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Nexo entre la agresividad y el autismo se ubica en el tronco encefálico

Hans Huerto 12 Feb 2017 - 17:02 CET
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Una nueva investigación de expertos en autismo de la Bringham Young University (BYU) proporciona pistas sobre el vínculo entre la agresión y el autismo, que conducirían a terapias más eficaces para este desorden neurológico.

En el estudio, publicado en Research in Autism Spectrum Disorders, los investigadores informan sobre la correlación inversa entre la agresión y el volumen del tronco encefálico en niños con autismo: cuanto menor es el tronco cerebral, mayor es la probabilidad de agresión. Para arribar a dicha conclusión, el equipo se basó en observaciones de imágenes de resonancia magnética de dos grupos de niños con autismo, uno de ellos con niveles problemáticos de agresión. La comparación evidenció las diferencias morfológicas. El equipo usó datos recolectados por un estudio de autismo de la Universidad de Utah financiado por los Institutos Nacionales de Salud estadounidenses.

El tronco encefálico está involucrado en actividades autónomas como la respiración, la frecuencia cardíaca o la vigilia. El hallazgo preliminar sugiere que en la agresión en casos de autismo hay un aspecto bastante básico, como el acto de respirar, según el coautor del trabajo Kevin Stephenson.

«Saber qué parte del cerebro es diferente y qué función controla puede darnos pistas sobre lo que podemos hacer al respecto», señala Terisa Gabrielsen, profesora asistente de psicología escolar de BYU y coautora del documento.

Para Mikle South, coautor y profesor de psicología BYU, el hallazgo beneficiará a las intervenciones conductuales: “Tratamos de averiguar cuál es el gatillo [de los episodios agresivos] e intervenir antes de que la excitación se convierta en extrema».

Estudiar la agresión es urgente para pacientes con autismo y sus familias, porque afecta su calidad de vida de manera significativa. South relató una conversación con la madre de un niño recién diagnosticado: para hacer frente al estrés, el niño a menudo tiraba del pelo de su madre, «así que tengo menos pelo que antes», le dijo. La agresión, señaló, «hace que la dinámica de familia sea muy difícil, igual que la de la escuela».

El equipo de BYU espera seguir explorando los nexos del tronco encefálico con otras regiones cerebrales y descubrir así nuevas funciones.

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