Acuarofilia: Como calmar a las fieras

Por José María Arévalo

(Los dos peces Disco de mi acuario)

Pospuse, la semana pasada, este tema de acuarofília – que así se llama la afición a los acuarios y peces de idem – a favor de otro, “Por la boca muere el pez”, de política. Tal como utilicé, en el título de aquél, materia acuarófila para atacar a los políticos, vuelvo a hacerlo ahora con este simbólico título. Pero no caeré en la trampa de decir que es aplicable a todos los partidos, como ha conseguido sea ya costumbre, cuando se le critica, el partido en el Gobierno, cuando es lo cierto que quien ha crispado y tensionado toda la legislatura ha sido él, y por tanto es la fiera a calmar, junto a nacionalistas radicales y otros extremos, con lo que se ha dedicado a pactar. Bueno, vamos con este tema de cómo conseguir la moderación… en el acuario. Me decía un profesional de esta afición que ya no son los acuarios marinos el desideratum: desde que se encuentran ya, en los comercios especializados, tan maravillosos ejemplares de peces Disco. Es verdad. Antes soñábamos los aficionados con esos colores casi reflectantes que visten algunos peces de los mares de coral. Pero el acuario marino es un incordio, con la sal de por medio, que lo complica todo y es difícil de mantener en la dosis adecuada. Ya se ha conseguido –tengo entendido- que se pueda montar un acuario marino en tamaños reducidos (50 o 60 litros), gracias precisamente a los corales vivos, que facilitan conseguir el necesario equilibrio natural o microambiente – como microclima, pero en el agua- en un espacio reducido. Pero sigue siendo un incordio.

La moda es, pues, el acuario de agua dulce pero con peces Disco, que los hay de colores vivísimos, unos naranja, otros azul rabioso, o morado, etc., casi como los coralinos. No hay más que ver los nombres que llevan en razón de su color: anillo de leopardo, leopardo verde, brillante, rojo melón, marlboro, sangre roja, etc. Son peces tropicales, además de caros, delicados, para acuarófilos, es decir, aficionados ya experimentados, no principiantes, porque el Disco requiere un agua más blanda de lo habitual y alimento natural, lo que no es muy difícil, ya lo explicaremos otro día, pero hay que tener “cuidadín”. Además, el pez Disco es agresivo con los de su misma especie. No os engañen los acuarios que se ven en los comercios del ramo, con ocho o diez discos todos juntos y sin pelearse; es el efecto, diríamos, “mogollón”, que al ser muchos y en acuario desnudo (sin zonas donde esconderse) no se pelean. En cuanto pongamos dos, tres o cuatro solo, y en acuario con plantas, aparece el dominante, que achanta a los demás y tiene que esconderse, con lo que se pierde el efecto visual por el que los hemos traído, y además los zurra a placer, produciéndoles incluso heridas, y no les deja comer. Con este problema he venido luchando estos dos los últimos años, y ¡POR FIN¡, creo que lo he conseguido solucionar. Y con un sistema bien fácil: separándolos con un cristal móvil. Vamos, que he puesto una “pica en Flandes”. Voy a ver si encuentro en internete alguna sociedad de acuarófilos para comunicarlo. De momento lo cuento a ustedes.

La verdad es que a lo mejor el éxito es relativo: todos los manuales dicen que para los discos se requiere un acuario como mínimo de cien litros, y el mío es de 60. También dicen que “viven en bandas”, pero tengo amigos que me han contado el problema de las luchas incluso entre seis discos. Otro texto dice que de jóvenes viven en bandas pero después son territoriales. En todo caso, y teniendo en cuenta que el precio mínimo de un Disco es de 35 o 40 euros (lo normal es que un pez tropical te cueste entre uno, o menos, y cinco euros), los pequeños, y en tamaño medio y de colores fuertes entre 80 y 120, creo que mi aportación es interesante, tanto desde el punto de vista del tamaño del acuario como del número de ejemplares.

