Hace unos meses le planteé a Arturo Pérez-Reverte una pregunta que llevaba tiempo rondándome: si tuviera que elegir un barco histórico para comenzar una maqueta, ¿cuál sería? La respuesta del maestro fue tan rotunda como esperaba: «O el San Juan Nepomuceno o un jabeque de Barceló».
Y es que Reverte, como pocos, entiende que la historia naval española no es un capítulo menor de nuestra memoria colectiva, sino una epopeya que merece ser recordada con la misma reverencia con la que británicos y franceses veneran sus buques insignia.
El síndrome español: olvidar lo que fuimos
Resulta paradójico que siendo España una potencia que dominó los mares durante siglos, tengamos tan poca querencia por nuestra herencia naval. Los británicos hacen peregrinaciones al HMS Victory de Nelson; los franceses se enorgullecen de cada navío que surcó sus aguas. Nosotros, en cambio, apenas conocemos los nombres de los barcos que escribieron nuestra historia.
El San Juan Nepomuceno, un navío de línea de 74 cañones botado en 1765, combatió en Trafalgar con honor. Fue capturado, sí, pero tras resistir hasta el límite de sus fuerzas. Ese barco representa todo lo que deberíamos recordar: valor, maestría constructiva y el espíritu de una época en la que España construía los mejores navíos del mundo.
El modelismo como acto de memoria
Cuando un lector, José Ignacio Anaya, recomendó a Reverte la maqueta del San Juan Nepomuceno de Artesanía Latina, no estaba simplemente sugiriendo un pasatiempo. Estaba señalando una forma tangible de reconectar con nuestra historia. Construir una maqueta de un navío español es un acto casi arqueológico: cada cuaderna, cada vela, cada cabo te obliga a entender cómo funcionaban aquellas maravillas de la ingeniería naval.
La marca española Artesanía Latina lleva décadas reproduciendo con rigor histórico los barcos que surcaron nuestros mares. Sus maquetas no son simples maquetas; son documentos históricos tridimensionales que preservan técnicas constructivas que de otro modo quedarían sepultadas en archivos navales.
Una asignatura pendiente
Francia tiene su Hermione, reconstruido a escala real. Inglaterra mantiene el Victory como santuario nacional. ¿Y España? Tenemos un patrimonio naval dormido en documentos y en el fondo del mar. Los pocos barcos históricos que se han intentado reconstruir lo han sido más por iniciativa privada que por voluntad institucional.
Quizás por eso el modelismo naval cobra un valor añadido en nuestro país: es la forma que tienen muchos españoles de reivindicar en sus casas lo que las instituciones olvidan en los museos. Cada San Juan Nepomuceno en miniatura es un pequeño acto de resistencia contra el olvido.
El legado de Barceló y la audacia mediterránea
Reverte mencionaba también los jabeques de Barceló, esas embarcaciones veloces con las que Antonio Barceló sembró el pánico entre los corsarios berberiscos. Barcos más modestos que un navío de línea, pero igual de representativos de nuestro genio naval: rápidos, letales, perfectamente adaptados al Mediterráneo.
Que un escritor de la talla de Pérez-Reverte reivindique estos nombres no es casual. Él sabe que la literatura y la historia son formas de memoria, pero también lo es un modelo a escala de 1:90 construido tabla a tabla durante meses de paciente trabajo.
Conclusión: construir para no olvidar
Me quedo con la respuesta de Reverte y con la recomendación de aquel lector. Ambos sabían lo que hacían: señalar que nuestra historia naval no está muerta mientras haya quien quiera construirla, literalmente, con sus propias manos.
Los británicos tienen razón en una cosa: la grandeza de una nación también se mide por cómo honra su pasado marítimo. Nosotros aún tenemos mucho San Juan Nepomuceno por rescatar del olvido.
Y si hace falta empezar montando maquetas en el salón de casa, pues bienvenido sea.
Home