Eurovisión es un festival añorable aunque obsoleto. Sea cual sea el resultado, el público español le suele ser fiel a pesar de que la edición del 2011 haya sido la menos vista en cuatro años ¿Por qué? Porque las nuevas generaciones exigen algo más de originalidad, riesgo y buenas canciones, así como algo menos de añoranza y caspa.
‘QUE ME QUITEN LO BAILAO’, CANCIÓN MEDIOCRE
El 14 de mayo de 2011 se volvió a confirmar que España vuelve a estar a la cola en el festival de Eurovisión. Lucía Pérez y su ‘Que me quiten lo bailao’ se pegaban el ‘batacazo’ conformándose con el antepenúltimo puesto ( el 23).
España recibió 50 puntos que nos otorgaron Francia (12), Portugal (12), Rumanía (5), Albania (5), Macedonia (4), Estonia (4), Suiza (3), Eslovenia (2), Eslovaquia (2) y Reino Unido (1).
La canción es pegadiza pero simplona, infantil y carente de gracia. Eso ya se sabía desde su elección en el concurso previo que organizó TVE, y en el que la pública se cuidó mucho de que el público no tuviese la última palabra y enviase ‘cualquier cosa’ para representarnos ante Europa.
Pues la verdad es que se echa en falta a Chiquilicuatre (nuestro representante en 2008) o a cualquier fiki de turno en un evento como este. Al menos el riesgo, la diversión y el morbo estarían asegurados.
‘Eurovisión’ siempre ha estado marcado por el gusto masivo, por la música pop de fácil digestión que no destaque demasiado. Por eso, durante años, parecía que si alguien sacaba un violín y una voz melosa tenía el galardón garantizado. Pero en los últimos tiempos, la cosa parecía haber cambiado gracias refrescantes sorpresas como los triunfadores Dana Internacional (Israel, 1998) o los heavys finlandeses Lordi (2006).
En 2011, Düsseldorf fue testigo de un festival bien realizado pero soso, aburrido, demasiado blanco en forma y en contenido, con un país ganador, Azerbaiyán, que se impuso con un tema terriblemente blando y desafinado. ¿Por qué volver a los orígenes cuando lo que hay que hacer es innovar?
¿HAY ‘CHANCHULLOS’ POLÍTICOS EN EUROVISIÓN?
La rumorología apunta a que las votaciones se hacen por ‘intereses’ políticos entre países. Cierto es que, aquí, la calidad musical no importa mucho y que los vecinos suelen apoyarse los unos a los otros. Por ejemplo, desde la entrada de los países del Este en la UE, estos han acaparado la mayoría de los galardones. Por esta regla de tres, a España como país, no nos tienen mucho aprecio. En 2011, los previsibles, Francia y Portugal nos han regalado votos decentes.
Si es que ya lo dijo la propia Lucía Pérez tras su actuación en Düsseldorf en declaraciones para Vertele.com:
Eurovisión es una lotería. Todo puede pasar.
Es decir, que aquí, por bueno que seas no tienes el premio asegurado. No hay calidades que valgan.
¿DE VERDAD ES UN PRESTIGIO IR A EUROVISIÓN?
En la última década, Eurovisión se ha alimentado de una generación de espectadores que añoraban la época que la que se presentaban auténticas estrellas de la canción. Ahora, al menos en el caso español y a tenor de que no ganamos nunca, presentarse no es garantía ni de éxito ni de prestigio.
Ni siquiera cuando los representantes se elegían desde ‘Operación triunfo’, estos gozaban de una buena carrera (como fue el caso de Beth en 2003, que quedó en tercera posición). El grupo ‘Son de sol’ (2005), la cantante Lidia (1999) o Anabel Conde (que quedó segunda) son otros ejemplos de ‘fracasos’ musicales.
Sin embargo, Eurovisón sí que ha dado figuras famosas de la música patria, tales como las Azúcar Moreno, Sergio Dalma o David Civera, por citar unos pocos.
En fin, que Eurovisión, debería renovarse y dirigirse a una nueva generación de espectadores que exigen música más independiente y más respeto por la calidad y el riesgo.