Casi 3,2 millones de espectadores y un 18,5 % de cuota de pantalla demostraron, el 2 de abril de 2018 que ‘Allí abajo’ sigue en plena forma en A3 a pesar de la polémica surgida, un par de días antes por un chiste que publicó un guionista de la serie en Twitter.
La primera vez que escuche la Salva Rociera pensé que el estribillo decía: ‘Leo leo leo leo leo leo’, pero luego caí que era una canción andaluza y eso no podía ser.
Este fue el chiste que publicó en Twitter Sergio Santesteban, guionista de Allí abajo y que se hizo viral llegando casi a cotas de «ofensa nacional». Es curioso teniendo en cuanta que la de A3 es una serie que se basa precisamente en eso, en explotar los clichés territoriales.
Tanto en Atresmedia como en Plano a plano (la productora) se asustaron. El lunes 2 de abril se estrenaba la cuarta temporada de ‘Allí abajo’ y se temía que las masas tuiteras convocasen un boicot contra la serie, una de las gallinas de oro de la cadena.
En seguida salieron actores y productores desligándose del chiste, señalando al guionista y dejando claro que eso era un ‘caso aislado’, que el chiste no tenía gracia y que no representaba el espíritu de la serie.
¿Por qué tenemos que ver la nueva temporada de ‘Allí abajo’?
Por un lado sí, el chiste era malo hasta decir basta. Por otro, que triste que tengamos que seguir disculpándonos por el miedo a ofender. Mejor dicho, por miedo al boicot o, lo que es lo mismo, ha perder dinero.
El humor puede ser bueno o malo, pero su razón de ser es la de remover, espabilar y, por qué no, ofender.
No justifico la paletada de pensar que todos los andaluces, vascos, gallegos o catalanes son iguales pero me extraña que nos rasguemos las vestiduras en una época que, televisivamente hablando, está plagada de productos que explotan los tópicos (¿por qué se forma un revuelo por el personaje valenciano de ‘Cuerpo de élite’, por ejemplo, que está todo el día de fiesta).
Veo ejemplos en otros países de cómicos que molestan, que ofenden, que no sólo hablan de su vida cotidiana y cuentan anécdotas chorras y me pregunto si es que en España estamos tan jodidos que no aguantamos la ironía. O puede que sí.
Una vez más se ha demostrado que Twitter no ese monstruo de cien cabezas que muchos ven. Que no tiene el poder que se le otorga. Más de tres millones de espectadores lo han demostrado. La serie sigue funcionando. Buena, mala o regular, sigue en plena forma. Eso sí, a ver si aprendemos de una vez que no podemos escribir en las redes lo que nos dé la gana. No es la barra de un bar y hay consecuencias.
Y por último, una ración de preguntas que no sé (o me da miedo) responder: ¿Hasta dónde llega la libertad de expresión? ¿Es más grave reírse de los andaluces o insultar o pedir el despido del autor del chiste?