Una vez más, las discográficas intentan meter sus ambiciosas narices en la distribución de la cultura. «O estás en mi mercado o no estás», deben haber pensado estas empresas privadas antes de demandar a Pablo Soto, rey del P2P, por competencia desleal y reclamarle más de trece millones de euros por daños y perjuicios. De locos.