El lunes 15 de octubre de 2018 se celebró, en Palau de Congressos de Catalunya,la tradicional gala de los Premios Planeta. Santiago Posteguillo se alzó con la victoria mientras que Ayanta Barillo quedó como finalista. Periodista digital estuvo allí como testigos de toda la grandiosidad, parafernalia y el lujo de los galardones más importantes de la literatura española.
Muchos periodistas llegaron el día antes, el domingo 14 de octubre de 2018, cuando se celebró la primera rueda de prensa para presentar las 10 novelas finalistas y charlar con los miembros del jurado- lberto Blecua, Fernando Delgado, Juan Eslava Galán, Pere Gimferrer, Carmen Posadas, Rosa Regàs y Belén López-. Pero yo llego el lunes, horas antes de la gala. Era mi primera vez en Los Plantea y todo aquel al que se lo decía exclamaba: «Eh, qué suerte. Ahí todo el mundo quiere ir». No sé si eso es cierto pero puedo asegurar que el ambiente impresiona.
Nada más llegar al hotel– El magnífico Fairmont Juan Carlos I de Barcelona-, mientras hacía el check-in, me encuentro en el hall con la plana mayor del mundo literario de este país. Casi todos son viejas glorias, que charlan animadamente entre ellos, quedan, se saludan, se despiden o quedan para comer y hacer tiempo hasta la gala.
Pasadas las horas, a eso de las nueve de la noche, comienza el show. El Palau de Congressos está a un par de minutos del hotel y el peregrinaje hasta allí es curioso. Ves a a la crème de la créme de la cultura española caminando despacio, todos con sus mejores galas, y haciendo cola para posar en la alfombra roja. Hay famosos para todos los gustos y a muchos de ellos les conozco del mundo de la tele. Chicote me reconoce y me saluda con efusividad, al igual que un Boris Izaguirre al que se le nota que está en su salsa. Xavier Sardá hace bromas con Manel Fuentes. Fernando Sánchez Dragó va de la mano de una veinteañera y Marta Robles se atusa el pelo y uno la ve embobado. Sigue siendo físicamente impresionante.
Entrevista a Santiago Posteguillo.
Primero hay un cóctel en el que me quedó en un rincón, observando. No conozco a nadie, no es mi hábitat habitual pero lo disfruto. Es todo tan ostentoso y tan regido por normas protocolarias que me divierte.
Y llegó la hora del gran guiñol. Para los que no hayan ido nunca, la tradicional cena de Los Premios Planeta es divertidísima. Cada uno tiene asignada una mesa. Hay unas cien, más de mil personas. Me sientan con compañeros de prensa y antes de comenzar a comer, te marcan las reglas del juego.
En unas enormes pantallas se muestra al jurado, que se encuentra en otra sala, cenando y ‘deliberando’. Hay diez novelas finalistas (siete de ellas presentadas bajo pseudónimo y con un título falso) y cada media hora van eliminándose , por votación, unas cuantas hasta llegar a la ganadora y a la finalista.
En tu asiento te encuentras una papeleta en la que tienes que poner, en orden, las que crees tú que pueden las cuatro novelas finalistas. Los que ganen recibirán un lote de libros gratis.
El mecanismo es entretenido. El momento se me antoja como una especie de Eurovisión para intelectuales (con sus paneles de votos, eliminaciones y demás).
Como decía, la velada se te pasa volando. Charlo con mis compañeros de mesa, con las encantadores chicas de prensa de Planeta. Hablamos de libros, de la idiosincrasia de veladas como esta y de los rumores. Se especula con quien va a ganar y, al final, no hay sorpresas.
A estas alturas ya se sabe que Santiago Posteguillo se alzó con los más de 600.000 euros del premio mayor con su novela ‘Yo, Julia’ y que Ayanta Barilli quedó finalista con su primera obra, Un mar violeta oscuro.
Los autores, orgullosos, recogen sus respectivos galardones de manos del Ministro de Cultura y Deporte, José Guirao, la Alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y el Presidente del Grupo Planeta, José Creuheras.
Hay una leyenda negra con los Planeta. Se ha dicho mucho que si están dado a dedo, que si es todo ‘politiqueo’ y un montón de especulaciones más. Sinceramente no lo sé. Cierto es que los galardonados no parecían muy sorprendidos y que es lógico que haya ciertas filtraciones en cualquier gala de este tipo pero hay algo innegable: Los Planteas son una institución, un acontecimiento, son los premios más importantes y exitosos de nuestro país, un referente para muchos y merecen un respeto.
Se rumoreaba también que este año, por aquello de la moda, iba a ser el del feminismo. Y ha sido así a medias. Aunque el triunfador ha sido un hombre, su obra versa sobre el poder de una mujer, Julia Domna, augusta del Imperio Romano, esposa del emperador Septimio Severo.
El finalista sí que ha sido un premio femenino en toda regla. Con Un mar violeta oscuro, Ayanta Barilli ha hecho un retablo familiar, centrado y protagonizado por tres generaciones de mujeres fuertes, luchadoras y supervivientes.
Tras la ceremonia, la rueda de prensa. Sí, son las doce de la noche pasadas. Los ganadores están entusiasmados, nos hablan de sus obras, de lo que han supuesto para ellos el premio y demás lugares comunes. Pero el protagonista involuntario (o no) de la escena es Fernando Sánchez Dragó.
El octogenario escritor está más que orgulloso. Y es que la finalista, Ayanta Barilli, es su hija mayor. Dice de ella es que «la gran bendición de su vida» que ha escrito una obra de arte (la compara con ‘Cien años de soledad’) y rompe a llorar, arropado por los aplausos de los allí presentes.
Y tras la rueda de prensa, las copas en la recepción del hotel. Aquí, como es lógico, el ambiente es más amable, amistoso. Todos se felicitan entre sí, comentan la elección del jurado, hablan de sus próximos proyectos… Y no pasa nada más. Me fijo bien y no hay cotilleos memorables o escándalos secretos. Todo es armonioso y festivo. Digno cierre de una noche intensa y de altura. La altura de los Planeta.