(Irene López Alonso).- Los organizadores del acto admiten haber pecado de pesimistas: la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense de Madrid no esperaba recibir tantas visitas en la tarde de ayer. Pero el Acto Cívico Laicista parece tener gran poder de convocatoria. El salón está a rebosar de asistentes, que hacen ovaciones unísonas a las proclamas por una universidad laica que en seguida comienzan a oírse.
Pablo Iglesias Turrión, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UCM, hace, como presentador del acto, una introducción para poner en antecedentes al auditorio: Happening feminista en la capilla de Somosaguas, querella del sindicato Manos Limpias contra las estudiantes implicadas (sindicato que, como dice Pablo Iglesias, «está formado por los antiguos militantes de Fuerza Nueva, los mismos que también denunciaron al juez Garzón»); detenciones de 4 líderes estudiantiles, misa de desagravio, agresiones en la facultad de Historia… hasta llegar al Acto Cívico al que Pablo Iglesias agradece que hayan asistido profesores de la Complutense como José Carrillo (candidato a las elecciones de rector), Ariel Jerez (vicedecano de alumnos de la Facultad de CCPP), Carlos Fernández Liria (profesor de filosofía) o Juan Carlos Monedero (profesor de Ciencia Política).
Tras denunciar la «manipulación mediática» con la que se ha tratado la performance de Somosaguas y reclamar una «libertad de culto sin imposiciones», Pablo Iglesias, que se encuentra respaldado por 10 estudiantes (5 alumnos y 5 alumnas) de las Asociaciones Universitarias Contrapoder y RQTR, asegura que el acto tendrá «formato ágil, para que esto no se convierta en una misa».
Y así, ágilmente, se van sucediendo los ponentes, que suben y bajan del estrado entre cálidos aplausos. Se habla del Concordato de 1953 con la Santa Sede, de Derecho Canónico, de los «ignominiosos acuerdos Iglesia-Estado» (en palabras de Ramón Cotarelo, catedrático de CCPP por la UNED, que recuerda a los allí congregados que vivimos en un Estado «aconfesional por mandado constitucional», aunque no lo parezca).
«¡Viva la República!», grita un espontáneo. Mientras, el teólogo Juan José Tamayo se presenta como «católico universal, nunca dogmático». Tamayo afirma que España no ha hecho todavía la Transición religiosa: «La Iglesia Católica tiene en España privilegios incluso militares. No hay igualdad religiosa ante la ley». El teólogo señala el «desfase» de la Constitución española con el resto de constituciones europeas, respecto a la consecución del Estado laico, que, es en su opinión, «herencia del nacionalcatolicismo».
Afirma sin tapujos que los gobiernos españoles siguen siendo «rehenes de la Iglesia Católica» y se despide pidiendo la abolición «de la dependencia del sagrario».
A continuación interviene el diputado portavoz de Izquierda Unida Gaspar Llamazares, que tiene muy clara su postura en el debate «creencias versus ciencia», al menos dentro de las universidades públicas. Manifiesta su repulsa hacia la campaña de criminalización llevada a cabo contra las estudiantes de Somosaguas por la «derecha ultramontana», así como el «reproche penal de las instituciones» hacia alumnas que sólo estaban ejerciendo «el derecho a manifestar el hartazgo de la jerarquía eclesiástica», en palabras de Justa Montero, Coordinadora Estatal de Organizaciones Feministas.
«Ninguna jerarquía me supone ningún respeto», afirma, contundente, la escritora activista Beatriz Gimeno. Dolores Tamarro, representante de la Asociación Madrileña de Ateos y Librepensadores, pide la derogación del Concordato. «¡Ley de apostasía también!», grita alguien desde el público. La portavoz de AMAL lamenta que «hemos retrocedido (respecto a libertad religiosa) desde el año 78». Al contrario que Jaime Pastor (profesor de Política en la UNED), que ve un cierto avance: «Ahora tememos a la caverna mediática, pero antes había en su lugar una gran catedral».
Isaac Rosa (escritor y columnista del Diario Público), tras denunciar el «linchamiento» al que se ha sometido al colectivo estudiantil debido a la acción pacífica en la capilla de la Complutense, expresa su reproche contra un Código Penal «que pone lo sagrado por encima de otros derechos». «Una capilla es incompatible por definición con lo que significa una universidad», afirma, cediéndole el micrófono a una activista LGTB.
