Alienígenas: ¿Es esta la tumba real de un extraterrestre?

En una antigua necrópolis de Kerch, ubicada en la costa oriental de la península de Crimea, un equipo de arqueólogos rusos de la Fundación Arqueología desenterró en 2017 los restos de un bebé de aproximadamente un año y medio con un cráneo alargado, resultado de una deformación craneal artificial practicada por los antiguos sármatas, un pueblo nómada iranio que habitó la región hace unos 2.000 años; esta técnica, que consistía en atar tablas de madera o paños alrededor de la cabeza de los infantes para moldear el cráneo aún maleable, servía para marcar la pertenencia al clan, indicar estatus social —como guerreros de élite— o incluso alterar el carácter hacia mayor agresividad, y no es un hallazgo aislado, ya que se remontan a 1826 los primeros descubrimientos similares en la zona, con hallazgos posteriores como múltiples esqueletos con cráneos deformados en la misma necrópolis Kyz-Aul, vinculados a la cultura sármata que incluía guerreras femeninas.

Prácticas análogas se han documentado en diversas civilizaciones globales, desde los mayas y paracas en Perú —donde se usaban vendajes para elongar el cráneo como símbolo de nobleza o inteligencia superior— hasta los hunos en Europa central, los antiguos egipcios como Akenatón y los croatas medievales, posiblemente para afirmar identidad étnica durante migraciones o alianzas políticas; las teorías científicas atribuyen estas deformaciones a motivaciones culturales, estéticas o sociales para diferenciar clases o grupos, aunque algunos especulan con orígenes en emulaciones de rasgos naturales raros o incluso, en hipótesis pseudocientíficas de paleocontacto, visitas alienígenas que inspiraron tales modificaciones, pese a que análisis genéticos y anatómicos confirman su origen humano y no extraterrestre.

El rasgo insólito del bebé es, precisamente, esta deformación considerable de su cráneo que le habrían infligido los miembros de su tribu «casi justo después de su nacimiento» con el objetivo de identificar al bebé como uno de los integrantes del clan, tal y como lo hacían los sármatas, explican los arqueólogos.

Según explican, esta costumbre de deformar los cráneos de los recién nacidos también servía a veces de marcador del estatus social, por ejemplo, de los guerreros.