Antonio Agudo, gran dibujante y paisajista

Por José María Arévalo

(Acuarela de Antonio Agudo en “Cadiz a contraluz”. 45×30)(*)

Mientras trabajábamos en los primeros pasos de la iniciación a la acuarela que seguimos a través de este blog, Reyes Prieto me empezó a hablar, mejor dicho, a escribir, sobre la pintura de Antonio Agudo, del que me mandó primero algunas fotos, y después el catálogo de una de sus exposiciones. Me confesó que fueron sus acuarelas lo que la impulsó a aventurarse con esta difícil técnica en la que seguimos luchando día tras día. Para conseguir otro ejemplar del catálogo de una de sus exposiciones, que enviarme, después de infructuosas gestiones con la editora, se fue a ver directamente al gran pintor sevillano, que la recibió muy amablemente, le regaló varios catálogos de exposiciones suyas – que enseguida me remitió- y la animó a que asistiera a sus clases en la Universidad. Así que este año ha dado un paso de gigante con la acuarela, pintando en segundo curso de «Dibujo y Pintura del Natural» de la Facultad de Bellas Artes sevillana, un privilegio que ya hubiera querido para mí. De momento me contento con los tres extraordinarios libros –más que catálogos– de las exposiciones de Agudo, que me ha enviado Reyes, completados con las imágenes que aparecen en la web http://www.antonioagudoarte.com/

Antonio Agudo es, en primer lugar, un grandísimo dibujante, en lo que mejor le corresponden, creo yo, los calificativos de expresionista y neorrealista que le dedica alguna de las glosas que acompañan aquellas ediciones. Pero en sus acuarelas, sobre un perfecto dibujo básico, realiza una magnífica síntesis que me recuerda mucho al gran Martínez Lozano, cuyo dominio del dibujo le permitía igualmente expresarse con muy pocos trazos en acuarela. A mí al principio me gustaban más las complejas acuarelas de, por ejemplo, García Bonillo, pero a medida que necesitaba –como suele ocurrirnos a los creativos- abstraer más, iba apreciando la síntesis de los mejores acuarelistas ingleses, Wesson, Seago, Merriot, hasta reencontrar a Martínez Lozano, y ahora descubrir a Antonio Agudo. Muy inalcanzables, porque para la acuarela en seco pero con pocas pinceladas, hay que dibujar extraordinariamente bien y sintetizar mejor.

Me han encantado algunas frases de Agudo que Reyes ha memorizado de sus clases. Que “en la figura humana se encuentran sintetizadas todas las estructuras del Universo.” O que “la acuarela es abstracción y concentración”. Y que “a mayor frescura del dibujo, y dejando muchos blancos, más nos aproximaremos a un resultado matissiano o picasiano”. Y algunos chascarrillos, por ejemplo que Picasso, cuando retrataba a mujeres, les ponía a todas cara de “asustás”, en giro muy sevillano. Me dice que su profe tiene una muletilla cuando concluye un desarrollo, “me explico, ¿me lo agarráis?”, lo que da pié a algún que otro alumno para hacer un simpático gesto, con la mano, de coger algo del aire.

O sea, que encima se lo pasan “pipa” cuando les recuerda que deben entornar la vista antes de dibujar con el fin de encajar la figura , o a la hora de diferenciar las zonas de luz y las de sombra. Una gozada.
De verdad te envidio, Reyes. Tus apuntes, ya te he dicho, no tienen desperdicio: “Recomienda dibujar la figura en tres movimientos; distribuir la misma en el espacio y, dentro de la figura geométrica obtenida, encajarla para obtener las proporciones correctas. A continuación, definir los volúmenes, apurando el dibujo sin excederse en el mismo. Dar la mancha de un solo trazo siguiendo la dirección deseada”. Y recalca: “¡sin insistir!”. Treinta años –creo haber leído- de enseñar dibujo, óleo y acuarela, y de desasnar a las nuevas generaciones de artistas –naturalmente Reyes debe ser una excepción encantadora- son muchos años.

