Esta artista trabaja unos 15 años en una obra con mejillones sin saber que la estaba matando

Genser trabaja como escultora desde 1991. Hace unos 15 años la artista comenzó la creación de una escultura del primer hombre, Adán a partir de conchas del citado molusco, las cuales compraba en grandes cantidades en el Chinatown de la ciudad canadiense, según rt.

Genser, de 59 años, cocinaba los mejillones para sus amigos dos o tres veces en la semana y trabajaba con los restos para seguir avanzando en la obra. La artista podía pasar unos 12 horas al día escarbando y lijando las conchas para darle forma al cuerpo de Adán.

Sin embargo, después de unos cuantos meses trabajando en el personaje bíblico, la artista canadiense empezó a sentirse mal. Genser sufría dolores de cabeza y vómitos. Más tarde los síntomas se agravaron. Incluso tenía problemas de movilidad. Además, tenía dolores musculares cuando manejaba sus herramientas.

La situación fue empeorando y en 2013 cayó en cama con insoportables y paralizantes dolores corporales que le sobrevinieron mientras limpiaba en casa. Se sentía débil e incapaz de mantenerse de pie. Era incapaz de unir frases completas, y su discurso era confuso. Incluso perdió la capacidad auditiva del oído izquierdo.

«Creí que me estaba muriendo, pero quería terminar mi escultura de Adán», confesó la mujer, que consultó varios especialistas, los cuales no fueron capaces de dar con un remedio a la dolencia. Tampoco le ayudaron diferentes tipos de antidepresivos, antipsicóticos y tranquilizantes que tomaba.

Cuando los médicos le preguntaban si trabajaba con algún material tóxico, la mujer respondía siempre que no, pues todo su repertorio eran productos naturales, tales como cáscaras de huevo, huesos de animales, coral, plantas secas o los mismos mejillones.

Sin embargo, en 2015 un examen de sangre realizado descubrió que la mujer presentaba altísimos niveles de arsénico y plomo. Le diagnosticaron entonces una intoxicación por metales pesados.

Fue entonces cuando un especialista del Museo Real de Ontario le explicó a la artista que las conchas y los huesos acumulan toxinas. Al tocar las conchas y respirar el polvo que desprendían de su trabajo, parte del metal ingresaba en su cuerpo.

Al conocerlo, la artista comenzó a despedirse paulatinamente de su trabajo con las conchas, pero antes de ello quiso, pese al riesgo que corría su salud, terminar la obra de Adán, que cariñosamente llama ‘Mi hermosa muerte’. «No podría haberlo dejado inconcluso. Todo el sufrimiento habría sido para nada», explicó la artista.

La salud de Genser no se ha recuperado nunca del todo. La mujer todavía sufre náuseas y problemas de memoria y presenta altos riesgos de padecer enfermedades neurológicas como los males de Parkinson o Alzheimer.

La mujer, tanto por sí como artista admite en Toronto Life que cuando mira a Adán, siente pena tanto por ella misma como por nuestro planeta. Aunque Genser también asegura tener satisfacción porque su Adán «es magnífico».

 

 

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