«Amó y luchó por la Catedral»

El arzobispo Jesús Sanz Montes presidió ayer por la tarde en la Catedral el funeral por el canónigo Ángel Pandavenes. Hace un año, en el mismo lugar, Pandavenes lo había recibido como deán del Cabildo, con la Cruz de los Ángeles entre las manos. Lo cuenta Elena Fernández-Pello en La Nueva España.

Durante el breve espacio de tiempo en que tuvo ocasión de cultivar su amistad, Sanz Montes comprobó, además de sus muchas virtudes cristianas, su devoción por la Sancta Ovetensis. «Amó la Catedral, luchó y trabajó por ella en comunión con sus compañeros en este Cabildo», puso de manifiesto en su homilía el Arzobispo, y más aún: «Tenía pasión por el Santo Sudario». «Ahora se encontrará don Ángel, no ante el Sudario que con tanto afecto quiso cuidar, sino ante el verdadero rostro de Nuestro Señor», añadió.

Las palabras del Arzobispo resonaron en la Catedral, repleta de amigos y familiares. Minutos después de las cuatro y media de la tarde, el féretro con los restos mortales de Pandavenes fue depositado ante el altar.

El canónigo José Franco Baizán dejó sobre él la casulla y la estola del presbítero y los Evangelios. A la derecha, ocupando los primeros bancos, se sentó la familia del sacerdote, sus seis hermanos y sus veinticinco sobrinos, entre otros.

A la izquierda tomó asiento la Corporación municipal, con el alcalde, Gabino de Lorenzo, al frente. Un centenar de sacerdotes asistió a la ceremonia fúnebre, el Cabildo en pleno. Sanz Montes transmitió el pésame de su antecesor, Carlos Osoro, y del que fue obispo auxiliar, Raúl Berzosa, con los que había coincidido el miércoles en la asamblea de la Conferencia Episcopal. Tres sobrinas del canónigo -Susana y Azucena Pandavenes y María Enma García Pandavenes- leyeron durante la misa, y entre los muchos asistentes estaba el arquitecto Jorge Hevia, que colaboró estrechamente con él en la restauración de la basílica.