García Benito en las colecciones privadas de Valladolid

Por José María Arévalo

(Matrimonio Paul Poiret. Óleo de García Benito en la actual exposición del Museo de la Pasión.150×240) (*)

Después de presentar, en Septiembre del 2009, la muestra “Eduardo García Benito. Los años en Nueva York (1921-1940). Ilustraciones para VOGUE y VANTY FAIR”, la Sala Municipal de Exposiciones del Museo de Pasión de Valladolid ofrece ahora “Eduardo García Benito en las colecciones privadas de Valladolid”, comisariada, junto con el director de Museos y Exposiciones de la Fundación Municipal, por el profesor del colegio Lourdes Miguel Angel García, que tantas aportaciones privadas ha conseguido para las sucesivas exposiciones del colegio sobre los mejores pintores vallisoletanos.

Aun cuando aquella de los carteles de García Benito fuera quizá más representativa de sus extraordinarias dotes de dibujante, se echaba en falta esta de sus óleos, como ya comentamos en este blog refiriéndonos a aquella. “Me cuenta un compañero –escribí entonces- que cuando murió García Benito, en 1981 y en Valladolid, estaba exponiendo en la Sala Castilla una magnífica muestra de sus óleos, mucho más valiosa que esta de los carteles – se echa en falta una repetición, señor alcalde, de su obra más significativa-. Y que cuando se decidió a comprar unos dibujos, de formato pequeño, por cada uno de los cuales estaba fijado el precio en quince mil pesetas, le dijo Eliseo que ya no se vendían, que había fallecido García Benito. Como es sabido, la cotización sube mucho en estos casos”. Seguramente algunos de los cuadros expuestos entonces figuran ahora en esta muestra.

Así que felizmente se ha cumplido aquel deseo, y podemos ver un más completo García Benito, hasta el próximo día 19. Nacido en Valladolid en marzo de 1891, Eduardo García Benito fue el principal exponente español del Art’ Dèco a nivel mundial. Formado en la Escuela de Bellas Artes y Oficios vallisoletana y en la de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, el periodo creativo de entreguerras consagró a un hombre que concluyó su formación en París gracias a una beca del Ayuntamiento de Valladolid. Su traslado a la capital francesa en 1912 le permitió conocer a alguno de los artistas más importantes del pasado siglo, desde Picasso a Modigliani –del que fue gran amigo y que tanto influyó en él-, pasando por Gargallo, Juan Gris, Raoul Dufy o Manet. Años después se haría famoso entre el gran público por las portadas avant-garde modernistas que creó para Vogue y que consiguieron llamar la atención a través del uso de la geometría y del color. También realizó bocetos para los mejores diseñadores de su tiempo como Mainbocher, Schiaparelli y Lelong.

Genial en sus composiciones, en su expresividad, en la síntesis con la que refleja toda una época. Lo cierto es que cuando pensamos en aquellos años veinte del siglo pasado, las imágenes que nos vienen a la cabeza son estas de García Benito, quizá fruto de la publicidad.

El Ayuntamiento ha editado un muy cuidado catálogo, que se puede obtener en la exposición a precio realmente asequible, en el que además de las obras se incluye una presentación de León de la Riva; un magnífico artículo de Maria Teresa Ortega Coca, profesora de la UVA , sobre la vida y significado de la obra de García Benito; una serie de textos del propio pintor sobre su vida, publicados en El Norte de Castilla y recopilados por la propia María Teresa Ortega en su libro “Eduardo García Benito y el Art’ Dèco”; y el discurso leído por García Benito en su recepción pública como académico de número, en la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, de Valladolid, el 14 de Junio de 1962, que titulara “La revolución en el arte, el arte en la revolución”.

Creo que este discurso bien merece que le dediquemos uno o varios artículos en este blog, como henos venido haciendo con el, también de ingreso en nuestra afamada Academia, del arquitecto vallisoletano Javier López de Uribe, en nuestra serie “Arte y Belleza”. No puedo por menos ahora de recoger parte de la biografía de María Teresa Ortega, los dos últimos apartados del artículo que, ya digo, incluye el catálogo, y que me parecen del mayor interés.

El arte de Benito en relación con las vanguardias históricas, y con el Art’ Dèco

Selección del artículo de Maria Teresa Ortega Coca en el catálogo de la exposición.

