El 26 de junio de 2017 se estrenó en TEN ‘Yo soy Rosa’, el reality que sigue el día a día de Rosa López, la cantante que quiere dejar de ser Rosa de España, o Rosa la ‘triunfita’, o Rosa ‘la gorda’. Un programa fácil de ver en el que te enamoras de su protagonista pero al que le sobra impostura.
Tiene diferencias con ‘Mario y Alaska (MTV)’o ‘Las Campos’ (Telecinco) y ‘Algo pasa con Ana’ (DKiss) o ‘We Love Tamara’ (Cosmopolitan TV). Los cuatro son realities personales pero los dos primeros tienen humor y ‘parecen’ reales mientras que los otros no. Y decimos lo de ‘parecen reales’ porque en ellos también hay artificio pero lo fingen mejor.
En ‘Las Campos’, por ejemplo, no hay miedo ante la ridiculización de sus protagonistas. De hecho, ese parece ser su objetivo. Las cámaras se meten en lo cotidiano más identificable y los personajes resultan más humanos y contradictorios.
‘We Love Tamara’ o ‘Algo pasa con Ana’ eran meros anuncios publicitarios de la vida de sus protagonistas (Tamara Falcó y Ana García Obregón respectivamente). Todo era bonito, naïf, falso. No se pueden tener vidas tan ‘perfectas’. Eran como las entrevistas de Bertín Osborne; una limpieza de imagen pura y dura.
‘Yo soy Rosa’, el nuevo reality de TEN, entraría en este segundo grupo, el de la impostura. La diferencia con los dos ejemplos anteriores es que aquí la estrella es, no sólo más interesante, sino mucho más honesta. Es un reality falso con una protagonista sincera.
No soy un gran fan de Rosa López ni del primer ‘OT’, más allá del fenómeno social y mediático que supuso, pero reconozco que los miedos e inseguridades de una mujer a la que adoptó media España, me interesan. Rosa es alguien que me causa ternura y admiración.
El primer y más grave problema de ‘Yo soy Rosa’ es que se nota demasiado el guion. No digo que no deba haberlo (en todos los hay, hasta en Las Kardashian), sólo que no se vea. Todo aquí está estudiado y estructurado. No puedes meterte en la vida de un personaje si no es hasta el fondo, hasta su lado oscuro, loco, feo, bello, sensiblero y aparentemente espontáneo.
Rosa López no es actriz, no sabe hablar con una cámara delante sin ponerse tensa. Para eso se necesitan muchas, muchísimas horas de rodaje hasta que el personaje se suelte y se acostumbre a ser observado. Y a veces ni aun así se consigue.
La ‘extriunfita’ no tiene el don de la oratoria y ella misma lo ha reconocido en miles de ocasiones. Pero, qué casualidad, en su reality se expresa de maravilla. ¿Milagro, crecimiento personal, guion o muchas horas de edición? Puede que las cuatro cosas a la vez.
No creo, por otra parte, que Rosa López sea alguien -como La Obregón, por ejemplo- que necesite vender una imagen de perfección absoluta. Dudo que haya habido censura por su parte para tapar el lado oscuro de su vida. Simplemente se ha optado en hacer un show para los fanáticos del personaje. Rosa sigue moviendo a las masas y es por ello que un programa modesto de la TDT lideró la lista de los Trending Topics en Twitter la noche de su estreno.
Rosa no es Rosa de España. Es Rosa de ‘su’ España. De sus fans. Puede sentirse orgullosa.