Una noticia como la que lamentablemente nos atañe hace que paren las máquinas de cualquier recomendación prevista para esta semana para hacerse eco de una actualidad que nos entristece con la muerte el pasado 13 de diciembre del gran Héctor Alterio, el inolvidable “padre” de El hijo de la novia. También padre en la vida real de los conocidos Ernesto y Malena Alterio.
Además de la citada e inolvidable cinta de Juan José Campanella con Ricardo Darín, entre otras muchísimas, argentino de nacimiento y español de nacionalidad debido al exilio, cosas de la política, que lo hicieron asentarse en nuestro país con su familia hace ya más décadas que hijos tiene, participó en infinidad de proyectos que engrosaron su larga trayectoria en cine, teatro y televisión. En activo hasta el final de sus días (el teatro de su alma nunca lo abandonó), Héctor contribuyó a la industria del cine con su trabajo durante tantas décadas con títulos como La tregua (1974), Cría cuervos (1975), y La historia oficial (1985), la primera película argentina en ganar el Premio Oscar. En 2004 la Academia de Cine lo reconoció con el merecido Goya de Honor por una prolífica, exitosa y sacrificada trayectoria, y dicho premio fue entregado en un momento especialmente emotivo por sus hijos Malena y Ernesto.
Ahora se encontraba de gira por España con su obra autobiográfica Una pequeña historia, en la que el actor reflexionaba sobre el oficio, el exilio, la vida y la muerte, y que estaba dirigida por su mujer Ángela Bacaicoa.
Participó a lo largo de su intensa vida en una treintena de películas, apareció en series como Segunda enseñanza, La Regenta o El Barco, y ha sido (es) uno de los grandes de las tablas, pues ha protagonizado obras de teatro como El criado, Divinas palabras o Yo, Claudio.
Falleció en su Madrid de residencia y adopción desde hace muchos años, a los 96 años, noticia confirmada por la familia, la Academia de Cine Español y también Pentación espectáculos, productora de Una pequeña historia, la última obra que protagonizó en Madrid. Si bien no detallaron las causas de la muerte, expresaron que “se fue en paz después de una vida larga y plena dedicada a su familia y al arte”.
Si hacemos el ejercicio de recordar a Héctor Alterio sin pensarlo dos veces, se nos viene a la cabeza su eterna imagen sonriendo, siempre sonriendo, su papel tierno, emotivo y humano en la mencionada “El hijo de la novia”, y el hecho de que se encontrase trabajando cuando lo encontró la muerte más cerca de los 100 años que de los 90, algo que resume bastante bien su filosofía de vida y cómo hacía de su profesión uno de sus grandes amores. Nos quedan sus películas. Sirvan estas palabras como homenaje a un intérprete de los que ya no se fabrican.
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