En la trayectoria de este artista, podemos diferenciar varias tendencias: Fauvismo, Cubismo, Futurismo, Expresionismo y principalmente Art’ Dèco. De todas ellas, la que mejor le define, fue: el Art’ Dèco, al que podríamos considerar, estilísticamente, como un cubismo expresivo, o como un expresionismo cubistizado. Y sobre todo como un arte característico y testimonial de los años veinte, un arte de entreguerras.

Cuando el artista llega a Francia se vive un momento transcendental para el arte contemporáneo. Puede decirse que, de 1912 a 1925, tuvieron lugar todos los “ismos” más importantes del siglo XX, y naturalmente su obra se relacionó con estas tendencias. Algunas de ellas van a ser constantes repetidas a lo largo de su hacer. Así lo vemos con respecto a expresionismo. Y es que la guerra europea, vivida por Benito en Francia va a influir en el artista, que entonces realizó una serie de dibujos en los que se muestra angustiado por las calamidades de la guerra y sus naturales consecuencias: la violencia, la enfermedad, la pobreza y la muerte. Porque éstas eran las motivaciones comunes que proporcionaban tema a los expresionistas del primer tercio del pasado siglo, principalmente a los alemanes nórdicos.

En cuanto al fauvismo, considerado en su aspecto estilístico, es decir, al margen de su época como tal movimiento histórico, fue sin duda otro de los “ismos” en el que el pintor vallisoletano participó activamente. Es más, habría que decir que Benito, fuera de su etapa Art’ Deco, ha continuado haciendo pintura fauvista a lo largo de toda su vida, si como fauvismo, entendemos la libertad plena del color y de la línea, al margen de la imitación real de la naturaleza, para lograr otra realidad estética y expresiva.

En Benito, no sólo en su momento internacional, sino a lo largo de toda su carrera, hay una interpretación mas subjetiva que objetiva de todas las cosas. Y como característico representante del Art’ Deco, fue un artista plenamente sintético más que ecléctico. Reunió y relacionó estilos y formas de hacer.

Benito me comentó en una exposición, ante uno de sus óleos, que él pretendía realizar síntesis, y como en cierta medida los “ismos” vanguardistas no fueron apareciendo unos cuando terminaban otros, es decir por su lógica propia, no tuvieron lugar sucesivamente, sino que se desarrollaron, en parte, en cuanto al tiempo, sincrónicamente, a él le gustó realizar en su pintura, con frecuencia, un “cubo-futurismo-expresivo”. Y frente al óleo que Benito había elegido, continuó diciendo que lo de cubo, lo era, por la geometría característica en las obras de esa tendencia, lo de futurismo porque el cubismo que él hacía siempre iba unido al movimiento, y por tanto era más futurista que cubista. Y es que en dicho cubismo de Benito en vez de mostrar el estatismo lógico del cubismo histórico las cosas parecían desplazarse, como en una fotografía, casi estroboscópica que parece ser el futurismo. Y por último, era también expresivo porque particularmente, el artista vallisoletano, casi siempre pretendía contar algo desde dentro, subjetivo.

En Benito, el Art’ Dèco ocupará, casi, todo el periodo de entreguerras. Para él como para todos los artistas del Art’ Dèco, el arte tenía principalmente un sentido funcional, una aplicación para dar confort y belleza a la vida. Nacía, como en la antigüedad, para dar cumplimiento a un encargo e integrado con todo un contexto vital. El Art’ Dèco servía para interpretar una misión, tanto daba que fuera al servicio de la moda, de la ilustración, del diseño, de la publicidad, del automóvil, del grafismo, del cartel anunciante o del vestuario (e incluso de la célebre escenografía de los ballets rusos).Y para ello el Arte, con mayúscula, no estaba separado del resto de las artes, mal consideradas menores. Visto así, el Art’ Dèco se oponía a la vanguardia. Pero hay que recordar que algunas corrientes vanguardistas, como la de los constructivistas rusos, aun cuando no participaran en la mentalidad Art’ Dèco, tampoco rompieron del todo con ella. Pero en general, los artistas que representaron las vanguardias históricas, como cubístas, futurístas, etc, conformaron pequeñas élites cuyo afán de novedad y experimentación estuvo en disconformidad con el ambiente social externo, con el contexto histórico. y si pasamos a un orden pragmático de cuestiones, observamos que la radical independencia artística de las vanguardias al servicio de su propia voluntad creativa y la falta en general de funcionalidad de sus productos, originará una diferencia notable entre la comercialización del arte de vanguardia, necesitado de marchantes, con respecto a los productos artísticos del Art’ Dèco, no necesitado de intermediarios en dicha comercia1ización, ya que, se debía a encargo previo.

