El miércoles 18 de abril de 2017, en la segunda entrega de ‘Factor X’ en T5, Risto Mejide volvió a hacer de las suyas, humillando a un joven y malísimo cantante al que llevaron para reírse de él. Ni el programa ni el propio Risto rectificaron. ¿Por qué damos por hecho que acudir a talents shows es dejarse vapulear? ¿Por qué esto sucede en una cadena que luego hace campañas contra el bullying?
Jairo era un tierno joven que no cantaba bien, eso es cierto. Estaba muy nervioso y no tenía voz. Cuando terminó su audición en ‘Factor X’ Risto Mejide vació un vaso de agua delante de él mientras le decía:
El vaso eres tú y el agua es tu talento.
Jairo, el pobre, no dijo nada. El único que se atrevió a levantar la voz fue otro miembro del jurado, Fernando Montesinos, quién le echó en cara a Risto que se había pasado de la raya. Mejide le pidió que nunca más volviera a valorar su trabajo y prometió hacer lo mismo cada vez que acudiera alguien sin talento.
Al día siguiente, todos los titulares eran los mismos: «Risto humilla como nunca a un concursante». Los medios destacábamos la mala actitud del publicista pero erramos en el tiro. Si uno lo piensa bien, si vuelve a ver las imágenes, descubre lo obvio: Era todo un show.
Para empezar, si el tal Jairo pasó los castings previos, es porque se quería algo muy concreto. Se buscaba el escarnio público. Risto se limitó a hacer el papel que le exigen: Ser el ‘malo’ de la película.
Es cierto que en todo mecanismo dramático se necesita a un personaje que haga de revulsivo para los demás, que sea el que provoque el caos. Se ha establecido en TV, y sobre todo en T5, que si no hay polémica no hay entretenimiento.
En la principal cadena de Mediaset se utiliza mucho eso de ‘dar juego’, eufemismo para nominar la agresividad. Por ejemplo, en cualquier reality, se castiga la diplomacia y se premia el conflicto. Un buen concursante es el que se pelea y grita, si no, no hay vídeos para hacer resúmenes, no hay contenido que vender.
Se busca, como decíamos, el titular del día siguiente, la bronca por la bronca, y nosotros, como espectadores, nos hemos insensibilizado ante la polémica. De hecho, cada día queremos más y nadie se lleva las manos a la cabeza cuando el Risto de turno se cree superior a cualquiera y lo pisotea.
Lo que hace Telecinco es personificar las malas actitudes. Si Mejide, Kiko Hernandez, Mila Ximénez, Aída Nízar o quién sea, ataca a alguien, el debate se centra en la figura del intigador. Nadie habla del sistema, de la cadena o el programa, que ha consentido e incluso provocado que eso suceda. Se limpian las manos como empresa con la excusa de que son un medio libre, privado y en busca de la rentabilidad.
Si la violencia o la falta de ética funcionan en televisión, también es responsabilidad del espectador pero debería regularse éticamente lo que se emite. No se trata de ser puritano, se trata de hacer autocrítica y mantener ciertos valores morales.
A todos nos gusta el conflicto, verlo y recrearnos en él. A veces incluso puede ser hasta terapéutico y divertido. El problema es saber dibujar los límites. Primero, nunca debería incentivarse la humillación a personajes anónimos. Lo que hizo Risto con ese chico en ‘Factor X’ es exagerado y gratuito. Insistimos, la culpa no era ni del joven que no sabía cantar, ni siquiera del propio Mejide, sino de un programa que ha provocado esa situación.
LISTA DE VEJACIONES EN TELECINCO
En ‘Sálvame’ por ejemplo, todos aceptamos que como los colaboradores están ahí cobrando (y bien) pueden ser ‘víctimas’ de cualquier vejación. Depende. Por ejemplo, cuando un se jugó con la posibilidad de despedir a Terelu Campos y a Lydia Lozano lo único que se consiguió fue fomentar el acoso laboral.
Otro ejemplo, lo que ocurrió en ‘GH Revolution’. El reality expulsó a un concursante por un supuesto delito de violación y en vez de silenciar el momento para que la justicia se encargase, se explotó de manera pública con tal de subir la audiencia.
Lo chocante, o insultante, del modelo televisivo de Mediaset es que luego juegan a ser ‘los buenos’ de la película. Se han dedicado a hacer campañas de ’12 meses, 12 causas’ contra el acoso o a favor de la igualdad de géneros cuando, después, en sus productos, venden otra cosa. ¿Es tan difícil ser, como mínimo, coherentes?