Chicote y su ‘Pesadilla en la cocina’ han despedido su primera temporada (por segunda vez) y lo han hecho con un programa capaz de sacar de quicio a cualquier espectador. El chef quiso reflotar un negocio marbellí pero explotó como nunca le hemos visto.
Tras los nueve primeros y exitosos capítulos de ‘Pesadilla en al cocina’, laSexta pidó tres más (hechos deprisa y corriendo) y durante los dos primeros que vimos de esta nueva tanda hemos descubierto que la frescura inicial se había perdido. Los participantes ya se sabían las reglas del juego, eran conscientes de lo que tenían que hacer para dar de qué hablar. Por lo tanto, cocineros, camareros y dueños hacían el numerito ante las cámaras y picaban a Chicote hasta la extenuación.
Pero el 27 de enero de 2013, durante el último y definitivo capítulo de la primera temporada de ‘Pesadilla en la cocina’, vimos algo distinto. En esta ocasión, los que llamaron a Chicote en busca de ayuda, más sosos no podían ser. Para compensar, fue Chicote el que montó el teatrillo el que demostró definitivamente que ya sabe jugar a eso de la tele.
Y con ello no decimos que antes el cocinero más mediático no exagerase sus formas de cara a la galería pero también es verdad que se le notaba más inocentón, más espontáneo. Nos creemos que sus malas formas eran auténticas y su ‘buen rollito’ al final de cada capítulo, también, lo que pasa es que esta vez a Chicote se le fue la mano.
El equipo de ‘Pesadilla en la cocina’ se desplazó a Marbella para sacar a flote ‘El pozo viejo’ , un negocio con potencial y tradición pero a punto de la ruina. El local es el típico patio andaluz que tres meses antes había cambiado de manos. Los otros dueños venían de arruinar un restaurante anterior, y todo indica que la historia iba a repetirse.
El negocio tiene tres caras: el cocinero, Manolo, el típico que se queja mucho pero que derrocha comida por un tubo y que no acepta responsabilidades; una camarera a la que definieron como ‘intrigante’; y Carmen, la dueña, una mujer desesperante por sosa, de esas a las que, ,llueva, truene, venga el príncipe de Asturias o estalle una guerra mundial, ella se te queda mirando con cara de siesta. Le da todo igual.
Visto el panorama, Chicote llegó y, como siempre (por favor, que cambie ya la escaleta del guión) pidió probar el menú. Esto fue gracioso, hay que decirlo. Estupenda la definición que hizo el ‘coach’ culinario de los platos:
Esta es típica comida de los noventa. De la que se ofrecía a los turistas alemanes. Esto es como en ‘Regreso al futuro’.
Como en todos los episodios, cuando Chicote se presentó en la cocina , el cocinero de turno estaba de uñas, nadie explicaba realmente lo que estaba pasando allí. Y en el primer servicio de cenas, se demostró porqué aquello no iba a funcionar nunca. Tardaban lo indecible, no había todos los platos, nadie apuntaba nada y cuando Alberto Chicote intentaba razonar con ellos, directamente pasaban de él.
La situación era crítica pero no más que en ocasiones anteriores por lo que es raro que Chicote, de pronto cogiese la puerta y se largara (para mí que se fue para hablar a cámara pero que en el restaurante se malinterpretó y el programa aprovechó la coyuntura para darle dramatismo al asunto). El caso es que el tal Manolo se fue a buscar a Chicote y le convenció para que regresara.
De nuevo en el restaurante, Manolo explotó y dijo que lo que allí iba mal no era otra cosa que la mala gestión de Carmen, que él no cobraba, que trabajaba como un burro pero que nada de eso era suficiente. La dueña, mientras, mirando con cara de «prefiero pensar en los zapatos que me voy a comprar mañana en las rebajas».
Al día siguiente, Chicote se reunió con Silvia, la hijastra de Carmen y la encargada de llevar las cuentas de ‘El pozo Viejo’. La propietaria le contó a Chicote que no es su única inversión pues tiene también un colegio infantil y una agencia de publicidad.
Menos mal que no te dijeron que montaras un puticlub o una agencia de tráfico de drogas.
Le soltó el chef. Y luego se dio cuenta de que el negocio iba mal porque la tal Carmen lo había montado más bien «para hacer amigos» que para generar dinero.
El siguiente servicio de cenas tuvo varios cambios del menú y un sistema de fichas para contabilizar los que iba bien y mal en el negocio. Fue, por supuesto, otro caos. Al final Chicote reunió al equipo y les dijo:
Si no puedo contar con vosotros aquí, ya no pinto nada. Vamos a levantar esto como sea.
Y dicho esto, Manolo se levantó y se fue al patio a llorar. Chicote fue tras él para consolarle. El momento fue ‘bonito’ pero excesivamente breve. Que aprendan del formato americano, donde exprimen estas secuencias hasta agotarlas.
Al día siguiente, Chicote se llevó al equipo del restaurante a visitar el viejo local que habían cerrado y allí todos confesaron sus pecados y lo mucho que se querían. A la vuelta, el equipo del programa reformó ‘El pozo viejo’ y comenzó la reapertura con un nuevo menú,.
El climax final no fue del todo bien. La comida, decían los turistas, estaba buena pero el servicio, los gritos, y la lentitud restaron puntos al restaurante. Eso sí, en los últimos 30 segundos, todos estaban felices y contentos y dándole las gracias a un Chicote deseoso de tener una segunda temporada.