No pierdas tiempo en preguntas o chismes inútiles; no te entretengas en lo secundario, sino mira a lo esencial y sígueme. Sígueme a pesar de las dificultades
(Jesús Bastante).- Solemnidad de los santos Pedro y Pablo, las dos columnas de la Iglesia. Dos de sus almas. Francisco presidió una solemne ceremonia en una abarrotada basílica de San Pedro, con la tradicional imposición del palio a los nuevos arzobispos. «Tú eres Pedro», dijo Jesús al pescador. Su sucesor, venido del fin del mundo, recuerda a todos los obispos que «el Señor nos libera de todo temor y de todas cadenas, para que podamos ser verdaderamente libres«.
Un llamamiento a recordar que «Jesús no te abandona nunca, porque no puede renegar jamás: Él es fiel», y cuya fidelidad debe llevar a los auténticos pastores a «seguir a Jesús» en «la dificultad, la predicación del Evangelio a todos, especialmente a los últimos», que «libra de todo miedo y da confianza»
Como viene siendo habitual, y a diferencia de las audiencias de los miércoles y Angelus del domingo, la Eucaristía en San Pedro denotó un Papa concentrado, casi en trance, que apenas reflejaba signos de la «indisposición», la tercera en un mes, que le impidió acudir este viernes al Policlínico Gemelli.
El Coro Sinodal del Patriarcado de Moscú participó junto al Coro Pontificio de la Capilla Sixtina en la ceremonia, así como una representación del patriarcado de Constantinopla, ante quienes el Papa renovó su vivo desdeo de «reforzar nuestro camino para la plena comunión».
Estas fueron algunas de las frases de Francisco en su homilía:
En la solemnidad de los santos apóstoles, acogemos con alegría y reconocemos a la delegación enviada por el patriarcado ecuménico, el amado Bartolomé.
Oremos para que esta visita pueda reforzar nuestro camino para la plena comunión de estas dos iglesias, hoy tan deseada.
El Señor ha mandado a su ángel y le ha salvado de la mano de Herodes.
Gran temor por la persecución de Herodes contra los miembros de la Iglesia, incluido Pedro.
En su encierro, escucha de nuevo la voz del ángel. Y las puertas de la prisión se abren solas.
El Señor nos libera de todo temor y de todas cadenas, para que podamos ser verdaderamente libres
Aquí está el problema para nosotros: el miedo y refugio pastoral. Hoy, os pregunto, hermanos obispos. ¿Tenemos miedo? ¿De qué tenemos miedo? ¿Dónde encontramos refugio?
¿Nos refugiamos en los poderes de este mundo, en el orgullo, en los reconocimientos, para estar seguros?
Queridos hermanos obispos, ¿dónde ponemos nuestra seguridad?
Nuestro verdadero refugio es Dios, que nos hace libres de toda esclavitud y tentaciones mundanas.
Hoy nos sentimos interpelados por el ejemplo de San Pedro, y verificar nuestra confianza en el Señor.
Pedro recobró la confianza reparando la triple negación a Jesús durante la Pasión.
Pedro no se fía de sus propias fuerzas, pero sí en la misericordia del Señor. «Señor, tú me conoces».
Pedro ha experimentado que la confianza de Dios es mucho más grande que nuestras infidelidades. La fidelidad del Señor supera toda la imaginación humana. Hoy, Jesús, vuelve a preguntarnos: «Tú, ¿me amas?» Y lo hace porque conoce nuestros miedos, conoce todo de nosotros.
Jesús no te abandona nunca, porque no puede renegar jamás: Él es fiel. La fidelidad que Dios nos da a los pastores es la fuente de nuestra fe y de nuestra paz. Tiene siempre el deseo de servirle y de servir a los hermanos en la caridad.
El amor de Jesús debe bastar a Pedro. Él no debe ceder a la tentación de la seguridad, de la envidia.
La experiencia de Pedro constituye una gran lección para nosotros hoy. El Señor hoy me repite a mí, a vosotros, y a todos los pastores: Seguidme. No perdáis el tiempo en demandas y casos inútiles. No nos preocupemos de las cosas esenciales. Seguidme en la dificultad, en la predicación del Evangelio, en el testimonio de una vida que se corresponde con el Bautismo y la ordenación, en el modo de hablar de Mí, día a día; seguidme en el anuncio del evangelio a todos, especialmente a los últimos, porque la Palabra de Vida apaga todo el miedo. Tú, sígueme.
