No se cortan un pelo en Telepedro.
Ni en los programas de bienpagados como Ruiz, Cintora o Intxaurrondo, ni en los telediarios.
La escena, aunque breve, ha encendido todas las alarmas en torno al papel de la televisión pública.
La duda, la incógnita, la cuestión es si los afectados van a ir a los tribunales o no. Porque motivo para emplumar a RTVE tienen y de sobra.
Durante el informativo del mediodía de La 1 de TVE, mientras se narraban las protestas frente al Tribunal Supremo por la condena al ex fiscal general del Estado Álvaro García Ortiz, apareció en pantalla una pancarta que mostraba, con nombres, apellidos, fotos y una esvástica, a tres magistrados del alto tribunal etiquetados como “Nazionalsozialistich”.
No se trató de un plano efímero perdido entre la multitud. La imagen ocupó el centro del encuadre y permitió leer claramente la combinación de rostros, rótulos y simbología nazi.
En cualquier contexto informativo esto es un asunto delicado; en un telediario público, en medio de una crisis institucional entre Gobierno y Poder Judicial, el gesto se convierte en un mensaje político por sí mismo.
Una protesta legítima, una cobertura explosiva
La concentración frente al Tribunal Supremo, en Madrid, fue convocada para protestar contra la condena a García Ortiz, quien ha sido inhabilitado durante dos años y multado por un delito de revelación de secretos relacionado con el novio de la presidenta madrileña, Alberto González Amador.
Según la Delegación del Gobierno, alrededor de 300 personas se congregaron ante la sede del alto tribunal.
Durante esa protesta resonaron lemas como “no al lawfare”, “la democracia está en riesgo”, “persecución judicial” o carteles que decían “se vende juez corrupto”, creando una narrativa que presenta al Supremo como un actor político antes que como un órgano judicial.
En otras manifestaciones relacionadas, se han escuchado consignas como “jueces fascistas” o “fuera fascistas del Tribunal Supremo”, e incluso se ha calificado a la sentencia como un “golpe de Estado” en la justicia.
En este clima de desconfianza hacia el Poder Judicial, cada elección visual en el Telediario tiene su peso. Mostrar una pancarta aislada que asocia a tres magistrados con el nazismo no es simplemente “reflejar lo que ocurre en la calle”: selecciona una imagen extrema y la proyecta bajo el sello de la radiotelevisión pública, amplificando su carga simbólica.
Tres jueces, una esvástica y una línea roja
La pancarta captada por las cámaras de RTVE señalaba específicamente a los magistrados del Supremo Antonio del Moral, Antonio Arrieta y Juan Ramón Berdugo, exhibiendo sus fotografías junto a una esvástica y el rótulo “Nazionalsozialistich”. El plano se emitió sin ninguna contextualización crítica inmediata ni advertencia sobre lo difamatorio del mensaje.
Este encuadre plantea varias cuestiones fundamentales:
- ¿Hasta dónde llega la responsabilidad de mostrar lo que sucede en las calles?
- ¿Cuándo se convierte la difusión de una imagen en un altavoz para discursos de odio?
- ¿Puede la televisión pública legitimar indirectamente la comparación entre jueces españoles y el nazismo?
Para asociaciones judiciales y plataformas cívicas, el ambiente ya era tenso. La Plataforma Cívica por la Independencia Judicial ha denunciado recientemente “presiones intolerables” sobre el Tribunal Supremo debido a la condena a García Ortiz, alertando sobre campañas de descrédito y movilizaciones que, según ellos, vulneran la separación de poderes y erosionan la confianza en el sistema judicial. En este contexto, la imagen emitida por TVE se percibe como un paso más en esta escalada verbal contra los magistrados.
De la crítica política al discurso de odio
El uso del término “nazi” en el debate público español no es algo nuevo; sin embargo, su banalización genera cada vez más preocupación. El Observatorio de Antisemitismo ha documentado un aumento reciente en comparaciones abusivas con el nazismo en medios, redes sociales y actos públicos. Esto ha sucedido tanto para atacar instituciones como para demonizar a personas o a Israel. El patrón es claro: se toma el imaginario nazi como insulto supremo, desconectándolo de su contexto histórico y aplicándolo casi a cualquier conflicto político.
Cuando esta lógica se traslada a los medios públicos, su impacto se multiplica. No se trata solo de que alguien lleve una pancarta en las calles; es que la principal plataforma audiovisual del país decide mostrarla con énfasis, integrándola dentro de un relato que cuestiona imparcialidad del Supremo y presenta la condena al ex fiscal general como parte de una maniobra política.