De todas formas no hay que fiarse mucho de los libros, pasa como con la acuarela. Acabo de ver en Internet una explicación que propone como compañeros de los discos al Escalare (o pez Angel, de la misma especie, cíclidos, pero mucho más fácil de mantener), lo que es demencial, pues con aquellos es éste incluso más agresivo aún, salvo que con el sistema que he inventado pueda conseguirse tal convivencia, lo que sería ideal, porque discos y escalares son los peces más bonitos del acuario de agua dulce.

Bueno, paso a contar el invento, no sin antes completar la información clásica: Los discos son originarios de la cuenca del Amazonas y no se encuentran en otro lugar del mundo; su cuerpo es un circulo casi perfecto de forma aplanada y como media miden de unos 13 a 15 cm. de longitud al llegar a la madurez; requieren agua blanda (entre 6 y 12 de dureza) y no alcalina (6 o 7), lo que limita mucho, así, a los compañeros con los que puede convivir (se recomienda el Betta y los Arlequines).

Yo tango un acuario, como he dicho, de 60 litros, pero con forma de medio cilindro, con cristal digamos panorámico y casi tan alto como ancho. A esta solución he llegado después de años sin acuario, y haber tenido, cuando mis hijos eran pequeños, tres o cuatro de diversos tamaños (en un momento determinado tuve a la vez de 200, 60, 50 y 20). Para poder criar (algo más que lo del novato), he tenido que hacerme con un cristal que me divida el acuario, pero móvil, para no complicar la instalación. Así he reproducido el Luchador o pez Betta, aunque pronto se me fueron los alevines por las esquinas (lo que resolveré la próxima vez pasándolos nada más nacer a una pecerilla interior estanca, con difusor propio). Y después de dos años de traer Discos en parejas o tríos, la última vez vi como se me moría un azulón precioso, de inanición, obligado, por el naranja que se ve en las fotos del artículo anterior y del presente, a ocultarse tras la bomba del filtro. Poco antes de morir hasta se le transparentaba la raspa al pobre.

Total que compré uno nuevo, el más barato que pude, un moradillo simpático, pero más pequeño que el naranja maravilloso, claro. Y vi en dos o tres días como iba a seguir la misma suerte que el azulón, si yo no lo remediaba. Así que saqué al luchador del cubículo semicerrado, y puse en ella al nuevo; en principio solo en los momentos de la comida. Pero me producía tanta pena la caña que le daba el grandón, que enseguida pasé a mantenerlos separados. Como la división menor queda en la parte delantera del acuario, los dos discos quieren estar delante, así que procedí a sustituirles de vez en cuando, después de comer, esto es, dos veces al día, a mediodía y por la noche, manteniéndoles unos minutos comunicados, para el cambio . Y cual no sería mi sorpresa cuando al cabo de una semana, al dejarles comunicados después de las comidas para que cambiaran de ubicación, ya no se peleaban. Dejé el cristal suelto en medio del acuario, y siguieron comportándose bien; ahora ya he vuelto a colocar al Luchador, y ellos siguen tan amigos.

Cuando esto escribo, estoy a punto de traer un tercer Disco a mi acuario, regalo de mi mujer (pero comprado por mí, claro) por el aniversario de boda. Ya les contaré si este sistema aplaca también o al menos modera la relación con terceros, y así llegamos al día de las elecciones sin mayores accidentes. Lo mejor de esta afición al acuario es que requiere menos atención que los pájaros, incluso que las plantas, porque a estas hay que regarlas semanalmente, mientras que los acuarios solo requieren atención una vez al mes – para cambiar parcialmente el agua, y rellenar el mecanismo de comida automática; aunque lo normal es hacerlo cada dos o tres semanas y darles de comer a mano-. Ver los peces en el acuario tiene el mismo efecto cautivador y relajante que ver el fuego en la chimenea o contemplar el mar. Aunque lo más divertido de los peces tropicales es conseguir la reproducción de las distintas especies y estas otras investigaciones particulares, de las que seguiremos hablando de vez en cuando.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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