(Ángel Moreno, de Buenafuente).- Los creyentes tienen siempre la clave de saberse favorecidos de Dios, de que nada es propio, todo es don gratuito. Desde esta conciencia les surge la respuesta agradecida y generosa. Ana, la madre del profeta Samuel, consciente del favor divino, vuelve al templo a cumplir la promesa de entregar el hijo de sus entrañas al servicio del santuario.
María reconoce el favor del Dios y canta el Magnificat en presencia de su prima Isabel. En este cántico se descubren resonancias bíblicas de la respuesta agradecida de los creyentes del Antiguo Testamento. En las palabras de María podemos encontrar la forma de elevar nuestro cántico de gratitud por el don de la fe, de sabernos amados y redimidos por Dios, por tantos motivos que a lo largo de la vida cada uno ha experimentado como favor del cielo.
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