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Cuando marido de Begoña tocaba la flauta

El socialista Sánchez y sus ministros se derriten por la Educación Pública pero estudiaron en la privada y recurren siempre a la Sanidad de pago

Entre el discurso y la matrícula o la incoherencia sonrojante de los progres de pacotilla

Manuel Trujillo 16 Nov 2025 - 08:33 CET
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Tienen estos progres más cara que espalda.

El pasado miércoles, el Congreso de los Diputados se convirtió en el escenario de una de las ironías políticas más notorias de la temporada.

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno y líder del PSOE, abogó con fervor por la educación y la sanidad públicas, arremetiendo contra quienes “se enriquecen” con los centros privados.

Este ataque, dirigido a la gestión educativa y sanitaria en las comunidades bajo gobierno del PP, encontró una respuesta inesperada: “¿En qué universidad pública ha estudiado usted?”, cuestionó sarcàstico Alberto Núñez Feijóo.

El marido de Begoña optó por el silencio, aunque la respuesta flotaba en el ambiente: en ninguna.

La paradoja es significativa.

El propio Sánchez se graduó en Ciencias Económicas en el Real Colegio Universitario María Cristina, un centro privado ubicado en El Escorial, además de realizar su tesis doctoral en la también privada Universidad Camilo José Cela.

Pero esta contradicción ha cobrado más relevancia este curso, cuando su hija menor, Carlota, ha comenzado un doble grado en la ESIC University, una universidad privada y católica situada en Pozuelo de Alarcón, con una matrícula anual que asciende a 12.900 euros.

“Chiringuitos educativos” y la ofensiva contra la privada

La decisión familiar de Sánchez se produce en medio del endurecimiento de los criterios para autorizar nuevas universidades privadas en España.

El propio presidente ha calificado a estos centros como “chiringuitos educativos” y “máquinas expendedoras de títulos”, que según su visión amenazan tanto el modelo público como la igualdad de oportunidades.

El Gobierno Frankenstein ha anunciado que exigirá a las nuevas universidades privadas contar con una cifra mínima de 4.500 estudiantes y mayores requisitos en investigación y alojamiento, buscando evitar lo que consideran una proliferación de “academias low cost”.

Sin embargo, es notable que la ESIC University, donde estudia su hija, aún no cumple con todos los nuevos requisitos que pretende imponer el Ejecutivo socialcomunista.

Actualmente, este centro cuenta con 3.700 alumnos y podría perder su autorización si no alcanza los números exigidos antes de octubre de 2028.

La contradicción es tan palpable que varios medios han recogido la ironía planteada por Feijóo y el silencio de Sánchez en el Parlamento.

La incoherencia del Gobierno

El caso del presidente no es un hecho aislado. Varios miembros de su Ejecutivo han elegido la educación privada para ellos o sus hijos, a pesar de criticar públicamente la “privatización” de servicios esenciales:

La lista continúa con ministros actuales y anteriores que han cursado estudios en centros privados: Fernando Grande-Marlaska y José Manuel Albares lo hicieron en la Universidad de Deusto; Elma Saiz, por su parte, asistió a ESADE; y el propio Sánchez también se formó en el Real Colegio Universitario María Cristina.

Madrid, Cataluña y la sanidad: ¿Dónde está la privatización?

Uno de los argumentos recurrentes del Gobierno es acusar a las comunidades gobernadas por el PP —especialmente Madrid— de “privatizar” la sanidad. Sin embargo, los datos indican que Cataluña lidera el número total de conciertos sanitarios con entidades privadas, superando ampliamente a Madrid. Así las cosas, parece que las denuncias sobre “privatización” se ajustan más al ámbito político que a una realidad basada en cifras concretas.

La disonancia entre lo que dicen públicamente los miembros del Gobierno sobre educación y sanidad y sus elecciones personales no ha pasado desapercibida para muchos ciudadanos. Mientras se promueve un endurecimiento normativo para las universidades privadas junto con una defensa apasionada por lo público, quienes legislan muchas veces optan por servicios privados para sus familias cercanas. Las justificaciones van desde buscar calidad educativa hasta cuestiones relacionadas con seguridad o presión social; sin embargo, lo cierto es que esto erosiona cada vez más la credibilidad del mensaje político.

Esta situación evoca aquel dicho popular: “Consejos vendo que para mí no tengo”. En este caso particular, encontramos un escenario irónico dentro del Parlamento donde parece escasear cada vez más un discurso coherente.

Así concluye esta danza entre lo público y lo privado dentro del panorama político español; contradicciones que parecen marcar el compás actual sin visos claros para resolverse pronto.

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