En un momento en el que T5 tiene colapsado el prime-time de programas de entretenimiento, el martes 9 de abril de 2013 estrenó el Don de Alba, primera producción Disney en nuestro país y remake de la exitosa serie estadounidense, ‘Entre fantasma’. La audiencia no ha respondido y el primer capítulo se hizo con un mediocre 13,2% de cuota de pantalla.
Quede por delante que a un servidor le espeluznaba ‘Entre Fantasmas’. Me daba un miedo terrible. Tenía pesadillas con los modelitos de Jennifer Love-Hewitt, su necesidad insana por vestirse como para la gala de Oscar un lunes por la mañana. Me daban escalofríos los efectos especiales menos creíbles que los decorados de ‘La que se avecina’. Y ese guión, ese guión lleno de lugares comunes, conservadurismo, trampas de efectistas y de personajes planos, desde una protagonista obsesionada con rescatar almas perdidas, a los palmeros de sus amigos y marido (que parecían que no tenían más vida que la que mandaba la estrella de la serie), ese guión no me dejaba dormir.
Cada vez que terminaba un capítulo me angustiaba por contestar a varias preguntas: ¿de qué vivía la prota si su tienda de antigüedades cursi-chic siempre estaba vacía? ¿por qué dormía maquillada, peinada y embutida en un camisón transparente? ¿por qué, cada vez que hablaba con un espíritu, la cámara sólo le enfocaba los pechos? ¿por qué, si era una simple dependienta, todo el mundo le contaba sus secretos y se metía en cualquier casa como si fuera un policía?
Pero ‘Entre fantasmas’ es el típico producto que en época de crisis funciona. La gente lo veía porque era evasión buenrollista. No se tocaban temas sociales, todo el mundo vivía bien y todo transcurría en un mundo paralelo, un pueblo muy bonito en el que sólo se conocía una plaza (hasta se celebró un boda en mitad de la carretera. ¡Que malos son los recortes de presupuesto!) a la que iban a parar una cantidad sospechosa de fantasmas cabreados.
Era una serie que se podía comparar como el hilo musical de la clínica del dentista. Si dabas con ella la dejabas pero no le hacías ni caso. No hacía ruido y era mona.
Cuando Mediaset anunció el remake, a mí no me sorprendió en absoluto. Tal vez, es un formato más típico de Antena3, por aquello de familiar y blanco pero había que darle una oportunidad. De hecho, me esperaba que funcionase mejor. Es típica serie que le encanta a esa leyenda urbana de los analistas televisivos llamada la Señora de Cuenca.
No voy a negar que el Don de Alba es la copia mediocre de un original más malo aún. Pero, a pesar de que en España cualquier producto nuestro es condenado y linchado por norma, hay que decir que la nuestra ha sabido hacer del pecado virtud y sufragar los fallos de ‘Entre fantasmas’.
En comparación, la de T5 es una serie más completa que la de Jennifer Love-Hewitt. La nuestra, condenada por los infumables 80 minutos de duración, aprovecha para tener más tramas, a no empacharnos con su cursi protagonista y sus obsesiones altruistas. Aquí hay más variedad de secundarios con tramas propias.
Otra ventaja es que mientras que en la estadounidense arrancaba con la boda entre Miranda (que así se llamaba la moza) y su marido guapo y calzonazos, aquí se apuesta por contar la historia de amor por el principio y sacarle el jugo a que él no sabe que ella es la hermana guapa, delgada y alta de Anne Germain.
‘Entre fantasmas’ no tuvo una trama de continuidad hasta la segunda temporada, cuando unos espíritus negros y que daban mucho frío, es decir, que eran muy muy muy malotes acosaban a la prota siempre y cuando, a ella no se le corriera el rimel.
Lo bueno de ‘El don de Alba’ es que al malo ya le hemos visto. Es un hombre poco original encapuchado y sin rostro. Otro punto a favor es el papel de la abuela, que aquí vemos en on pero a la que despachan a mitad de capítulo ( en Entre fantasmas sólo aparecía en flash-back), por lo que hay crece el componente dramático además de servir como pistoletazo de salida a la necesidad de Alba por ayudar a las almas en pena.
Pero en el lado negativo tenemos lo de siempre. Primero, la similitudes con la serie original: la falsedad del mundo que plantea (un universo de flores rosas, mansiones, gente con trabajo y guapos, muchos guapos que van de humildes), lo rancio y previsibles que son sus historias y los diálogos explicativos.
Y como marca española, más de lo mismo: actores incómodamente bellos pero mediocres, siempre con esas caras de palo y esos silencios entre frases (Patricia Montero es mona pero demasiado altiva y fría mientras que Martiño Rivas siempre va con esa cara de «qué guapo soy pero también muy intenso y culto»…).
Lo peor de todo, el montaje. No hay fluidez. No sé si es un problema de escaleta o de edición pero la secuencia costumbrista que se usa como la presentación del personaje del futuro novio calzonazos (Rivas) en la que aparece en la sala de urgencias charlado con su compañera, resulta innecesaria y altiva. Uno tiene que introducir a los protagonistas con una excusa o hilo conductor que se integre en otras tramas, no así, sin más. Otro ejemplo es cuando Alba se mete en un incendio, ve morir a una niña y de repente, ya ha vuelto a su casa, se ha cambiado de ropa y charla con su abuela mientras que, en paralelo , volvemos atrás para ver a la chiquilla volviendo de entre los muertos.
Y el guión, pues lo dicho, un pelín más rico que el americano pero con unos fallos que espantan. En la citada secuencia del incendio, nadie comprende, por ejemplo, que dejen pasar a Alba cuando es una civil.
Es una pena que ‘El don de alba’ le sirva a Telecinco como una muestra más de que lo suyo no es la ficción, (con excepciones como ‘LQSA’ o ‘Aída’) puesto que en España hay mucho talento e ideas valientes que se deberían ser atendidas.