(Acuarela de Antonio Agudo en “Cadiz a contraluz”. 30×45)(*)

Hubo una época en que dejó la enseñanza, concretamente en 1977, en que hubo de abandonar la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, junto con otros dos profesores –lo tomo de uno de los catálogos-, “debido al enfrentamiento con su dirección por el enfoque tópicamente tradicional que mantenía el Centro”. Regresa diez años después, ya convertida la vieja Escuela en Facultad, por la insistencia de algunos amigos y compañeros que siempre estuvieron en desacuerdo con su “destierro”. Entre tanto, se pudo dedicar de lleno a sus exposiciones de dibujo, pintura y grabado, que se suceden “entre Sevilla, Madrid, Granada, Washington, Quito…”. “Es muy singular –continúa el biógrafo- la vinculación de Antonio Agudo con Guatemala y México. Desde el año mismo de su salida de la Escuela, en el que fue por primera vez a Guatemala –`una belleza que duele´, en opinión del geógrafo George Lowel-, no ha dejado casi un solo año de visitar largamente esos dos bellos países. En ellos lo introduce su mujer, una antropóloga comprometida, desde el ángulo científico y especialmente humano, con aquellas tierras”. Fruto de estas salidas es una larga colección de obras y unos muy interesantes cuadernos de viaje realizados a la acuarela por los mercados indígenas.

El regreso a la enseñanza le lleva a desarrollar sus trabajos teóricos, su propia tesis doctoral, un estudio sobre “mentalidades colectivas y manifestaciones artísticas”, y posteriormente la tarea de dirección de tesinas y tesis. “La proposición de Antonio se basa en la aportación que un artista puede hacer a la historiografía del arte; ello dio lugar a la creación de un grupo de discípulos en este apartado dual pintura/teoría en torno a la enseñanza”.

Antonio Agudo ha frecuentado todos los temas pictóricos, desde el paisaje y el retrato a temas históricos y religiosos, como el Vía Crucis que le encarga en 1994 la Hermandad sevillana del Gran Poder para su Basílica Mayor. Pero yo creo que es en el paisaje donde más creatividad aporta, el urbano y el del campo, especialmente la sierra norte de Sevilla, Alcalá de Guadaíra, la playa de San Lucar, y Cádiz “a contraluz”, como titula una de sus exposiciones. “El aire salitroso –dice, en el libro catálogo de ésta, uno de sus comentaristas- la soledad de sus azoteas, el inevitable viento de levante y las desangeladas palmeras, tienen certera acogida en esta colección”.

(Acuarela de Antonio Agudo en “Cadiz a contraluz”. 78×58)(*)

De los paisajistas andaluces oí hablar al profesor de la Facultad de Bellas Artes de la universidad de Granada, Carlos Jiménez, magnífico y muy innovador pintor también –recuerdo la gran impresión que me hicieron los peculiares juegos de color que utilizaba-, en el Encuentro Internacional de Pintores, en La Alberca, el II ese año 2005, al que acudimos más de ochenta paisajistas (de todas las regiones españolas, varios portugueses, algún belga, hispanoamericanos, etc.) y otros tantos alumnos de quince Facultades de Bellas Artes. Seguro que en aquel encuentro hubo una representación de la sevillana, pero con tanto pintar no tomé notas de nada. Aquellos encuentros los organizaba el profesor Carralero, Decano de la salmantina, de cuya gran humanidad y valía tengo un recuerdo imborrable. Lo hacía a requerimiento del Ayuntamiento albercano, que hace un par de años ya no los convoca, es una pena.

Para la inauguración del Museo de Alcalá de Guadaira, hace cuatro años, se preparó una importante exposición en torno a la prestigiada tradición paisajista de esta localidad, con las obras de las colecciones municipales y los mejores paisajistas andaluces, entre ellos Agudo, que participó con una acuarela de gran formato con una vista nocturna del río, “atrevida en la ejecución, resuelta en unos preciosos tonos azules y plata”. Y en junio del año pasado, en el mismo museo, una antológica de los paisajes de Antonio Agudo, desde mediados de los 70. Aunque me quedo con sus acuarelas, me ha llamado mucho la atención que sus paisajes en óleo –de los que hay amplia representación en el catálogo de esta exposición alcalaína- quedan construidos con el mismo efecto visual, de conjunto –con independencia de la textura- que sus acuarelas, sintético y próximo a la abstracción, como hicieran los grandes maestros ingleses Wesson y Seago con sus óleos, pintados desde el dominio de la acuarela. Creo que lo refleja bien Bonet Correa en su artículo de “Cádiz a contraluz”: “El juego entre la realidad y la ficción es la característica esencial de las escenas pintadas por antonio Agudo, en las cuales una atmósfera, vaga y nebulosa, casi irreal, envuelve la totalidad”.

Todo un descubrimiento que les propongo, como lo ha sido para mí. Mil gracias, Reyes, por proporcionarme ese encuentro, aunque haya tenido que ser virtual. Espero que algún día se convierta en real.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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