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La Seo esconde entre sus secretos las tres criptas que hay bajo el suelo

Las entrañas de la Catedral de Valencia

La Puerta de los Hierros fue posible gracias al dinero que una mujer dejó en testamento antes de morir en 1621

14 Oct 2011 - 09:28 CET
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Mariana Mont de Aguilar decidió, al final de sus días, que quería destinar gran parte de su fortuna a dar lustre a la Catedral de Valencia. Esta vecina de la ciudad murió en 1621 y los fondos pasaron a manos de su sobrina Petronila Dionisia de Mont, quien transmitió los deseos de su tía. Tuvieron que pasar unos años hasta que, en 1701 (las obras empezarían en 1703), Konrad Rudolf recibió el encargo del diseño de la fachada que ahora se conoce como Puerta de los Hierros. Lo cuenta Fernando Miñana en Las Provincias.

No fue un portal al uso. Lo exiguo del espacio, así como el hecho de que la calle Zaragoza enfocara hacia allí (ver la foto de la derecha), propició que Rudolf trazara una curvatura compuesta, una disposición cóncavo-convexa que remitía a la iglesia romana de San Carlo alle Quattro Fontante ideada por Francisco Borromini. La fachada barroca, hecha con piedra de las canteras de Benigànim, Godella, Moncada y Ribarroja, ofrecía una perspectiva perfecta y armónica desde la calle Zaragoza, que nacía junto a Santa Catalina, una vía desaparecida a mediados del siglo XX con la ampliación de la plaza de la Reina.

Ese portal engulle en la actualidad a cientos de turistas y devotos cada día. Los visitantes entran en la Catedral con los ojos bien abiertos, husmean por allí, fotografían el Santo Caliz y se van. Muy pocos miran al suelo. Y casi ninguno descubre unas pocas losas que se diferencian del resto porque poseen un par de hendiduras. Bajo esas piedras se encuentra la entrada a las tres criptas de la seo, reservadas a religiosos e historiadores.

Dos de ellas son accesibles. La tercera, escarbada en la antigua sala Capitular -ahora Capilla del Santo Caliz-, escenario de las reuniones oficiales con los reyes por ser la más amplia y lustrosa de la época, se cegó en el siglo XVIII y se cree que, entre los escombros, puede haber valiosos restos de estilo gótico. «Ya se averiguará que hay allí», asegura Jaime Sancho, canónigo conservador del Patrimonio Artístico, uno de los hombres que mejor conoce los secretos de la catedral, una persona a quien seguro le gusta dejar volar su imaginación sobre qué hallazgos esconderá la cripta.

Sancho desciende rodeado de cámaras los 22 escalones de la segunda cripta, vetada hasta ayer a la prensa. Es la que se conoce como de los Canónigos y está en la parte central del templo, cerca del prebisterio. Su nombre se debe a que fue el cementerio de los canónigos desde mediados del siglo XVI. La gruta posee 32 nichos enfoscados en sus paredes y al fondo, una cruz en la que se puede leer el año (1754) en que se realizó una reforma. Es un lugar angosto, húmedo y silencioso, coronado por un techo abovedado. El primer cuerpo que reposó allí fue el del obispo Francisco de Navarra, muerto en abril de 1563. Los nichos, con el paso del tiempo, se iban renovando, mandando los restos al osario que hay en la tercera cripta, la de los Beneficiados. Ésta, la cripta de los Canónigos, estuvo operativa hasta mediados del siglo XIX, cuando entró en vigor una prohibición y se inauguró el panteón de los canónigos en el Cementerio Municipal de Valencia.

La cripta de los Beneficiados también está en la nave central, entre la puerta de entrada y las primeras columnas, donde empezaba el antiguo coro de la seo. A esta gruta se accede por 16 escalones que conducen a un rellano, presidido por una cruz de piedra con la fecha de su construcción, 1754, antesala de dos grutas en paralelo con más de 40 nichos. La cripta de la derecha era para los beneficiados -clérigos al servicio de la Catedral pero de menor rango que los canónigos- de la parte derecha del coro; a la izquierda, los de la parte izquierda.

La ‘Revista Catedral de Valencia’ publica algunos de estos secretos y se vende en la entrada de la seo, encima de la tumba de Mariana Mont de Aguilar, que descansa bajo el portal que auspició siglos atrás.

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