‘Factor X’ era una de las mayores apuestas de Telecinco para esta temporada y, aunque no podemos hablar de que sea un fracaso absoluto, tampoco es un éxito, quedando lejos de lo que se esperaba del formato. ¿Por qué? Hay dos razones principales.
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AUDIENCIAS CUESTIONABLES
Un 17,2% de share (en viernes), un 16%, un 15,7% y un 15,6% (ya en miércoles) son los datos oficiales que ha registrado ‘Factor X’ en sus cuatro galas de emisión hasta la fecha.
Y decimos oficiales porque Telecinco está haciendo el clásico truco para ‘hinchar’ la cuota de pantalla. Aunque el concurso comienza a las 22.00 horas, a la primera hora la llaman de otra manera, como si fuese un programa distinto, y no empieza a contabilizar la audiencia de la gala hasta las 23.00 horas (así no compite contra ‘El Hormiguero’, por ejemplo).
La mencionada técnica de ‘subdividir’ programas de cara al share es muy usada en televisión (la practican en ‘Espejo público’ y la han hecho en las últimas ediciones de ‘Gran Hermano’). Pero si atendemos a los datos reales, los que abarcan desde las diez de la noche- que es cuando verdaderamente comienzan las galas- los datos de ‘Factor X’ son preocupantes: en torno a un 13% de cuota de pantalla.
En su última emisión, el miércoles 2 de mayo de 2018, ‘Factor X: Express’ anotó un 9,4% y 1.731.000 millones de espectadores, mientras que, la gala oficial, a partir de las 23.00 horas, registró un 15,6% y 1,957.000 espectadores. Si contamos la franja de estricta competencia con su principal rival, ‘Fariña’ en A3, el concurso registró un 13,8 % mientras que la serie alcanzó un 13,5% (pero como el programa de T5 dura más, el dato final es mayor).
¿POR QUÉ NO ESTAMOS ANTE UN FENÓMENO SOCIAL?
Pero en el caso concreto de ‘Factor X’ hay un par de detalles que podrían explicar por qué no es el fenómeno social que debería -o pretendía- ser. Punto primero: El formato en sí.
Los talent-shows no han muerto. ‘OT 2017’ es un ejemplo de que los concursos musicales siguen en buena forma y eso que el de TVE pocas veces reventó los audímetros (aunque en la gala final registró un brutal 30% de share, casi nunca superó el 20%, con 2,5 millones de espectadores de media). Pero si la última edición de ‘OT’ será recordada es porque supuso todo un fenómeno mediático. El primero en muchos años.
Lo que diferencia ‘OT 2017’ de ‘Factor X’ es la interactuación. Hoy por hoy, para que un programa sea importante, tiene que ser viral y para ello se necesita que sus contenidos sean ‘libres’, es decir, que estén en Youtube. Pero como Mediaset tiene prohibida la difusión de sus vídeos fuera de su web no deja que las actuaciones de ‘Factor X’, por ejemplo, tengan la repercusión que deberían.
Cierto es que con el programa presentado por Jesús Vázquez, Telecinco está haciendo algunas concesiones al respecto. El tema de ‘Cómeme el donut’, por ejemplo, se convirtió en todo un fenómeno en redes gracias a que se colgó en su canal de YouTube, alcanzando 9 millones de espectadores. Eso sí, no lo hacen con todos los contenidos y deberían. Ya.
Pero lo más importante: España quiere nuevos ídolos y ‘Factor X’ no los da. Mientras que los realities con anónimos ya no funcionan (‘GH’) y los de famosos sí (‘SV’) en los talents pasa lo contrario.
Formatos como ‘La Voz’, ‘Got Talent’ o ‘Factor X’ se centran más en los que juzgan que en los que son juzgados. Los concursantes están en un segundo plano. Los que dan juego, los que sufren, los que se enfadan o lloran son los coaches. Los participantes sólo destacan si tienen una historia dramática o curiosa detrás pero no da tiempo a conocerles y a adorarles como sí ocurría en ‘OT’, por ejemplo.
‘Factor X’ ha caído, de todas formas, en la pantomima más evidente. En la mayoría de los casos da la sensación de que los aspirantes son elegidos exclusivamente para que los coaches (en especial Risto Mejide y Laura Pausini) reaccionen.
Por eso sale tanto friki que no sabe ni cantar, para que Risto, por ejemplo, se enfade. Aquí no se trata de crear artistas, se trata de montar un circo y eso, a la audiencia ya no le gusta como antes.