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ALQVIMIA celebra el 40º aniversario de su icónico elixir con una edición limitada

Agua de la Reina de Hungría: 40 años de alquimia, belleza y tradición

Un viaje espagírico desde 1985 hasta hoy, donde la cosmética se convierte en ritual

Brígida Gallego 16 Jul 2025 - 17:04 CET
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Cuando la belleza es alquimia

Hace cuatro décadas, en 1985, ALQVIMIA rescató del olvido una fórmula legendaria: el Agua de la Reina de Hungría. No era solo un tónico, sino un elixir que unía cosmética, tradición y un toque de magia. Hoy, para celebrar esos 40 años de historia, la marca lanza una edición limitada que es mucho más que un producto: es un homenaje a la paciencia, la artesanía y la conexión entre cuerpo y espíritu.

El frasco, con su vidrio negro mate y detalles dorados, parece sacado de un laboratorio alquímico del siglo XVII. Pero detrás de ese diseño simbólico —con el sol, la luna, el fuego y el matraz— hay una filosofía que ALQVIMIA ha defendido desde el principio: la belleza no es solo piel profunda, sino también energía.

El arte de la espagiria: donde la ciencia y la tradición se dan la mano

Lo que hace especial a este elixir no son solo sus ingredientes —romero, lavanda, incienso—, sino cómo se elaboran. La espagiria, esa rama olvidada de la alquimia, es el corazón del proceso. Imagina una danza entre plantas y elementos: maceración para extraer esencias, destilación para purificarlas, calcinación para capturar su «alma mineral».

«No es cosmética, es alquimia aplicada», podría decir un maestro espagírico. Y tiene sentido. Porque el resultado no es solo un tónico que revitaliza la piel, sino uno que, en palabras de quienes lo usan, «despierta algo más». Quizá sea el romero, conocido por estimular la circulación. O los aceites esenciales de limón y clavo, que oxigenan y dan un subidón anímico. O tal vez sea simplemente el peso de 40 años de rituales bien hechos.

Un frasco que guarda secretos (y algún que otro símbolo)

La edición conmemorativa es un guiño a los iniciados. El sol y la luna no están ahí por casualidad: representan ese equilibrio entre lo tangible y lo intangible que busca la espagiria, la fusión de los opuestos y la armonía entre cuerpo, alma y espíritu. El fuego, estampado en oro, es la chispa que transforma la materia en luz. Hasta el matraz dibujado es un guiño a los alquimistas que buscaban —y encuentran aquí— la esencia pura de las plantas.

«No es un producto, es una pieza de coleccionista»

Solo hay un número limitado de estas botellas, cada una con su propio número de serie. Para los amantes de la marca, es como tener un trozo de su historia.

¿Por qué sigue fascinando este elixir?

En una era de skincare masivo y fórmulas sintéticas, el Agua de la Reina de Hungría sigue siendo un raro ejemplo de lentitud bien entendida. Se aplica después de la ducha, con la piel húmeda, y su aroma —herbal, cálido, con un toque especiado— es casi una meditación en spray. No solo prepara la piel para cremas posteriores, sino que «te cambia el ánimo».

«Hay productos que hidratan, y luego están los que te transportan»

PVP: 73,30 € (formato de 150 ml)

Dónde encontrarlo (y por qué deberías probarlo aunque solo sea una vez)

La edición limitada está disponible en www.alqvimia.com. Si nunca has probado el elixir, esta versión es la excusa perfecta. No solo por la botella —que, admitámoslo, es una preciosidad—, sino porque encapsula cuatro décadas de un saber hacer que pocas marcas pueden reclamar.

ALQVIMIA lo dice mejor: «Transformar la materia en belleza, y la belleza en luz». Suena a poesía, pero después de 40 años, quizá sea simplemente la verdad.

Brígida Gallego

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