(Pedro Rizo).- La magnifica victoria del Barça sobre el Madrid es un gran regalo para los amantes de este extraordinario deporte de asociación. Creo que debemos buscar muy buenas lecciones del espectáculo de ayer. Porque su ejemplo de conjunto, de asociación y coordinación sólo puede salir de una educación que no se logra con sólo dinero sino siguiendo con fidelidad un plan bien trazado. Estas virtudes sobrepasan un simple partido de fútbol y se proyectan a la triste España de las autonomías.
Pasemos a hablar del bambú japones, que da mucho que aprender para el Real Madrid y para el sistema democrático, al que parece no sabemos educar. Es verdaderamente edificante lo que sucede con el cultivo de este arbusto, que no lo hace apto para impacientes. Siembras la semilla, la abonas, te ocupas de regarla constantemente y durante los primeros seis meses no sucede cosa apreciable. En realidad no pasa nada durante los primeros siete años. ¡Siete años! A tal punto, que un aficionado estaría convencido de haber sembrado semillas muertas. Sin embargo, al final del séptimo año y en un periodo de sólo seis semanas la planta de bambú crece ¡más de 30 metros!
¿Tardó el bambú sólo esas seis vertiginosas semanas en crecer? No. La verdad es que fueron siete años. Durante esos siete años sin dar una mínima muestra de existir esta extraordinaria planta asiática estuvo creando en sus raíces una asociación de potencias que le iban a permitir el crecimiento de sus últimas seis semanas.
Para elevarse por encima «y más allá» de todas las demás, buscando el cielo, cimbreándose como un junco, esbelta y fina como reina de una pasarela. Y qué planta, válganos Linneo. Un cuerpo denso y armonioso, flexible hasta el extremo y sin romperse, pero con una corteza brillante y dura como el pedernal, a la vez que maleable y útil para miles de aplicaciones. En fontanería o en medicina, desde un entarimado hasta la impermeabilización del palacio de un mandarín; lo mismo para una caña de pescar que para un puente sobre el rio Kwai. Una joya.
A más-a-más, como dicen los catalanes, el bambú japonés debería ser también hito de gestión empresarial y ejemplo de estrategias de largo alcance. Primero, la base que es el fútbol; de su pasión nace el buen profesional y del afición a su bandera o club el afán de triunfos. Esa raiz permite muchos milagros.
Uno es que la incorporación de grandes figuras o se empapan del espíritu o se van; casos E’Too o Hibrahimovic. El equipo del Barça juega como los ángeles, sus delanteros se presentan en el área mortal como cuchillo bien afilado en blanda matequilla y eso es porque sus directivos bien valdrían para cultivar bambú.
El Barça que nos deslumbra con sus encajes y combinaciones, que parece jugaría igual a ojos vendados, empezó a tomar cuerpo con Kruyff y con Reixach, a los que siempre agradece Guardiola su oculto trabajo. Un trabajo que culminó, sería innoble olvidarlo, Reikjard aquel gran profesional holandés.
El Madrid, por el contrario, ha olvidado que los fichajes de Rial y Di Stefano, de Kopa y Santamaría llegaban a un club con nombres como Miguel Muñoz o Marquitos. El gran fichaje no vale de nada sin este terreno donde cultivar una ilusión común. El club blanco tiene una gran cantera que debería aprovechar más, y un apabullante plantel de superclases que no es fácil trasplantar. Probablemente Mourinho sea un buen jardinero.
Más en Religión
CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL
QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE
Buscamos personas comprometidas que nos apoyen
CONTRIBUYE
Home