Lo que nos faltaba

Por Javier Pardo de Santayana

(Viñeta de  Ramón en El Norte de Castilla el pasado día 14 )

Mi improbable lector quizá se haya dado cuenta de mi ausencia. El caso es que en plena redacción de un artículo saltaron unas bandas verticales en la pantalla del ordenador y no hubo manera de eliminarlas por las buenas, así que me vi forzado a enviarlo a reparar. Poco después supe que esa misma mañana Google había sufrido un desarreglo, lo cual me condujo a atribuirle la causa del desastre. Pero he de confesar que sigo sin saberla.

Lo que si sé es que mandé el aparato a reparar y no lo recuperé hasta ahora mismo; es decir, un mes más tarde, y una de las razones fue que estando a punto de recuperarlo vino nada menos que una gran nevada que rompió las estadísticas, creando así una situación caótica.

Y esto es a lo que voy, pues no sé si nos damos plena cuenta de lo que se nos ha venido encima. Estábamos todavía lamentándonos de la singularidad de un virus asesino que supone una amenaza permanente para la humanidad entera y que ha igualado a todos los humanos en el peligro de morir por causa suya – lo que nos obliga incluso a cambiar de apariencia con la mascarilla y a rechazar la cercanía del prójimo – cuando cayó sobre nosotros el frío más intenso y la más espectacular nevada conocida por las actuales generaciones de españoles. Lo cual haría casi interminable la espera que tuve que sufrir para recuperar este instrumento de trabajo.

Mas lo que pretendo resaltar es la fatal coincidencia del suceso con la amenaza de enfermedad y muerte que a la sazón estábamos sufriendo y con la consiguiente exigencia de aislamiento. Cualquier actividad social y personal queda igualmente afectada y restringida cuando no anulada por la nueva causa, y a esto se le llama verdadera mala pata, ya que nos pone en una situación muy parecida a la que nos había forzado el ya citado virus del demonio. Así se acentuaría la exigencia de un “confinamiento” que nos complica la vida en todos sus aspectos.

Por cierto, cuando por primera vez se adjudicó este término entrecomillado a la situación causada por el coronavirus vi que se me resistía utilizarlo, y la razón era que me sonaba sobre todo a un tipo de “castigo” y que por tanto rechinaba como norma oficial de un gobierno democrático. Así que opté por referirme a la medida simplemente como “enclaustramiento” y consulté con el diccionario. para, efectivamente comprobar que, ya de entrada, aquel se definía como una “pena aflictiva”. Coincidencia entre la RAE y mi concepto que no parece rara si se tiene en cuenta que mi formación gramatical procede originariamente del vallisoletano colegio de las teresianas.

Mas sigamos con la situación actual y el carácter reiterativo de la situación sobrevenida con la gran nevada, puesto que ésta no haría sino añadir inconvenientes a la hospitalización obligada por el virus y proporcionarla a ésta candidatos en el peor momento: cuando éste se empeñaba en volver a las andadas y superar el número de contagiados, y, como consecuencia de ello, se posponían las operaciones no decididamente urgentes y médicos y enfermeros alcanzaban los límites del agotamiento físico y mental. Y cuando, con la sucesión de olas y la lentitud experimentada por las campañas de vacunación en marcha, ya empezaba a perderse la esperanza de superar los males.

Pero no era solamente eso con ser mucho y trascendente, ya que esta situación repercutía en casi todos los aspectos de la vida. Por ejemplo, en los colegios cerrados o con las ventanas abiertas para hacer correr el aire pese a que la temperatura estaba bajo cero, dificultades a las que se añadían ahora los propios problemas para el desplazamiento. O la dificultad de llegar a una farmacia para seguir un tratamiento. Y, ya fuera de las consideraciones sanitarias, por las dificultades añadidas que afectarían a la circulación rodada y a los vuelos. O para, por ejemplo, trabajar o hacer la compra. Y tantas otras cosas.

Para calibrar la importancia de los problemas sobrevenidos basta con contrastar la situación a que nos referimos con la complejidad que impone una sociedad como la nuestra que hasta hace poco se autodefinió como “del bienestar”. Porque la aplicación de las disposiciones oficiales expresadas en términos de jerga administrativa raramente se adaptarán a las necesidades propias: unas necesidades matizadas, exigentes y modeladas por las circunstancias que raramente serán medianamente  satisfechas por la administración política.

Ahí tenemos como ejemplo el hecho de que la solución a los problemas de circulación causados por la nieve y el hielo en la capital de España nos impondrá prescindir del autobús, cuyos movimientos resultan ser poco menos que imposibles y que complicarían el salir del caos; medida que por el momento obliga a utilizar únicamente el metro y con la que no sería poco menos que imposible el evitar indeseables aglomeraciones físicas que involuntariamente favorecerían la  propagación de cualquier virus.

PS: Tal como puede verse, la mala fortuna que frecuentemente nos persigue viene a plantearnos una situación climática que es tan extraordinaria como coincidente con la ya existente, no sólo en cuanto al momento en el que se produce como en muchos otros aspectos negativos.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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