Antes de la celebración, y tras su bendición, el Papa fue imponiendo el palio a los nuevos arzobispos metropolitanos nombrados en el último año. Ninguno español, por cierto. Fueron éstos:
Arzobispos metropolitanos presentes:
1. Mons. Victor Henry THAKUR
Arzobispo de Raipur (India)
2. Mons. José Rafael QUIRÓS QUIRÓS
Arzobispo de San José de Costa Rica (Costa Rica)
3. Mons. Giuseppe FIORINI MOROSINI, O.M.
Arzobispo de Reggio Calabria-Bova (Italia)
4. Mons. Leo W. CUSHLEY
Arzobispo de San Andrés y Edimburgo (Escocia)
5. Mons. Jaime SPENGLER, O.F.M.
Arzobispo de Porto Alegre (Brasil)
6. Mons. Jean-Luc BOUILLERET
Arzobispo de Besançon (Francia)
7. Mons. Leonard Paul BLAIR
Arzobispo de Hartford (U.S.A.)
8. Mons. Gabriel ‘Leke ABEGUNRIN
Arzobispo de Ibadán (Nigeria)
9. Mons. Sebastian Francis SHAW, O.F.M.
Arzobispo de Lahore (Pakistán)
10. Mons. Franz LACKNER, O.F.M.
Arzobispo de Salzburgo (Austria)
11. Mons. Thomas Luke MSUSA, S.M.M.
Arzobispo de Blantyre (Malawi)
12. Mons. Benjamin Marc Balthason RAMAROSON, C.M.
Arzobispo de Antsiranana (Madagascar)
13. Mons. René Osvaldo REBOLLEDO SALINAS
Arzobispo de La Serena (Chile)
14. Mons. Marlo M. PERALTA
Arzobispo de Nueva Segovia (Filipinas)
15. Mons. Emmanuel OBBO, della Congr. degli Apostoli di Gesù
Arzobispo de Tororo (Uganda)
16. Mons. Daniel Fernando STURLA BERHOUET, S.D.B.
Arzobispo de Montevideo (Uruguay)
17. Mons. Marco ARNOLFO
Arzobispo de Vercelli (Italia)
18. Mons. Damian Denis DALLU
Arzobispo de Songea (Tanzania)
19. Mons. Romulo T. DE LA CRUZ
Arzobispo de Zamboanga (Filipinas)
20. Mons. Malcolm Patrick McMAHON, O.P.
Arzobispo de Liverpool (Inglaterra)
21. Mons. Paul BÙI VN OC
Arzobispo de Thành-Phô Hô Chí Minh, Hôchiminh Ville (Vietnam)
22. Mons. Wojciech POLAK
Arzobispo de Gniezno (Polonia)
23. Mons. José Luiz Majella DELGADO, C.SS.R.
Arzobispo de Pouso Alegre (Brasil)
24.Mons. Agustinus AGUS
Arzobispo de Pontianak (Indonesia)
Arzobispos metropolitanos ausentes:
25. Mons. Tarcisius Gervazio ZIYAYE
Arzobispo de Lilongwe (Malawi)
26. Mons. Nicholas MANG THANG
Arzobispo de Mandalay (Myanmar)
27. Mons. Stephan BURGER
Arzobispo de Friburgo de Brisgovia (Alemania)
Esta fue la homilía de Francisco:
En la solemnidad de los apóstoles san Pedro y san Pablo, patronos principales de Roma, acogemos con gozo y reconocimiento a la Delegación enviada por el Patriarca Ecuménico, el venerado y querido hermano Bartolomé, encabezada por el metropolita Ioannis. Roguemos al Señor para que también esta visita refuerce nuestros lazos de fraternidad en el camino hacia la plena comunión, que tanto deseamos, entre las dos Iglesias hermanas.
