría en el suelo del set, aún no era consciente de lo que yo estaba maquinando. Cuándo salí al plató comencé a contar mi triste historia. Yo me llamaba Emilio y mi novia me pegaba y maltrataba, por eso había ido al programa para dejarla en directo y confesarle que le ponía los cuernos con su propia hermana, que saldría minutos después.

El guirigay se montó cuando mi novia maltratadota me pegó unos ensayados empujones y yo comencé con el ataque de asma verbalmente acordado. Tras unos exagerados espasmos y poner los ojos en blanco en frente de la cámara, inicié un ataque de asfixia que sólo pude colmar quitándome el zapato que llevaba y acercándomelo a la nariz. Leticia y el público empezaron a reír y, evidentemente, era cómico, pero yo, entre alaridos, confesé que no era ninguna broma, que sin tener la medicina el zapato era lo único que me calmaba. Entró después mi amante y todos nos enzarzamos en una pelea.

A mí me entró de nuevo el ataque, tiré a Leticia al suelo y ella, entre risas, me acercó el zapato a la boca para curarme. Cuando se cortó la emisión Leti estaba feliz y pletórica, efectivamente auguraba con ello muchos zappings en las teles nacionales. Y así fue: para su dicha de estrella mediática y para mi desgracia profesional me pude ver hasta en la ‘Batidora especial de año nuevo’.

Acabó el programa y al salir de Canal 7, una abuelita me paró en la calle y me dijo compungida: “¡Ay cariño! Te acabo de ver por la tele. Que cosas te pasan, que mal te tratan”, y se acercó a darme un abrazo. A la señora le dije y con temor de destrozarle el corazón in situ: “Señora, no se ponga triste, que a mi no me pasa nada. Lo que usted acaba de ver era todo mentira. Yo ni me llamo así, ni me pasan esas cosas”.

Leticia Sabater dejó de ser la reina infantil y se ubicó en Canal 7 para traer ‘El programa de Laura’ a España. La verdad es que la producción local madrileña dejaba mucho que desear, los guiones eran pésimos, el decorado más pobre que las ofertas del Ikea y la naturalidad de los falsos testimonios echaba para atrás.

Leticia cometió muchos errores en su pasado televisivo. Seguir reconociendo a día de hoy, que ‘Mentiras Peligrosas’ era un reality, ya no es mentir, sino insultar a su audiencia y a gente como yo, que compartimos con ella el engaño televisado.

Poco pudo decir Leticia a su favor, tras mi intervención en el programa ‘Encadenados’. Recordé a los espectadores que a través de PERIODISTADIGITAL podrán leer más mentiras, y más manipulaciones. Al menos se intenta analizar lo que pasa en la tele, con un particular punto de vista. Como a través del lenguaje audiovisual, también y tan bien lo hace el equipo de ‘Encadenados’. Tras la intervención telefónica, enseguida pasaron a otros videos. Una verdad tan aplastante y a la cara no es fácil de rebatir.

En la tele de hoy, los realitys y talk shows apestan a timo. Cada día descubrimos las mentiras y los engaños en sospechosos concursantes y por testimonios repetidos de gente anónima. Otros concursantes salen de los programas echando pestes de lo que vivieron. Algunos podemos contar lo que vivimos. Otros viven de lo que cuentan algunos. Los espectadores estamos encadenados a la mentira. La gente sigue los programas con conciencia de ser falsos, pero seducidos por su artificio. En la tele de hoy las mentiras ya no son peligrosas, sino inocentes y socialmente asumidas.

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