La del 3 de febrero de 2018 fue una de las galas de los Goya más criticadas de la historia. Los premios más importantes de nuestro cine han vuelto a ser menospreciados y ninguneados por la audiencia. ¿Es justo? Dos días después de la ceremonia, analizamos lo que ha podido fallar y lo que no.
Los premios son la manera que tiene cualquier industria de darse importancia. Son un disfraz, un escaparate para dar ilusión de grandiosidad. Por esta regla de tres, cualquiera que haya visto lo última gala de los Goya pensará que en España el cine no se toma en serio así mismo, que no somos profesionales.
Si queremos competir, si queremos que los premios de la Academia del cine sean tan grandes como nuestra industria, hay que tomárselos en serio, hay que invertir, que trabajar.
Dicho esto, no hay ni una sola gala en el mundo que no sea aburrida. Todas tienen el mismo esquema y por mucho que se quieran amenizar, siempre hay partes o premios que interesan menos que otros.
Primero: Si los Goya son un reflejo de la industria, entendemos que en nuestro cine domina la endogamia profesional. Uno de los hándicaps que arrastran estos premios es que siempre nominan y premian a los mismos. Parece que no hay más actores en este país que Javier Gutiérrez, Penélope Cruz, Antonio de la Torre , Bardem o Maribel Verdú. Bien por ellos pero la imagen que se da es perezosa y nefasta.
Además, hay cierto empeño en ningunear a las películas más taquilleras a favor de las que se consideran más ‘artísticas’. No se entiende, pues, que ‘Perfectos desconocidos’ (Alex de la Iglesia) no tuviese ni una sola nominación y eso que merecía varias (Mejor música, montaje o actor secundario para Ernesto Alterio). Recordemos que gracias a esta cinta, la cuota media del cine Español en 2017 se ha mantenido a la altura.
Por otro lado, el presupuesto no es el de los Oscar, no podemos esperar el mismo espectáculo. O sí. El dinero ya no es excusa. Podemos tener menos recursos o escenarios más pequeños pero eso no significa que no se pueda elaborar un guión ingenioso, que se puedan evitar catastróficos errores técnicos o que los presentadores, simplemente, sepan vocalizar.
Los Goya son un show de televisión, uno de los más importantes del año, y debería tratarse como tal. La última edición, la de 2018, fue poco profesional, agónica, acomplejada y erró tanto en forma como en mensaje.
Era la gala de las mujeres, con la que se quería reivindicar la igualdad, y no sólo la presentaron dos hombres, si no que la intervención más aplaudida la protagonizó un hombre (Brays Efe) que interpretaba a una mujer (Paquita Salas).
Pero géneros o polémicas a parte, los maestros de ceremonias, Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla, decepcionaron. Hablo como un devoto fan del trabajo de estos dos cómicos por lo que me cuesta entender lo que vi esa noche. Su humor no funcionaba, su ironía era burda, gruesa, sus chistes, incomprensibles y, lo que es peor, no sabían interpretarlos. ¿Qué les pasó? Que ese no era su sitio. Son unos grandes pero no unos grandes presentadores.
En cuanto a los premios, el triunfo de Isabel Coixet y su ‘Librería’ fue sorprendente pero justo. Todos dábamos por hecho que ‘Verano 1993′ iba a coronarse como mejor película y habrá quienes piensen que si no ha sido así es por razones políticas (la cinta está rodada en catalán) pero, en mi humilde opinión, no hay que mezclar las churras con las meninas. La película de Carla Simón es preciosa e intimista pero, con tanto bombo que se le ha dado, ha pasado de ser una obra buena a una obra sobrevalorada. La Librería, sin embargo, es sólida, redonda, emotiva e inmortal (y pasan cosas…).
Me hubiese gustado, por otro lado, que Sandra Escacena (Verónica) se hubiera alzado con el Goya a la mejor actriz revelación pero en su lugar lo ganó Bruna Cusí por ‘Verano 1993′. Bueno…
Termino reivindicando que después de tantos años, si queremos que el cine español sea importante, que los mensajes en las galas se escuchen (ya sea el feminismo, el ‘No a la guerra’ o cualquier otra cosa) hay que terminar ya con los complejos. Para ser grandes hay que aparentar ser grandes.
Arturo Valls la lía en Los Goya al salirse del discurso oficial