Reconoció Jorge Javier Vázquez que todos habían tenido sus dudas al hacer el especial sobre Bibiana Fernández, compañera de profesión y amiga. Y que estaban incómodos.

Bibi es amiga mía y se portó conmigo muy bien. Sabía que se preparaba este programa y cuando estuvimos presentando una gala juntos no me dijo nada. A la noche, cuando estábamos solos, le dije que yo estaba mal y que le tenía que confesar que hablaríamos de ella. Me dijo que ya lo sabía y que no le hacía ninguna gracia.”

Lo contaba Jorge Javier como una gran hazaña y no podía pararse a reflexionar sobre su propia moralidad. Aunque él enfocara la anécdota por lo bondadosa que es su amiga Bibi, en realidad se reflejaba lo judas y miserable que es. Vendido. Se prostituye y lo da por sentado. Amoral. Sería capaz de vender a su madre por unas horas de protagonismo en prime time con lenguaje obsceno e imágenes comprometidas.

¿Y si se hubiera negado a hacer el programa?, ¿qué hubiera sentido? Nunca lo sabrá.

El daño que han hecho a Bibiana con este especial es tremendo. Los periodistas fariseos que llevan debatiendo sobre su vida toda la semana no paran de decir que a Bibi le está haciendo daño que todo su pasado salga a la palestra y que, sin embargo, es una amiga modélica y encantadora con la prensa.

Dicen que siempre ha sido respetuosa y amable con los medios. Menuda forma más asquerosa de pagárselo.

Sabe Jorge Javier que la libertad de uno termina cuando empieza la del otro. No busca el equilibrio entre el trabajo y la honestidad consigo mismo. ¡He escrito la palabra honestidad en un texto sobre Jorge Javier Vázquez!

Este personaje conoce lo que hace, en lo que participa, está haciendo daño a alguien, alguien a quien «quiere» y, sin embargo, lo lleva a cabo. Puede decir no, ¿quiere hacerlo realmente? Se prostituye. Hace el mal. En su fondo, ya ha aprendido a disfrutarlo.

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