El Art’ Dèco en paralelismo con las nacientes democracias frustradas del periodo de entreguerras

La fecha del auge del Art’ Dèco, 1925, históricamente, coincidió con su momento más equilibrado y feliz, con el año en que se firmaron los acuerdos políticos en la localidad suiza de Locarno. Acuerdos democráticos que podrían definirse como una entente, que, después de la Primera guerra europea (1914-1918) pretendían por fin conseguir una paz definitiva para Europa y un optimismo de libertad para las nacientes democracias de postguerra. En cambio los momentos finales en la evolución del Art’ Dèco, resultaron ser, artísticamente, como una derivación hacia formas congeladas, adustas y férreamente organizadas, que cronológicamente, pueden corresponderse, con el proceso de desorganización económica mundial de aquellos años y políticamente, con la instauración de regímenes autocráticos que pusieron punto final a la libertad y convivencia de una década, la de los años veinte, que se había considerado feliz. Aunque quizá, como se ha dicho, sólo lo fue así comparada con lo que había sucedido antes y con lo que sucedió después.

A mi modo de ver, el Art’ Dèco, en su momento de apogeo, consistía en una síntesis de diferentes movimientos por la coexistencia de diferentes inclinaciones y tendencias a veces incluso opuestas. Visto así el Art’ Dèco pudiera ser definido como un arte democrático [cita a Ortega Coca: “Eduardo Carcía Benito y el Art’ Dèco” realizado por encargo de la Universidad, Ayuntamiento, Ateneo y Diputación de Valladolid, institución que financió la edición en 1979; esta publicación, principalmente en su segunda edición, bilingüe, contiene una fundamental bibliografía sobre la materia]. Los vientos de semejanza unificaban, en parte, arquitectura, literatura, música y moda. Los artistas del Art’ Dèco realizaron una interpretación propia, sui géneris, de numerosos movimientos vanguardistas del siglo veinte y esto lo hicieron conectar en síntesis, no sólo con las corrientes tradicionales propias de su cultura, sino también con corrientes, a veces incluso contradictorias, de culturas exóticas. Como se puede comprobar, en las obras de Benito hay influencias tradicionales propias, del arte griego del siglo V y VI, del gótico internacional del XV, del arte del Renacimiento, del Greco y de Goya. Y esto se sumó con numerosas corrientes de culturas exóticas orientales.

A mi modo de ver, el Art’ Dèco define su momento histórico mejor que las vanguardias históricas elitistas del siglo XX, que fueron fenómenos artísticos minoritarios, con menos representación y repercusión social que lo que aquí se considera Art’ Dèco. Arte que en realidad era tributario de la incipiente «Sociedad de Masas», de la segunda década, muy diferente de la aristocrática élite que patrocinó el Modernismo, anterior a la primera guerra europea. Así podemos ver cómo los dibujos Art’ Dèco de Benito para las revistas internacionales, al promover un contagio de formas «listas para copiar», contribuyeron a masificar los modos y maneras en el vestir. Por lo que en aquella época, en la pintura de Benito y en el Art’ Deco, al servicio de la moda, se realizó una extensa difusión artístico cultural globalizada al transmitirse ese arte por medio de revistas internacionales a infinidad de lugares, geográficamente a los cinco continentes, por lo que presagia su conversión en un medio de comunicación en RED, de tal forma que el Art’ Deco y con él Benito, y las grandes editoriales de la moda, por ejemplo Condé Nast, con las que este artista trabajó, se convierten en el fenómeno precursor de numerosas cuestiones que se plantean en el arte elaborado y difundido en RED por los ordenadores del actual sistema cibernético.”

Solo me resta recordar lo que ya comenté en el artículo sobre la exposición de hace dos años, en el que me hacía eco de lo publicado aquellos días: que según puede leerse en el libro “La Ciudad de Valladolid y su Ayuntamiento: 100 Años de Historia Común”, editado por el propio municipio, Juan González-Posada Martínez hace referencia a que, “en unas declaraciones aparecidas en El Norte de Castilla, del 19 de octubre de 1955, el pintor Eduardo García Benito comentaba que hacía falta en Valladolid un Museo de Arte Contemporáneo, siendo su aportación la cesión de su obra.” “Pues ya tenemos museo –comenté yo-, pero ni García Benito, ni Castilviejo, ni Meneses, ni tantos otros, tienen cabida en él, sencillamente porque no se consideran “contemporáneos”. Como venimos repitiendo, y no nos cansaremos, ¡nuestros pintores a nuestros museos¡.”


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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