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ENIGMAS DE LA ASTRONOMÍA

Catastrofe: ¿Una explicación para el Big-Bang de Tunguska?

La misteriosa devastación que ocurrió en Siberia en 1908

Fernando Veloz Actualizado: 25 Oct 2025 - 07:02 CET
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Durante más de un siglo, el incidente de Tunguska estuvo envuelto en el más absoluto misterio.

La destrucción causada en ese remoto lugar de Siberia en 1908 ha traído de cabeza a los científicos desde que Leonid Kulik acudiera allí en 1927 para investigar lo ocurrido.

En la actualidad algunas teorías más científicas que las de entonces parecen, por fin, estar más cerca de dar respuesta al enigma.

La noche del 30 de junio de 1908 se presentaba tranquila en Londres.

De pronto, según llegó a contar una crónica del London Times, un periódico local, el cielo resplandeció de tal manera que parecía que hubiera salido el Sol en plena noche, y según otros testimonios procedentes de todo el Viejo Continente aquella luz surgida en plena noche provocó que la gente saliera despavorida a las calles preguntándose qué estaba sucediendo.

Muy lejos de allí, en la meseta siberiana, pasaban diecisiete minutos de las siete de la mañana cuando la quietud del bosque junto al río Tunguska se vio sacudida por una terrible explosión que se escuchó en toda Rusia.

La detonación se llevó por delante una área boscosa de unos 2.150 kilómetros cuadrados de extensión, arrancando de cuajo más de ochenta millones de árboles.

¿Qué pudo haber ocasionado una devastación como aquella?

Con la noticia extendiéndose como un reguero de pólvora por todo el país, el gobierno zarista quiso aprovechar la circunstancia y presentar ese acontecimiento como si de un castigo divino se tratase, preocupado por una más que evidente amenaza de revueltas.

Pero tuvieron que pasar diecinueve años para que se permitiera a una misión científica acercarse hasta el lugar del desastre.

En 1927, el mineralogista soviético Leonid Kulik fue el encargado de dirigir la primera expedición a Siberia para investigar lo que había ocurrido en Tunguska.

A su llegada, el tiempo parecía haberse detenido justo en el momento de la explosión, casi veinte años atrás.

Nada más comprobar la envergadura de la destrucción, Kulik ya apuntó la posibilidad de que el culpable de aquello hubiera sido un meteorito.

Y en concreto, un bólido (los bólidos son meteoros que presentan un enorme brillo y que desde la Tierra se perciben como si fueran bolas de fuego).

Así pues la misión de Kulik se encaminó a localizar los restos de un gran cuerpo metálico, posiblemente de níquel, que corroborara las sospechas del científico.

Pero transcurrieron más de diez años y nunca se encontraron ni restos de ningún cuerpo celeste ni del cráter que tendría que haber provocado un impacto como aquel.

Nada más comprobar la envergadura de la destrucción, Kulik ya apuntó la posibilidad de que el culpable de aquello hubiera sido un meteorito. Y en concreto, un bólido.

La falta de pruebas sobre la naturaleza de lo que había golpeado Siberia aquella madrugada provocó que se especulara con la posibilidad de que, en realidad, el culpable del desastre hubiera sido un cometa.

A diferencia de los meteoroides, la mayor parte de los cometas están compuestos por agua congelada por lo que al estallar desaparecen sin dejar ningún rastro.

Pero para Kulik su hipótesis de que había sido un meteorito lo que había golpeado Tunguska seguía siendo la más plausible.

Para el común de los mortales era un misterio todo lo que había sucedido allí aquella lejana madrugada, pero para Kulik los renos muertos, las olas en el río y los árboles arrancados de raíz eran la prueba evidente de un terrible impacto en la atmósfera.

En la actualidad, los modelos matemáticos que se han generado para poder estudiar el posible origen cometario del impacto en Tunguska sugieren que el hielo que compone estos cuerpos celestes se habría fundido al impactar contra la Tierra.

Así pues la hipótesis del meteorito continúa siendo la más creíble.

Pero no fue esta la única explicación que se dio al misterio.

También se llegaron a plantear hipótesis mucho más peregrinas e incluso fantasiosas.

En 1965 se dijo que el objeto que explotó en Tunguska pudo haberse tratado de un meteorito de antimateria, en 1973 se afirmó que lo que chocó contra la Tierra en Siberia no fue un meteorito, sino un agujero negro (algo que se ha demostrado imposible) e incluso se ha llegado a decir que se trataba de una nave extraterrestre.

En 1978 se descubrieron en una turbera de la zona algunos fragmentos minúsculos que los investigadores creían que podían ser de origen meteórico (en 2013, un equipo de investigadores publicó los resultados del análisis de estas micromuestras.

Según sus conclusiones, estos fragmentos tienen veintidós veces más hierro que níquel, lo que demostraría que no son de origen terrestre).

A principios de la década de 1990 por fin se despejaron las incógnitas, o eso se creyó.

Las autoridades rusas informaron de que un equipo de físicos había confirmado que lo sucedido en Tunguska había sido provocado un meteorito, tal y como ya había apuntado Kulik tantos años atrás.

LLEGAN LOS CIENTÍFICOS

Científicos de la Universidad de Bolonia, en Italia, dicen que un lago poco profundo situado a unos ocho kilómetros del epicentro de la explosión puede haber surgido en un cráter creado por uno de esos fragmentos.

«No tenemos pruebas definitivas de que es un cráter de impacto, pero pudimos excluir otras hipótesis y llegamos a esta conclusión», le dijo a la BBC el jefe del equipo, Giuseppe Longo.

Según su estudio, el lago Cheko tiene una forma de embudo que no se observa en otros lagos vecinos.

A unos diez metros de profundidad, los geólogos notaron algo que podría ser un conjunto de sedimentos compactados del lago o, según creen, un fragmento de la roca espacial.

Los investigadores tienen previsto realizar una nueva expedición al lugar en 2008 para realizar perforaciones que les permitan determinar si se trata de un trozo de meteorito.

Otro investigador consultado por la BBC, el Dr. Gareth Collins, del Colegio Imperial de Londres, dijo que, en su opinión, los científicos italianos «no han ofrecido ninguna prueba concluyente de que sea una estructura de impacto».

Collins dijo que, entre otras cosas, el tamaño de la explosión implica que si algún fragmento de roca sobrevivió el impacto, debe haber sido demasiado pequeño como para crear un cráter del tamaño del lago.

Además, dijo, la mayoría de los árboles alrededor del cráter habrían sido destruidos, pero todavía hay muchos que parecen tener más de cien años de edad.

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