El pasado 10 de marzo de 2014 se emitió el noveno capítulo de la tercera temporada de ‘Pesadilla en la cocina’ en laSexta. El reto de Chicote, esta vez, era el de reflotar un caótico restaurante brasileño en Madrid. El chef tuvo que lidiar contra un dueño pusilánime, una esposa destrozada, un camarero violento, comida peligrosa y hasta un incendio.
Era lo que nos faltaba por ver en ‘Pesadilla en la cocina’. En el programa, Chicote ha hecho frente a dramas familiares, peleas, golpes, cocineros que se creían mejor que él, cucarachas, ilegalidades, rechazo, o alcoholismo. Pero nunca antes había tenido problemas de comunicación tan claros e incómodos como los que vimos anoche.
Ubicado en un céntrico y castizo barrio de Madrid, el Picanha es un restaurante brasileño que hace unos años disfrutó de las mieles del éxito, con reconocidos futbolistas y famosos entre su clientela habitual. Hace unos meses los dueños traspasaron el negocio y, en una arriesgada apuesta, el hasta ahora encargado, Frank, y su mujer, tomaron las riendas del negocio por cuenta propia. Y claro, la lección era que aprendimos con el episodio fue: no es lo mismo ser trabajador que empresario.
Y es que, a pesar de sus 25 años de experiencia en hostelería Frank no está capacitado para dirigir el Picanha: no tenía autoridad, sus dotes de mando eran nulas y se mostraba pusilánime ante cada decisión que había que tomar. De hecho, Chicote le llamaba «el espárrago».Peor lo peor era s desidia. Cuando Chicote llegó y vió que la comida estaba destapada y sin refigerar se asustó pero explotó cuando se dió cuenta de que nadie sabía las salsas que se servían:
Menos mal que no soy alérgico sino al hospital de cabeza. A eso se le llama alarma, peligro, me cargo a la gente.
Dijo Chicote.
El resto del equipo también tiene sus particularidades. El camarero del restaurante actuaba como si fuera el dueño del local y creía ser un sobresaliente profesional, a pesar de olvidar el nombre de los platos del menú de cada día, de confundir un alimento con otro y de no saber qué salsa es la que pica y cuál no de las que ofrece. Pero lo fuerte llegó cuando, en el segundo servicio de mesas que vimos durante el episodio, el camarero se enfrentó violentamente con una clienta que se quejaba de que su carne no estaba bien hecha. Fue brutal.
Los cocineros, únicos miembros del equipo que no son brasileños y que antes habían ejercido de jardineros o administrativos pero nunca de chefs, carecen de experiencia culinaria y descuidan el estado de la comida a pesar de su interés. La mujer de Frank ya no puede más, está cansada de la desorganización que gobierna el restaurante y de los malos modos entre unos y otros.
Rosane: “Yo le he perdonado, pero no le puedo perdonar más”
El momento más dramático del capítulo, y puede que de toda la temporada, llegó cuando la mujer del dueño se echó a llorar ante Chicote y le dijo que le había «perdonado muchas cosas» a su esposo y que han estado a punto de separarse (eso sí, hubo que subtitularla) Chicote no sabía dónde meterse y le dijo que aunque lamentaba mucho lo que estaba ocurriendo, pero que su labor se centraba tan sólo en lo profesional.
La escena más tensa se vivió cuando el propietario, en mitad de un turno de comidas, al camarero se le quemó un plato en el horno y por poco salen de ahí ardiendo. Tras el susto, Chicote les reunió a todos y llegó el turno de reproches en el que los empleados sacaron todos los platos sucios
Eres mal jefe, falso, mentiroso y tacaño. No te digo nada más
Le dijeron los empleados al dueño. Éste dijo estar arrepentido y pidió perdón. ¿Hubo final feliz? Sí, como siempre, pero tampoco nos fiamos demasiado.
Marcos: “Eres mal jefe, falso, mentiroso y tacaño. No te digo nada más”
