Teorías del arte clásico. El canon griego (IV)

Por José María Arévalo

(Fidias, relieve)

La descripción de los avances de la época clásica en Grecia nos llevó en el artículo anterior, siguiendo al profesor Piñero, al “canon” estético griego, que servirá, decíamos, indefinidamente de ejemplo para toda la teoría del arte posterior. La forma escultórica griega del período clásico es una forma eminentemente simbólica en la que tiene lugar todo un proceso de idealización y de armonización. Hay en esta forma una evolución que pasa de lo real sobrehumanizado a lo humano armonizado, es decir, a lo clásico puro. La tendencia apolínea va configurando y cristalizando un ideal de vida que se extenderá en buena parte de la cultura griega hasta convertirse en uno de sus conceptos culturales más representativos. Valores como la estilización, la simetría, la proporción, la armonía, la relación entre las partes, se convertirán en los pilares estéticos del mundo griego y configurarán el famoso canon estético. Y concluíamos diciendo que don Ricardo Piñero destaca que tanto el propio concepto de canon como los valores estéticos clásicos configuran un intelectualismo que tiende a lo universal y que servirá como elemento definidor del período clásico en su conjunto.

E.H. Gombrich, en “Arte e Ilusión. Estudio sobre la psicología de la representación pictórica” (Ed. Debate, Madrid 1997), que dedica un capítulo entero, el IV, a “La revolución griega”, profundizando en el por qué de su naturalismo frente al hieratismo egipcio, explica cómo Grecia cambió la función y las formas del arte. No la lógica de la elaboración de imágenes, porque sin un medio y sin un esquema que pueden moldearse y modificarse, ningún artista puede imitar la realidad, conseguir la mimesis. “Sabemos a qué llamaban los antiguos sus esquemas; se referían a ellos como al `canon´, a las relaciones geométricas básicas que un artista tiene que conocer para la construcción de una figura plausible. Pero en el arte griego el problema del canon quedó recubierto por la búsqueda de la belleza y de proporción”. Me parece interesante la cita que incluye de F.C. Ayer: “Muchos dibujantes deficientes en su surtido de esquemas pueden dibujar bien copiando otro dibujo, pero son incapaces de dibujar del natural”.

“La revolución griega –dice Gombrich- merece su fama. Es única en los anales de la humanidad. (…) Lo que la hace única son precisamente los esfuerzos dirigidos, las continuas y sistemáticas modificaciones de los esquemas del arte conceptual, hasta que el `hacer´quedó reemplazado por la equiparación con la realidad gracias a la nueva técnica de la mimesis. Nos engañamos sobre el carácter de dicha técnica si hablamos de imitación de la naturaleza. A la naturaleza no se la puede imitar o `transcribir´sin primero despedazarla y luego recomponerla. Y esto no es resultado únicamente de la observación, sino de la experimentación incesante”.(…) No hay razón alguna para creer que los artistas griegos ofrecieron un inventario visual del mundo más completo o más exacto que el arte de Egipto, Mesopotamia o Creta. Antes bien, en aquellas culturas tempranas los esquemas de animales o plantas eran a menudo refinados hasta un grado asombroso”. Pero, concluye, “estas desviaciones de los modos conceptuales (en el arte anterior) eran excepciones, no se integran en la tradición que hay que mejorar y ampliar, como en Grecia”.

Por su parte, el profesor de Filosofía del Arte de la Universidad salmantina, don Ricardo Piñero, que venimos siguiendo también en artículos anteriores – y que me ha autorizado a usar sus lecciones, de las que estos artículos están sacando mucho partido, no sé ya si es usar o abusar – cita, entre los artistas-teóricos que escribieron sobre canon y estética al arquitecto Sileno que escribió “De la symmetría dórica”; a Ictinos, creador del Partenón; Policleto y Euphranor, escribieron sobre escultura, y Agatarco, Nikias y Parrasio lo hicieron sobre pintura. Hay un texto de Filóstrato que dice: «los antiguos sabios (por sabios entendía él a los artistas) escribían sobre la `symmetría´ en la pintura”. Desgraciadamente, todos estos textos teóricos se han perdido. La noticia de su existencia nos ha llegado a través de otros escritos indirectos o que recogen fragmentos de los mismos. Pero se conservan algunas obras sobre arte clásico que dejan claros los siguientes aspectos, que de alguna manera definen este momento:

– Toda obra de arte estaba sometida a cánones.
– La guía fundamental para el diseño y la creación eran las proporciones matemáticas.
– Se constata un abandono de las formas esquemáticas en favor de las orgánicas.

El canon es una búsqueda que realizan los artistas provocados por los filósofos y sus teorías sobre el hombre, la naturaleza, la belleza, la armonía del cosmos. Es una forma obligatoria para el artista y para cada obra, supone una garantía de perfección basada en una justificación social, litúrgica, estética. A pesar de ser un conjunto de normas requiere cierta flexibilidad (los cánones son más un camino de indagación que un código cerrado y establecido). Su expresión matemática garantiza, en cierta medida, su respetibilidad y también su modificación.

Comenta el profesor Piñero que, sin embargo, no todo en la vida ni en el arte puede pasar por lo canónico. La realidad es lo suficientemente plural y rica como para dejarse atar a determinadas formulaciones matemáticas. La mera medida, a veces, era sustituida por exigencias estéticas que no se atenían a ningún canon. Esas exigencias estéticas dependían de la forma de percibir la realidad, de las condiciones del sentido de la vista (el ensanchamiento de columnas en los templos dóricos; o la perspectiva, `skenograjia´, y la `skiagrajia´, la pintura a base de ‘sombras’, el impresionismo, ya existían en el siglo V como una exigencia estética, aisqhtika, es decir, perceptiva).

Vitruvio afirmaba que «el ojo busca una visión agradable. Si no lo satisfacemos aplicando proporciones adecuadas y compensando adicionalmente los módulos, añadiendo lo que haga falta, presentamos al espectador una visión desagradable y falta de gracia».

En próximo artículo intentaremos incluir algunos extremos concretos de esta cultura “canónica”, por si nos sirven en nuestra práctica, y no quede todo en ideas generales que para el aprendiz o aficionado a la pintura pueden saber demasiado a “agua de borrajas”, aunque ciertamente amplíen su visión de conjunto.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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