Pablo Iglesias se pregunta si el argumento esgrimido por la derecha mediática de que las estudiantes feministas no se habrían atrevido a realizar una performance similar dentro de una mezquita, no revela la «envidia de la teocracia» que los ultracatólicos tienen, en el fondo, del Islam. Y responde la Catedrática de Filosofía de la UCM, Montserrat Galcerán: «Sólo defienden la libertad de los que piensan como ellos. Que se consuelen a solas en sus recintos, porque ya es hora de que las mujeres podamos disponer libremente de nuestro cuerpo, sin morbo ni telebasura».
Para terminar, receta irónicamente «10 padrenuestros y 10 avemarías» como «desagravio». Solución menos beligerante que congregar a las filas del catolicismo radical a una misa que se saldó con insultos y agresiones hacia los estudiantes de Somosaguas.
«Tengo una pregunta para el señor Rouco Varela», anuncia el cómico italiano Leo Bassi. Se refiere a las declaraciones en que el Arzobispo de Madrid criticaba el «vacío moral y cultural» de la juventud española, la «generación del botellón». «¿No demuestran estos jóvenes un sentido moral de valores y trascendencia, señor Varela? Para mí representan el heroísmo», confiesa, mirando a los alumnos de la Complutense que permanecen con seriedad tras él. Y pasa a dirigirse, a continuación, a la presidenta de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre: «¿Qué pasaría si los estudiantes musulmanes pidieran que hubiera mezquitas en los Campus? ¿Enterrarían usted y la FAES su monoteísmo?».
El auditorio celebra la intervención del actor, que se despide celebrando a su vez la reciente decisión del Tribunal de Derechos Humanos de Ginebra de no incluir, por unanimidad, la blasfemia como crimen.
Pero todavía queda mucho por decir: Fermín Rodríguez, de Europa Laica, denuncia «la invasión de lo de todos por opciones privadas» que supone el mantenimiento de capillas en las universidades públicas; Héctor Olmos, representante de la A.U. RQTR, lo apoya: «¡Fuera sotanas y alzacuellos de la universidad!»; y el Drag quenn Shangay Lily no tiene reparos en gritar, como lo hizo ya con Rajoy, contra «el secuestro de los medios por parte de la derecha» y contra «las agencias de adoctrinamiento» que suponen las capillas universitarias. Grita con todas sus ganas: «¡Basta ya de homofobia y misoginia en la Iglesia!». Y demuestra con su intervención sus propias palabras: que «hay que ser artivista para poder colarse entre las escasas rendijas del sistema».
Arte y activismo como el de Shagay, como el de las alumnas de la Facultad de Políticas de Somosaguas, o como el de Alira Araneta, activista transexual que sube al estrado para pedir que «descabecemos las ideologías patriarcales subvencionadas por el Estado; despatologicemos la sexualidad y los cuerpos». Dicho y hecho: Alira se abre la blusa y enseña sus pechos: «Mis tetas también estuvieron en la capilla».
El que no estuvo y hubiera querido estar en el polémico hapennig, según sus declaraciones, es el actor Willy Toledo, activista pro saharaui, «titiritero, anómalo y orgulloso del asco y el desprecio de la jerarquía y la extrema derecha», como él mismo se define. Pero para cerrar el acto, el turno de palabra es concedido a las verdaderas protagonistas de esta historia: las estudiantes.
En primer lugar, una alumna de la Facultad de Historia y Geografía, miembro de la A.U. UHP, denuncia «el acoso de los medios y de diferentes personalidades públicas» que ha soportado en estos días el colectivo estudiantil con motivo de su reivindicación pacífica, y que contrasta completamente con la ausencia de detenciones a los jóvenes fascistas que agredieron a la vicedecana de Historia y a algunos estudiantes.
Por último, toma la palabra Rita Maestre, portavoz de la A.U. Contrapoder, que pone en pie a toda la sala antes de comenzar su discurso. Los asistentes no parecen dispuestos a dejar de aplaudir. Piden a gritos la absolución para los estudiantes detenidos. Detenidos no por llevar a cabo la acción en la capilla, como aclara una vez más Rita Maestre; sino por «hacer política a cara descubierta».
Como Rita, encarando las cámaras y flashes de los medios de comunicación que llenan la sala, el cerco mediático e institucional, los discursos antiguos y trasnochados, la contaminación de la educación. Encarando a quienes quieren administrar la libertad ajena; respaldada por el aplauso continuo del auditorio, que parece querer decirle a Rita que tampoco ellos tienen nada que esconder: «Somos libres y estamos al sol».
Algo que recuerda a las palabras que María y José Ignacio López Vigil, en su versión novelada del Nuevo Testamento, ponían en boca de Jesús de Nazaret: «Lo que hay que decir, lo diremos sobre los tejados. Y lo que hay que hacer, lo haremos en pleno día».
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