El pasado 2 de marzo de 2015 se libró la enésima batalla campal entre cadenas. Telecinco ganó el prime-time con el estreno de la miniserie ‘Los nuestros’ (20,7% de share), mientras que A3 debutó correctamente en su regreso al relaty-show con ‘Casados a primera vista’ (15,5%), un programa original, divertido, emocionante y que nos dejó con ganas de más. Lo triste es que, en La1 de TVE, la fantástica ‘El Ministerio del Tiempo’ cayó a un preocupante 12,9% de cuota de pantalla.
Ya lo dijimos en la sección televisiva del programa ‘Rojo y Negro’ de Radio 4G: La lucha por la audiencia de anoche iba a ser implacable y así fue. ¿Fue justa la batalla? ¿Merecía ganar ‘Los nuestros’ frente al nuevo reality de A3? No, para nada
El reality-show es un género que se le ha resistido a Antena3 por muchos motivos. El primero de todos, supongo, será que existe Telecinco. Esto es como el juego de las sillas; cada cadena se centra en un target o en unos géneros determinados con los que el público las identifica. Es por ello por lo que es difícil vender algo que no encaje con tu modelo de televisión.
Antena3 está sujeta a una imagen de televisión familiar, comprometida con el espectador, lo que muchos usan para tachar a la cadena de ‘ñoña’ o ‘blandengue’, y en la que un reality show, a priori, no tiene cabida. Eso es porque, gracias a T5, hemos descubierto que los realities tienen la obligación de ser polémicos, irreverentes y sexuales. No hay otra. Pues va a ser que no.
No seré yo el que critique ‘GH VIP’, ‘Supervivientes’ y compañía. Adoro la falta de pudor extrema que se gasta T5 en ocasiones (sobre todo porque me da titulares) pero creo en la convivencia pacífica y en la coexistencia de formatos parecidos hechos de maneras diferentes.
Con ‘Casados a primera vista’, A3 ha salido de su zona de confort, pero sin dejar de ser A3. Es como ‘¿Quién quiere casarse con mi hijo?’ (Cuatro), pero sin la labor de postproducción, sin la necesidad de decorarlo todo porque sí. Aquí, el humor se centra en la situación y en los personajes, no en el artificio. No es tan tronchante como el universo ‘tróspido’, pero sí más puro.
Ochos solteros (cuatro hombres y cuatro mujeres) se casan sin saber la identidad de su futuro cónyuge. ¿Y cómo es esto posible? Por unos test de compatibilidad que realizan antes los interesados y con los que un grupo de expertos les emparejan. Si dos desconocidos tienen más de un 70% de compatibilidad, es que hay posibilidades.
Hay, pues, cuatro parejas protagonistas que se casarán, se conocerán, convivirán durante dos meses y que tomarán la decisión última de seguir o separarse. La idea es pura televisión.
El problema del piloto que vimos anoche es que se gastó demasiado tiempo en un prólogo de presentación de personajes y normas, lo que provocó que, finalmente, sólo viésemos uno de los cuatro enlaces, el de Laurent (un belga afincado en Murcia) y Toñi (una madre soltera de Cádiz). Aquí es dónde lo pasamos realmente bien.
‘Casados a primera vista’ está cuajado de personajes únicos (esa suegra diciendo que su futuro yerno no es de Murcia sino de «más arriba, de Madrid por lo menos») y sabe muy bien explotar las situaciones incómodas (la primera charla de los recién casados, en la que Toñi no entiende ni una palabra de lo que dice su desconocido esposo).
Lo mejor del show: el ritmo (incluso la primera parte no es tan tediosa como podría parecer) y el casting. Lo peor: el trío de expertos; Arantxa Coca (psicóloga), Marian Frías (sexóloga) y José Carlos Fuentes (psiquiatra) -en especial, él-. No encajan.