Buenafuente: «Las audiencias ya no son lo que eran»

El mundo, domingo 30 marzo

Cerca del mediodía su voz todavía suena a recién levantado. Efectos del trabajo nocturno. Su programa alcanza las 400 emisiones y él no percibe ningún síntoma de agotamiento. Al contrario, no se cansa de repetir que su salud es de hierro y que atraviesa su mejor momento. Lo cierto es que esta temporada se ha colado en el debate electoral y en el Festival de Eurovisión. La resaca del Chiki-chiki todavía se agita en su cabeza y eso que esa aventura todavía no ha puesto el THE END.

Pregunta.- Confiese: el Chiki-chiki se les ha ido de las manos.

Respuesta.- Es la locura más divertida que hemos hecho. Y es un premio a tantos años de gamberrismo, de transgresión, de inventar.

P.- Menuda juerga se correrían el día que consiguió el pase a Eurovisión.

R.- Pues sí. Es que sentí cosas que no sentía desde hace años. Me vi abrazado a mis socios en mi casa, montamos una fiesta privada en El Terrat, nos fuimos todos de copas cuando volvió el Chiki de Madrid.

P.- Cumple 400 programas, ¿lo interpreta como un éxito o como que ya queda menos para la retirada?

R.- El programa tiene una salud de hierro y tiene una larga vida por delante.

P.- Cada noche busca su momento de gloria sólo ante la cámara con sus monólogos. ¿Es el mejor alimento para su ego?

R.- Es el sello del programa. Como presentador, actor o no sé muy bien qué soy, ese momento de expresión es alucinante. Además, en los últimos tiempos me siento mucho más cómodo.

P.- ¿Confirma que se los escribe un mono llamado Marcos y que fuma ducados?

R.- Efectivamente. Bueno, en realidad es como una parte de la misa y todos los monaguillos estamos implicados. Uno pasa temas, otro los coge, ahora se ve el tiempo… Es un género complicado para diario, porque meter cada día la actualidad, darle un giro cotidiano y que suene bien en mi voz es complicado.

P.- Usted es accionista de La Sexta. ¿Con qué frecuencia se llama para echarse la bronca o quejarse de la audiencia?

R.- Lo mejor que puede hacer un directivo es no llamarte nunca. Y eso pasa en La Sexta. Esta televisión es distinta a las demás. Mientras que en el resto de cadenas prima más el espíritu competitivo, aquí lo hace el constructivo. Aquí sabemos lo que somos y tienes una libertad que va muy bien para la creatividad.

P.- ¿Quiere decir que no le interesan las audiencias?

P.- He constatado que las audiencias ya no son lo que eran. Hay una manera de entender la televisión resultadista y otra de proyectos. La primera te llena de angustias y la segunda te da alas.

P.- ¿Por qué no trabaja los viernes, privilegios de ser el jefe?

R.- Eso se lo inventó Pepe Navarro, que en su momento decidió que los late en España iban de lunes a jueves y así quedó establecido. Así que aprovechamos para agradecerle a Pepe ese detalle.

P.- ¿Sigue pensando que no fue un paso atrás cambiar Antena 3 por La Sexta?

R.- Supuso un paso adelante en el programa. Ahora es mejor que nunca: más fresco, más libre y más caliente.

P.- Y mucho más minoritario.

R.- La audiencia no me influye a la hora de hacer un programa. En este tipo de espectáculos, como son en directo y con público, acabas trabajando para los 200 que están allí. Y no sabes si hay un millón o dos millones detrás. Trabajas con la reacción inmediata del público presente. Ese es tu baremo. Si no se ríen en plató o están fríos y tengo audiencia, no me sirve de nada.

P.- ¿No es su programa una versión pirata de los late night de EEUU?

R.- Cuando empezaba, en 1995, me enseñaron un programa de David Letterman y vi que ése era el tipo de televisión que yo quería hacer. Cuando los veo ahora, sin embargo, te diré con un poco de orgullo que me gustan más mis programas. Aquí hay más verdad, somos más gamberros e improvisadores.

P.- Mucha gente piensa que su programa es demasiado personalista.

R.- Claro que lo es, eso no se puede esconder. Empezando por el nombre. Es un programa en el que el presentador tiene un mundo y lo vende cada noche. ¿Demasiado? A quien lo piense sólo puedo decirle que no lo vea.

P.- ¿Cuándo confirmará su paternidad sobre El Follonero, Berto y Chikilicuatre?

R.- Este programa me ha demostrado que formamos un equipazo cada noche que te nutre, te enriquece y te pone las pilas. Suelo decir que esto es como un partido de fútbol sala y para mí es un placer jugar en este equipo.

P.- Estos descubrimientos le destacan también como un gran descubridor de talentos cómicos.

R.- Me gusta mucho. Respeto a los consagrados, pero el placer de ver crecer un cómico a tu lado es algo muy bonito y he tenido suerte con las apuestas. También es cierto que generamos las condiciones para ello: libertad, tranquilidad, apoyo, cariño, etcétera. Berto, por ejemplo, hace lo que le da la gana cada día. Durante un cuarto de hora vende su mundo dentro de mi mundo. ¡Pero es que tiene un mundo muy divertido!

P.- Hace un programa de hora golfa, ¿qué culpa tiene en la baja natalidad de España?

R.- O de la alta, porque la gente se va más contenta a dormir. Se acuesta reída y cuando te acuestas reído eres más proclive al roce.

P.- Ha confesado ser un fracasado escolar y un gandul. ¿Esto demuestra que hasta el más tonto hace relojes?

R.- Esto espero que no lo lean los niños, pero es el ejemplo de que un tipo que no servía para nada hizo de su carácter su oficio. Me dijeron: ‘parece que hace gracia lo que dices’, y me fueron dando alas y aquí hemos llegado. No sé si puede servir para otros, pero a mí no me ha ido mal. Dicho esto, me toca dirigir una empresa, leer, escribir. Si lo llego a saber hago una carrera…

P.- Ha sido el primer showman en entrevistar a Zapatero. ¿Fue un encuentro para devolver favores?

R.- Ni mucho menos. Eso me lo preguntas porque eres de EL MUNDO, claro (Risas). Yo no agradezco nada a nadie y me siento muy orgulloso de mantener mi independencia. Además, rompió un tabú que parecía impedir a un presidente hablar con un cómico.

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