«El Señor ha enviado su ángel para librarme de las manos de Herodes» (Hch 12,11). En los comienzos del servicio de Pedro en la comunidad cristiana de Jerusalén, había aún un gran temor a causa de la persecución de Herodes contra algunos miembros de la Iglesia. Habían matado a Santiago, y ahora encarcelado a Pedro, para complacer a la gente. Mientras estaba en la cárcel y encadenado, oye la voz del ángel que le dice: «Date prisa, levántate… Ponte el cinturón y las sandalias… Envuélvete en el manto y sígueme» (Hch 12,7-8). Las cadenas cayeron y la puerta de la prisión se abrió sola. Pedro se da cuenta de que el Señor lo «ha librado de las manos de Herodes»; se da cuenta de que Dios lo ha liberado del temor y de las cadenas. Sí, el Señor nos libera de todo miedo y de todas las cadenas, de manera que podamos ser verdaderamente libres. La celebración litúrgica expresa bien esta realidad con las palabras del estribillo del Salmo responsorial: «El Señor me libró de todos mis temores».
Aquí está el problema para nosotros, el del miedo y de los refugios pastorales. Nosotros -me pregunto-, queridos hermanos obispos, ¿tenemos miedo?, ¿de qué tenemos miedo? Y si lo tenemos, ¿qué refugios buscamos en nuestra vida pastoral para estar seguros? ¿Buscamos tal vez el apoyo de los que tienen poder en este mundo? ¿O nos dejamos engañar por el orgullo que busca gratificaciones y reconocimientos, y allí nos parece estar a salvo? ¿Dónde ponemos nuestra seguridad?
El testimonio del apóstol Pedro nos recuerda que nuestro verdadero refugio es la confianza en Dios: ella disipa todo temor y nos hace libres de toda esclavitud y de toda tentación mundana. Hoy, el Obispo de Roma y los demás obispos, especialmente los Metropolitanos que han recibido el palio, nos sentimos interpelados por el ejemplo de san Pedro a verificar nuestra confianza en el Señor.
Pedro recobró su confianza cuando Jesús le dijo por tres veces: «Apacienta mis ovejas» (Jn 21,15.16.17). Y, al mismo tiempo él, Simón, confesó por tres veces su amor por Jesús, reparando así su triple negación durante la pasión. Pedro siente todavía dentro de sí el resquemor de la herida de aquella decepción causada a su Señor en la noche de la traición. Ahora que él pregunta: «¿Me amas?», Pedro no confía en sí mismo y en sus propias fuerzas, sino en Jesús y en su divina misericordia: «Señor, tú conoces todo; tú sabes que te quiero» (Jn 21,17). Y aquí desaparece el miedo, la inseguridad, la pusilanimidad.
Pedro ha experimentado que la fidelidad de Dios es más grande que nuestras infidelidades y más fuerte que nuestras negaciones. Se da cuenta de que la fidelidad del Señor aparta nuestros temores y supera toda imaginación humana. También hoy, a nosotros, Jesús nos pregunta: «¿Me amas?». Lo hace precisamente porque conoce nuestros miedos y fatigas. Pedro nos muestra el camino: fiarse de él, que «sabe todo» de nosotros, no confiando en nuestra capacidad de serle fieles a él, sino en su fidelidad inquebrantable. Jesús nunca nos abandona, porque no puede negarse a sí mismo (cf. 2 Tm 2,13). La fidelidad que Dios nos confirma incesantemente a nosotros, los Pastores, es la fuente de nuestra confianza y nuestra paz, más allá de nuestros méritos. La fidelidad del Señor para con nosotros mantiene encendido nuestro deseo de servirle y de servir a los hermanos en la caridad.El amor de Jesús debe ser suficiente para Pedro. Él no debe ceder a la tentación de la curiosidad, de la envidia, como cuando, al ver a Juan cerca de allí, preguntó a Jesús: «Señor, y éste, ¿qué?» (Jn 21,21). Pero Jesús le respondió: «¿A ti qué? Tú, sígueme» (Jn 21,22). Esta experiencia de Pedro es un mensaje importante también para nosotros, queridos hermanos arzobispos. El Señor repite hoy, a mí, a ustedes y a todos los Pastores: «Sígueme». No pierdas tiempo en preguntas o chismes inútiles; no te entretengas en lo secundario, sino mira a lo esencial y sígueme. Sígueme a pesar de las dificultades. Sígueme en la predicación del Evangelio. Sígueme en el testimonio de una vida que corresponda al don de la gracia del Bautismo y la Ordenación. Sígueme en el hablar de mí a aquellos con los que vives, día tras día, en el esfuerzo del trabajo, del diálogo y de la amistad. Sígueme en el anuncio del Evangelio a todos, especialmente a los últimos, para que a nadie le falte la Palabra de vida, que libera de todo miedo y da confianza en la fidelidad de Dios.