Terelu Campos ha dado un paso más y ha publicado su primera autobiografía: ‘Terelu frente al espejo’. En el libro, compuesto por conversaciones entre la periodista y su compañero y amigo (especial), Kike Calleja, la hija de María Teresa Campos desvela los aspectos más oscuros de su vida tales como el suicidio de su padre.
Últimamente, si trabajas en ‘Sálvame’ significa que te van a publicar un libro. La última en sumarse a esta moda ha sido la mismísima de Terelu Campos, quien en este mes de julio, ha sacado a la venta su primera biografía. Se trata, pues, de un documento especialmente morboso teniendo en cuenta el personaje que es aunque: ¿Hay algo que Terelu no haya contado aún sobre su vida? Al parecer sí.
Tal y como recoge Vanitatis, por primera vez, la periodista describe en su libro, y sin tapujos, el suicidio de su padre cuando ella tenía 18 años.
El título del capítulo dedicado a su progenitor es impactante: «Mi padre, un gran desconocido (te perdono, papá).
Horas antes él estaba aquí. No había ningún sobresalto en nuestras vidas. Mi hermana y yo estábamos en Málaga.
– Carmen, llama a papá y dile que mañana nos vamos con él a Marbella.
Y mi padre dio una respuesta que en aquel momento nos pasó lógicamente desapercibida.
– No, esperaos que no me viene bien. Estoy bastante liad
Así narra Terelu el suicidio de su progenitor, José María Borrego, antiguo director de Radio Nacional de Marbella.
A partir de ahí, la hija de María Teresa Campos narra las consecuencias de la trágica decisión de su padre:
Y lo siguiente es lo que se sabe. La historia ocurrió con premeditación y alevosía […] Y allí se pegó un tiro. Fenomenal, ¿no? Yo siento mucha pena, pero mucha pena por mí que tenía dieciocho años y por mi hermana que tenía diecisiete. No es fácil convivir con eso. No es sencillo olvidarte de esa gran putada.
En ese instante lo odié. Lo odié con toda mi alma. Con toda mi rabia. Y mi dolor. Y mi amor. Porque yo le quería. ¡Muchísimo!.
Prefiero quedarme con aquel padre que me llevaba al parque y a tomar el vermut los domingos. Aquel padre que me llamaba guapa y me sacó de paseo una tarde de sol por la Gran Vía de Madrid. Y al recordar eso lloro sin consuelo posible. Lloro porque nunca nada podrá devolverme aquellos momentos, aquella felicidad. Lloro porque a lo mejor hoy, más que nunca, lo necesito.
No puedo dejar de pensar que me desgració la vida de la manera más cruel. Tenía cuarenta y ocho años, le quedaban muchas cosas por vivir. Y a mí, junto a él, también».