El castillo de Villalba y sus famosos quesos

Por José María Arévalo

(Castillo de Villalba de los Alcores. Acuarela de José María Arévalo. 45×58)(*)

Hace años pasamos una temporada pintando, el grupo de acuarelistas de la Asociación de Castilla y León, las calles y los campos de Mucientes, de donde surgieron dos exposiciones en la casa de cultura de la villa, de bastante éxito. Repetimos experiencia en Trigueros del Valle y en Ampudia, también por el noreste vallisoletano. Recuerdo que cuando se lo comenté a mi compañero de trabajo Virgilio del Campo, fallecido hace unos años poco antes de llegar a la edad de la jubilación –el Señor sabe más, y se suele llevar primero a los mejores-, me animó a que fuéramos a pintar a su pueblo, próximo a aquellos, Villalba de los Alcores. Habíamos ido varias veces ya al cercano Montealegre, a pintar su magnífico castillo, y así se lo dije, a lo que me replicó que el castillo de Villalba valía la pena, y que aprovecháramos para comprar en él algún queso, de producción totalmente artesanal y reconocida fama, que fabricaba un familiar suyo, al que podíamos ir de su parte. Efectivamente allí fuimos a pintar, pero como de costumbre se nos fue la hora y dejamos los quesos para otra ocasión. Poco después se me ocurrió visitarlo un domingo con mi familia, y pasaron los chicos un buen rato viendo las mazmorras llenas de quesos. Y sí, se trataba de los mejores quesos de la zona, al nivel del Flor de Esgueva, y más económico.

Años después, Virgilio el Grandón –como solíamos llamarle por su enorme humanidad tanto de cuerpo como de espíritu- me hablaba de unas cacerías que había montado en su pueblo para los amantes de la cinegética, y le pregunté si seguían haciendo los estupendos quesos del Castillo. Al parecer habían trasladado las instalaciones a locales próximos, para ajustarse a las reglas de sanidad, pero mantenían e incluso superaban la calidad. Efectivamente, aquellas mazmorras no tenían pinta de ser excesivamente salubres, por más que hicieran las delicias de los visitantes.

El pasado mes de abril me encontré la noticia de que un sobrino político de Azaña había recuperado el castillo de Villalba para abrirlo al público. Los descendientes del último presidente de la República Española, Manuel Azaña o, para ser más exactos, de su mujer, Dolores de Rivas Cherif, iniciaron en 2009 el procedimiento para desalojar de la fortaleza de Villalba de los Alcores (coso, vivienda aneja y tierras) a quienes todavía eran sus inquilinos, esa familia de mi amigo que durante muchos años, sesenta –nos enteramos ahora-, había vivido en él y fabricado los famosos quesos.

Tras una sentencia favorable por denegación de prórroga forzosa y la desestimación por parte de la Audiencia de Valladolid del recurso de apelación presentado por los arrendatarios, a esta familia no les quedaba más remedio que hacer las maletas.

Y El Norte aprovechaba para contarnos cómo “la historia inmediata de la fortaleza del siglo XII, declarada Monumento Histórico Nacional en 1931, es también la historia de ambas familias. La de los De Rivas, porque fue el secretario del rey, Cipriano de Rivas, quien en 1860 compró el coso y se lo legó a su hija, la futura mujer de Azaña, que no tuvo descendientes directos, pero sí sobrinos. La de los Hernández -los familiares de mi amigo-, porque desde que la familia del último presidente de la República se exilió en México e Italia tras la Guerra Civil, ellos han sido los únicos moradores y cuidadores que ha tenido el castillo y sus anexos, por los que abonaban a los propietarios 105 euros anuales.”

Explicaba también que el objetivo del diplomático Enrique de Rivas, el único sobrino político de Azaña, que ha visitado periódicamente Villalba de los Alcores, es que el castillo no se «eche a perder, como ha estado sucediendo desde que está en manos de esta familia». Al parecer el propósito del octogenario propietario es «pasar temporadas en él», pero también que se restaure y pueda abrir al público sus puertas, cerradas a cal y canto desde hace décadas.

“El castillo –continuaba El Norte de Castilla- fue levantado en el siglo XII por los caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén y cuenta con tres recintos en forma de cuadrilátero, protegidos con cubos de base cuadrada. Es de planta rectangular y está rodeada por un amplio patio de armas. Pese a tratarse de una magnífica construcción, el reiterado expolio de sus piedras y la falta de actuaciones de restauración han provocado un paulatino estado de ruina que se agudizó en 1960, con el desmoronamiento de su torre del homenaje.

Durante décadas, la familia Hernández García utilizó sus bodegas como almacén de los quesos de calidad que produce bajo ese mismo nombre, si bien hace más de una década la Junta de Castilla y León determinó que los sótanos góticos de la fortaleza no cumplían los requisitos necesarios para la curación alimentaria y varios hermanos construyeron una nave que hoy es la sede de la empresa.”

Añade finalmente que por primera vez en décadas se podrá ver el interior de uno de los monumentos más emblemáticos de Valladolid. Bueno, mis niños sí que lo pudieron ver, hace años, y yo creo que no solo ellos. Eran otros tiempos, también otro queso, más artesanal, más de la tierra castellana, nunca mejor dicho. Tendremos que volver a pintarlo con nuestras acuarelas, antes que lo restauren y lo dejen hecho un cromo, con lo que sufrimos los pintores, ya les he comentado más de una vez en estas páginas. Por ejemplo cuando escribí del desaguisado que ha montado en el Castillo de Simancas, monumento nacional, el mismísimo Patrimonio Nacional, que es quien lo ocupa. Y encima estos días contaba la prensa que se ha producido un desprendimiento de parte de la muralla. Ver para creer.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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