«No me explico el jaleo mediático sobre el debate. La televisión ha hinchado el globo hasta límites ridículos. Nos ha contado la dificultad para ponerse de acuerdo, el diseño del escenario, la altura de las sillas, la temperatura del estudio, el protocolo de entrada de los púgiles», opina el filósofo José Antonio Marina. «Incluso se ha elogiado que los tiempos hayan sido medidos por cronometradores oficiales. Ha sido el debate del recelo, trufado de frases de diseño. Dicen que debemos estar agradecidos a los políticos por arriesgarse a participar en el debate. ¿Pero de qué me están hablando? Es un provincianismo político detestable.»
El filósofo, autor de ‘La inteligencia fracasada: teoría y práctica de la estupidez’, escribe en su columna dominical en Crónica:
«La operación de márketing bipartidista ha sido propia de un espectáculo deportivo, un derbi, una final de campeonato. Comprendo el enfado de Llamazares, excluido de este cielo de los dioses olímpicos. Y me conmueven los gestos de Rosa Díez para hacerse oír. (Por cierto, me ha gustado mucho el libro publicado sobre UPyD por la editorial Triacastella).
Siempre he estado en contra del voto cautivo, del que vota al mismo partido haga lo que haga.
He votado a todos, porque me parecen todos necesarios, pero en su momento. No caigo en el espejismo del partido único. («¡Qué bien gobernaríamos si no tuviéramos oposición!»). En fin, espero que nadie cambie su voto por un debate.»