El resultado es un cóctel peligroso:
- Se refuerza la noción de que los jueces actúan impulsados por ideologías.
- Se normaliza el uso simbólico nazi como método de protesta.
- Se desdibuja la línea entre crítica válida y difamación.
Un patrón en casa: dianas y señalamientos
Lo ocurrido en el Telediario no surge aislado. En los últimos meses, se ha acusado a esta corporación pública de utilizar algunos programas como plataformas para señalamiento político. En espacios conducidos por periodistas como Silvia Intxaurrondo o Javier Ruiz, han mostrado imágenes de figuras públicas rodeadas por círculos sobre sus rostros; composiciones que evocan auténticas dianas.
Este recurso visual repetido no es neutral. Marca objetivos claros, personaliza conflictos y convierte a jueces, políticos o comunicadores en blancos evidentes para provocar indignación entre los espectadores. Sumado ahora a las pancartas que tildan a magistrados específicos de nazis, dibuja un estilo editorial más centrado en combates políticos que en información desapasionada.
Varios elementos forman parte este patrón:
- Defensa explícita de la narrativa gubernamental sobre el lawfare y supuesta politización del Supremo.
- Minimización del punto de vista de los jueces y asociaciones que advierten sobre presiones hacia el Poder Judicial.
- Normalización del lenguaje hostil hacia los magistrados durante protestas y coberturas mediáticas donde proliferan términos como “golpistas con toga” o “jueces fascistas”.
No es simplemente una acusación aislada desde medios rivales; hay una percepción creciente entre muchos ciudadanos: parece que esta televisión pública ha tomado partido claramente por uno de los bandos políticos.
La independencia informativa puesta a prueba
Mientras las calles resuenan con consignas contra el Tribunal Supremo, también se tensa el relato institucional. Para quienes convocaron estas protestas, la condena a García Ortiz resulta ser “injusta” y “arbitraria”, considerándola una “maniobra política” capaz de dar un golpe casi mortal a la credibilidad judicial. Figuras reconocidas como Baltasar Garzón o exministra Dolores Delgado han expresado públicamente su respaldo hacia esta perspectiva política atribuida al fallo.
En respuesta, desde la Plataforma Cívica por la Independencia Judicial enfatizan que cuestionar resoluciones firmes mediante campañas difamatorias y movilizaciones frente a los tribunales “excede lo admisible”, vulnerando además las recomendaciones europeas sobre independencia judicial. Su mensaje resulta claro: si bien criticar es legítimo, deslegitimar sistemáticamente a los jueces pone seriamente en riesgo nuestro Estado democrático.
La forma en que cubre este choque informativo RTVE tiene relevancia porque:
- Es referencia informativa para millones.
- Se financia con dinero público y tiene mandato pluralista.
- Influye notablemente en otros medios.
Cuando una corporación pública adopta marcos agresivos provenientes incluso visualmente —como comparar jueces con nazis o convertir rostros humanos en dianas— sin ofrecer contrapeso alguno ni matizar sus mensajes más beligerantes —como referirse al sistema judicial como si fuese un “golpe estatal”— aumenta considerablemente esa sensación generalizada: parece estar subordinada al Ejecutivo.
Una televisión pública atrapada entre instituciones
Lo que podría haber sido simplemente un error técnico ahora se percibe ya como síntoma alarmante: una televisión pública actuando casi como eco amplificador dentro de ofensivas políticas contra el Poder Judicial. La exhibición reiterada mediante pancartas con simbología nazi junto al señalamiento directo hacia jueces o periodistas dibujan una trayectoria preocupante hacia lo incendiario.
Mientras las instituciones intercambian reproches mutuos e inundan las calles con proclamas incendiarias contra sus adversarios políticos, lo esperable sería que RTVE asumiera papel moderador: enfriar tensiones aportando contexto e información objetiva. Sin embargo, convertirse ahora mismo solo en escaparate hostil añade combustible adicional al fuego ya amenazante para esos puentes necesarios entre poderes estatales.
En definitiva —y cada plano cuenta— mostrar una esvástica junto al rostro concreto de uno o varios magistrados no puede considerarse simple descuido: representa más bien declaración intencionada acerca del lugar donde debería estar posicionada nuestra televisión pública. En medio del enfrentamiento político actual e incomprensiblemente apuntando con dedo acusador hacia uno u otro bando.
