(Leonardo Boff).- Las innovaciones en los hábitos y en los discursos del Papa Francisco han abierto una crisis aguda en los grupos conservadores que seguían estrictamente las directrices de los dos Papas anteriores. Para ellos ha sido especialmente intolerable que el papa haya recibido en audiencia privada a uno de los iniciadores de la «condenada» Teología de la Liberación, el peruano Gustavo Gutiérrez.
Se sienten aturdidos ante la sinceridad del Papa, al reconocer errores en la Iglesia y en sí mismo, al denunciar el carrerismo de muchos prelados, calificando de «lepra» el espíritu cortesano y adulador de muchos en el poder, los llamados «vaticanocéntricos». Lo que realmente les escandaliza es la inversión que hace, al poner en primer lugar el amor, la misericordia, la ternura, el diálogo con la modernidad y la tolerancia con las personas, incluso con las divorciadas y homoafectivas, y solo después las doctrinas y disciplinas eclesiásticas.
Ya se oyen voces de los más radicales que, con referencia al Papa Francisco, hacen para «el bien de la Iglesia» (la suya evidentemente) este tipo de peticiones: «Señor, ilumínalo o elimínalo». La eliminación de los papas problemáticos no es una rareza en la larga historia del papado. Hubo un momento entre los años 900 y 1000, la llamada «era pornocrática» del papado en la que casi todos los papas fueron envenenados o asesinados.
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