La nueva serie se estrena ante casi 4,5 millones de espectadores (21,9%)

Telecinco arrasa con ‘El Príncipe’, serie que necesita más tiempo para crecer

Buena propuesta, aunque con varias deficiencias artísticas y técnicas

Telecinco arrasa con ‘El Príncipe’,  serie que necesita más tiempo para crecer
Fotograma de la serie 'El príncipe' (T5).

‘El príncipe’, la nueva serie lanzada a bombo y platillo por Mediaset, no es mala, pero tampoco muy buena. Tras varias semanas de intensísima promoción, Vasile consiguió picar la curiosidad de la audiencia y el 4 de febrero de 2014 casi 4,5 millones de espectadores vieron el estreno en T5 de una serie que necesita más tiempo para crecer. La propuesta es interesante, pero le falta ajustar algunos puntos.

Era una cita obligada. Es lo que hace una campaña de promoción machacona, que la gente se piense que no hay otra cosa que ver que lo que te anuncian. Vasile hizo historia estrenando su serie de manera simultánea en casi todos los canales de Mediaset (pero también hubo premier la semana antes, entrevistas a los actores en distintos programas…)  y la jugada le ha funcionado. No podía ser de otra manera.

Esta serie es una apuesta personal de Vasile para recuperar el trono perdido de T5 en la ficción española. Un 21,9% de la audiencia de T5( un 27,7% en total, sumando el share del resto de canales de Medaset) le respondió, pero ahora la pregunta es si seguirá el éxito. Lo lógico es apostar a que sí.

‘El príncipe’ es la hija (legítima, tardía y algo torpona) de ‘Sin tetas no hay paraíso’, aquel exponente de la época en la que en T5 no sólo se hablaba de ‘Sálvame’. Como aquella, ésta tiene componentes suficientes para el éxito: sexo, drogas, mujeres atractivas (esta vez árabes), hombres de buen ver, malotes y persecuciones. La historia no es que sea muy original (un policía se infiltra en una comisaría ‘chunga’ para pillar traidores y, de paso, se enamora de la hermana del más mafioso (y guapo) de la función). Pero como reza el dicho: lo importante no es lo que se cuenta sino cómo se cuenta.

Pero lo que más gusta de ‘El príncipe’ es que llama a las cosas por su nombre. En España eso no suele pasar. Aquí, casi todas las series (las comedias no tanto) suceden en sitios indeterminados o ficticios; no hay localismos ni referencias a marcas, ciudades, personas reales o partidos políticos. Parece que da miedo que se diga: «Hola, vivimos en Madrid». No, en la tele se dice: «Hola, vivimos en la gran ciudad». ¿Qué pasa? ¿Van a ofender los de Barcelona o los de Cuenca por eso? Pues eso es lo que se cree.

En ‘El príncipe’ al menos uno sabe dónde está (en el barrio más conflictivo de Ceuta) y escucha palabras como»Madrid», «CNI», «células terroristas islámicas»…

Otro punto importante (y que supone un paso de gigante en nuestra ficción) es el entrar de lleno en la cultura musulmana. Es verdad que la serie es un manual políticamente correcto y que el terrorismo se menciona de pasada, pero se agradecen los guiños y los personajes en conflicto por sus orígenes (el policía de raíces marroquíes que reclama su nacionalidad española).

Lo peor es, principalmente, que la serie aún no es autónoma. Todavía no está en sintonía. No tiene personalidad. Está rodada con eficacia aburrida, sin riesgos. Todo parece rústico, casi cutre. Las localizaciones son preciosas, hay dinero detrás, pero el revolucionario (para nuestro país) uso del chroma no siempre funciona a favor de obra, es más, a veces llega a ser ridículo.

A nivel técnico, el montaje es mejorable. Hay demasiados puntos muertos y silencios en los diálogos y mucha miradita (postureo) de los actores. El primer encuentro entre los futuros amantes, por ejemplo, es de un bochorno que asusta. Las persecuciones y/o secuencias de acción también podrían ser más vistosas y más rítmicas. También, los decorados son escandalosamente falsos y el maquillaje y el vestuario podrían desteñir algo menos.

La historia no aburre, aunque hablamos de un piloto, lo que siempre significa presentación de personajes y demora en hincarle el diente a la trama. Lo que más preocupa fue cierta falta de racord emocional en los personajes. Por ejemplo: cuando el protagonista (el poli infiltrado) obliga a un niño de 12 años a enfrentarse a un careo con el mafioso de turno, lo que significa que esa criatura pueda morir. ¿Qué pasa? ¿que de pronto, el prota es un desalmado sin corazón? No han vendido eso antes. No venía a cuento.

En cuanto a los actores, sus personajes y sus tramas, hay de todo. Alex González está regular; se ciñe a poner caras a lo Stallone y, de momento, de ahí no le sacas. A Hiba Abouk no me la creo (sólo pone morritos). José Coronado hace su eterno papel de poli corrupto y, como siempre, lo borda. De momento, quién más me llamó la atención fue la que menos sale: Elia Galera, la que hace de mujer de Coronado. De hecho, su conflicto y su trama es de lo mejor de la serie y espero que la exploten más de aquí en adelante.

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Autor

Sergio Espí

Sergio Espí, guionista y crítico de televisión de Periodista Digital, responsable de la sección 3segundos.

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