Así pensamos sobre “Yo soy Bea” quienes hemos dejado de exigirle a la tele cosas que no le corresponde darnos.
No voy a entrar en eso de los personajes estereotipados, que lo están. Ni guiones tópicos, que los tiene. Ni tampoco hablaré sobre sus previsibles golpes de efecto, que se consiguen continuamente por su decorado e interpretaciones.
El éxito de “Bea: la española”, amen de estar bien programada en las tardes de verano, radica precisamente en que el espectador ya sabe lo que va a pasar. Conoce la historia y le gusta que se la cuenten, que se la cuelen. Nadie se atrevería a criticar el cuento del patito feo, por muchas veces que se lo contaran. Al contrario, cuanto más lo oímos, más nos enamoramos de él.
Al españolizar el famoso culebrón colombiano, la serie ha ganado. El interés por lo local, al contrario que pasa en el cine, en la pequeña pantalla crece.
No seguiré ‘Bea la fea’ pero no me importará verla cuando zapee durante un rato. No se puede hablar mal de una serie que no intenta ser pretenciosa. No tratan de engañar a nadie. El espectador sabe lo que va a ver y los de Telecinco se lo cuentan como lo quiere ver: con una Bea que más que fea, es desgraciada, con tipos y estereotipos, con previsibles situaciones del chiste tonto pero visualmente elaborado…
Una sorpresa ha sido conocer al gemelo del gran hermano Ángel Tous (el de Sabrina). En su primer papel, se ha convertido en galán protagonista. No es Tom Cruise, pero ha supuesto un respiro a los que estábamos hasta el gorro del pésimo Mariano Alameda para este tipo de productos.
La serie triunfará este verano porque Telecinco ha vuelto a dar en el clavo con un producto simple pero agradable de ver. La tele necesitaba algo así de ñoño y edulcorado para hacer la digestión.
Mucho mejor que la latosa ‘Sopa boba’ y que los pesados resúmenes de gente, anónima o famosa, lavándose los dientes para esas horas.
