Teorías del arte clásico. Grecia en la época clásica (III)

Por José María Arévalo

(Artemisa cazadora, “Diana de Versalles”. Copia)

El paso de un arte todavía hierático, conceptual, a otro naturalista, que empieza ya a producirse en la época arcaica, junto con la valoración del arte por el arte, sin dejarse influir por los motivos religiosos o bélicos que se describen, como hemos visto en artículos anteriores, se realiza en plenitud en la época griega clásica. Se cumplen así, el griego es uno más, los ciclos naturalismo-compeljidad-abstracción que describe, para mi gusto muy acertadamente, Arnold Hauser en su “Historia social del Arte y la Literatura”, para explicar la evolución artística en la Historia. “El siglo V a. de C. es –dice Hauser- una de esas épocas de la historia del arte en que maduran las más importantes y fecundas conquistas naturalistas. En realidad, no solo el primer clasicismo de las esculturas de Olimpia y el arte de Mirón, sino el siglo entero, si exceptuamos algunas breves pausas, está dominado por un continuo progreso naturalista. El clasicismo griego se distingue de los estilos clásicos de él derivados precisamente en que en él la tendencia a ser fiel a la naturaleza es casi tan fuerte como el afán de medida y orden”. Toda la historia del clasicismo griego, añade más adelante, se desarrolla con un predominio alternativo de las nuevas fuerzas mundanas, naturalistas, y las antiguas conservadoras, apoyadas por la aristocracia que sigue influyendo en el poder, ya popular.

En los frontones del templo de Zeus, de Olimpia, monumento representativo de los comienzos del clasicismo –explica Hauser-, hallamos un viejo con la piel del vientre floja y pendiente. Mirón representa el movimiento, busca retener la fugitividad, el momento que pasa. Pero tras los dinámicos comienzos de siglo viene una tregua con la fórmula de Policleto; en las esculturas del Partenón se llega a una síntesis de las dos tendencias; y hacia finales de siglo, esta síntesis cede de nuevo a una tendencia expansiva del naturalismo. “A excepción de los sofistas y de Eurípides, los influyentes de los siglos V y IV están del lado de la aristocracia y de la reacción: Píndaro, Esquilo, Heráclito, Parménides, Empédocles, Herodoto, Tucídides, son aristócratas; y vástagos de la burguesía como Sófocles y Platón, se sienten solidarios con la nobleza. Pero no pueden contener los progresos del naturalismo”.

Tanto Hauser como el profesor Piñero recogen la cita de Aristóteles según la cual ya Sófocles dijo que él representaba a los hombres como debían ser; Eurípides, por el contrario, como realmente son.

Destaca don Ricardo Piñero que los artistas griegos, desde el alto arcaísmo, no cesaron de profundizar en la observación de la naturaleza, pero para extraer de ella un lenguaje, un juego de formas vivas constantemente renovado, para acompañar, como la poesía y la música, un movimiento de un mundo en perpetuo cambio. El siglo V es una época de máximo esplendor, con victorias militares (sobre los persas), progreso social, aumento de riquezas y bienestar. Éste es un buen caldo de cultivo para que surjan grandes obras artísticas y científicas. Ahora bien, cuando desaparecen enemigos exteriores, surgen los internos: también fue una época de continuas reformas sociales, de luchas políticas y de enfrentamientos entre clases y partidos.

Con este desarrollo –continúa el profesor salmantino- comienza a darse el mecenazgo en el arte plástico y la literatura, hasta el punto que llegan a fundirse o más propiamente a convivir, la cultura doria -Partenón- y jonia -Erecteion-. Es el tiempo de la democratización: las reformas de Solón (s. VI) toman cuerpo y serán ampliadas, hacia la igualdad de derechos de todos los ciudadanos, con Pericles.

Las creaciones de lo clásico griego no son un término, sino una pausa deslumbrante que se explica por la presencia de grandes maestros y por circunstancias históricas excepcionales. Grandes maestros como, entre otros, Mirón, Fidias, Policleto.

En la escultura griega –continúa el profesor Piñero- tienen un lugar privilegiado la literatura y la mitología. En ella se lleva a cabo una renovación de la significación moral de la imagen divina, del propio concepto del hombre y del cosmos, y, sobre todo, la creación de un auténtico lenguaje simbólico. Podemos afirmar que la forma escultórica griega del período clásico es una forma eminentemente simbólica en la que tiene lugar todo un proceso de idealización y de armonización. Hay en esta forma una evolución que pasa de lo real sobrehumanizado a lo humano armonizado, es decir, a lo clásico puro.

La tendencia apolínea va configurando y cristalizando un ideal de vida que se extenderá en buena parte de la cultura griega hasta convertirse en uno de sus conceptos culturales más representativos.

Valores como la estilización, la simetría, la proporción, la armonía, la relación entre las partes, se convertirán en los pilares estéticos del mundo griego. Todos esos valores configurarán su “canon” estético (del que hablaremos mças en detalle en el próximo artículo, siguiendo también al profesor Piñero) que servirá indefinidamente de ejemplo para toda la teoría de la escultura posterior.

“En el siglo V, por lo que respecta al arte pictórico, Atenas se encontraba ya a la cabeza de Grecia. La cerámica ática reinaba entonces sin competencia en los mercados mediterráneos y las firmas de los artistas atestiguan el prestigio de que gozaban los pintores de vasos. Pero el predominio de Atenas se afirmaba también, casi con tanta claridad, en el dominio de la pintura mural.”

“Deberíamos atender, al menos, a dos perspectivas. En primer lugar, los vasos pintados. Éstos asisten a una transformación muy rápida incluso desde el punto de vista de la producción. Las fábricas se concentran y emplean un mayor número de obreros, los hornos cerámicos alcanzan dimensiones hasta entonces desconocidas, la producción se especializa y algunos talleres agrupan y emplean a numeroso personal. Esta concentración de talleres va a hacer perder el carácter de artesanado a la producción de los vasos pintados: en estos momentos se observan numerosas señales de negligencia en el dibujo, sobre todo en el reverso de los vasos, comienza a manifestarse una rutina en la composición de las escenas, los pintores de vasos ya no firman casi nunca sus obras. Todo lo cual hace que este arte pictórico de los vasos se oriente hacia un peligroso declinar.”

“Por otro lado en cambio, la gran pintura, la pintura mural o la pintura de caballete, conoció en la Grecia de la época clásica una magnífica floración. Las fuentes antiguas evocan los nombres de personalidades artísticas de primer plano cuyo genio creador parece a veces haber sobrepasado a los maestros de la gran plástica. Desgraciadamente, aunque conocemos muchas anécdotas sobre Polygnoto, Mikón, Agatarco, Apollodoro, Zeuxis, Parrasio, Timantes, Pausias, Pánfilo, Euphranor o Nikias, nos falta realmente lo esencial, es decir, el contacto directo con las obras mismas.”

No obstante, y para concluir, don Ricardo Piñero destaca que tanto el propio concepto de canon como los valores estéticos clásicos configuran un intelectualismo que tiende a lo universal y que servirá como elemento definidor del período clásico en su conjunto.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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