Mediocridad exportable (Los Ravioli)

Me resulta cómico que algunos tomen nuestras exportaciones audiovisuales como un logro de la ficción española. “España vende ficción en el mundo”, titulaba El Mundo este fin de semana en un reportaje de Esther Alvarado. El valor exportación, el industrial, prima ante el valor de calidad. ¿Qué exportamos? Evidentemente, lo más corriente, popular, adocenado, fácil, aburridamente familiar.

El logro no es de la ficción, es de lo industrial, la compra sin excesivo riesgo de algo que ha funcionado en otro país. Globomedia, ‘Globomierda’ para algunos conocedores de sus entrañas con blogs propios, es uno de los líderes en exportación de eso que llaman ficciones.

Para que se hagan una idea de cómo anda el viejo continente, un truño indecente como Ana y los siete ha sido un boom en Chile y Portugal.

España, una potencia en este terreno, es ya el tercer país productor de ficción televisiva en Europa. Entre otras glorias nacionales, hemos exportado Periodistas, Compañeros, Hospital central, Farmacia de guardia, Al salir de clase y Los Serrano. Nos ha faltado exportar Los aparejadores, pero aun no se ha inventado.

Y yo me pregunto: Si Un paso adelante, que es una copia de Fama, arrasa en Rumanía… ¿cómo puede haber un comprador tan inepto como para dar un pastizal por eso que no es original, importable o nuevo?, ¿cómo puede hacerlo con las series de médicos, periodistas o policías, que llevan inventadas desde los años sesenta? También la melosa Cuéntame, que es Aquellos maravillosos años, es un exitazo en México.

El ejemplo de las rompedoras decisiones de los amos de la tele se ejemplifica muy bien con lo que han hecho en Italia con la gritona y tosca serie Los Serrano. Los genios de la producción de la tele italiana (que ha logrado aserranando su parrilla más de un 30% de share) han sustituido la taberna de Bonilla por una tasca romana y la afición al Real Madrid por el Roma. ¡Guau!

Los Serrano pasan con éxito a ser los «Ravioli» ¡Bravo!

La ignorancia e idiotez humana que se acumula en los despachos ejecutivos de toda Europa me supera cada día, amigos.

«Síndrome María Teresa Campos» y GLOBOMIERDA

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